Indudablemente somos seres sociales mediados por las palabras. Nacemos con una palabra que nos identifica, nos criamos con palabras que nos crean, nos educan, acusan, develan y/ o empaquetan. Bajo esta historia que nos antecede, la poesía como la expresión de la libertad nos brinda una puerta de escape, una ventana de emergencia, respira nuestra sensibilidad frente al mundo, contiene y libera nuestro legado, expresa nuestra identidad literaria y declara nuestra capacidad de felicidad. El
EL TAPADO
Camila Sosa Villada es, según las pocas biografías escritas en las contratapas de sus libros: escritora, ensayista, poeta, actriz, licenciada en Comunicación Social y estudió cuatro años de Teatro en la Universidad de Córdoba. A Camila, a veces, no le gusta que hablen de ella como tal. Como dijo alguna vez en alguna entrevista, ella es “todas estas Camilas y ninguna a la vez”, y muchas veces le “fastidia que hablen solo de sus trabajos”.
Se caen los párpados cuando la crecida de dulce de leche inunda la boca. Giran juntos la avena, las nueces y los suspiros de la propia humanidad. Es en Cabana donde se elaboran artesanalmente estos alfajores que saben a plenitud en la simpleza. Y es ahí, en ese poblado, donde elige vivir María Teresa Andruetto, la escritora cordobesa. Un camino desde la imagen hacia la voz dijo ella aludiendo a cómo le venía la poesía.
Marta Traba fue una voz inagotable para pensar Latinoamérica. Atravesó países y se atrevió a leer el arte y la cultura sin complacencias. Su encuentro con la muerte sucedió demasiado pronto. Junto con su compañero Ángel Rama y otros intelectuales latinoamericanos, muere en un accidente aéreo en el año 1983 cuando viajaban de España a Bogotá para asistir al Primer Encuentro Hispanoamericano de Cultura. Muerte pero no final. Si la persistencia del imaginar necesita rumbos
Franco Rivero construye una poesía en el filo del lenguaje, entre el español y el guaraní. Acude al paisaje para mirarse a sí mismo. Sus últimos libros Usted no viaja asegurado y Disminuya velocidad, recorren el tránsito de la infancia a la adultez, de Corrientes al Chaco, del Impenetrable al río Paraná y han sido reconocidos con el primer y el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes en los últimos años. Es un
“Todo lo que se tiene en la vida, todo cuanto se posee, es un oficio. No tenés un ladrillo, un cacho de tierra, un zoquete, ni la bicicleta de Dios. Un oficio. Es lo único. El mío es la escritura. Y porque tengo eso puedo amar”, reflexiona Alejandro Finzi (Buenos Aires 1951). Afirma que todas sus obras son experimentales porque no acuerdan con el glosario de procedimientos dramatúrgicos. Busca en la escritura andar
Forma parte de una familia de antiguos pobladores de la ciudad de Río Grande, en sus venas corren los inviernos fueguinos de los que le precedieron. Pero se demostró que el destino se deja garabatear. Omar se encargó de construir su vida en base a sus propios deseos, escuchándose a sí mismo, dibujando su porvenir e inquietándonos con su arte. El artista plástico y dibujante de Leyendas de tierra del fuego, El origen del viento
Un hombre recorre las ruinas con sus perros; otro trasplanta árboles. Un superochista de multicolección indica cuándo cortar. Un mago es rescatado del olvido. Construcción de una ciudad, Amateur, El gran simulador son algunas de las historias que Néstor Frenkel decide recuperar, editar y transmitir. “A mí me gusta documentar esa ficción de la vida: cuando veo que hay un mundo, que alguien como que inventó un mundo y vive ahí dentro”. En su cine,
“La noche de La Paz es un laberinto que, al no tener principio, tampoco tiene fin y uno puede perderse para siempre”, escribe el llamado Bukowski boliviano fallecido en el 2006 como haciéndonos una invitación a perdernos en sus memorias. “Borracho estaba, pero me acuerdo” es un laberinto en el que una vez adentrado no se sale ileso. Es el libro del escritor Víctor Hugo Viscarra que nos enseña una cartografía del submundo marginal paceño,
Atravesamos el primer cuarto del siglo XXI y la lucha por la conquista de derechos es una llama que atraviesa el tejido social y lo vuelve incandescente. En este contexto ardiente, Vanina Escales presenta “¡Arroja la bomba!”, reconstrucción de la vida de una representante del feminismo anarco, quien, oculta por la memoria, protagonizó esta contienda durante el siglo pasado. Salvadora Medina Onrubia nació a finales del siglo XIX y comenzó a escribir en 1910. Periodista,