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Néstor Frenkel: construcción de un juglar

Un hombre recorre las ruinas con sus perros; otro trasplanta árboles. Un superochista de multicolección indica cuándo cortar. Un mago es rescatado del olvido. Construcción de una ciudad, Amateur, El gran simulador son algunas de las historias que Néstor Frenkel decide recuperar, editar y transmitir. “A mí me gusta documentar esa ficción de la vida: cuando veo que hay un mundo, que alguien como que inventó un mundo y vive ahí dentro”.

En su cine, los límites entre ficción y documental son difusos desde el comienzo. Influyen, por un lado, la supremacía del montaje y, por el otro, la exploración del terreno, al acecho del lugar “donde hay películas sucediendo”. ¿Cómo se produce el encuentro? “Casi siempre es de casualidad. A las ficciones uno las desarrolla, las escribe, las piensa y tiene un motivo o una búsqueda. Y los documentales más bien suceden: aparece algo, no sabés por dónde ni por qué, que te mueve”.

Ese algo, ese lugar, puede ser una ciudad injertada, o un shopping donde antes estuvo el mercado de Abasto, o Papá Noel. “Todos, de alguna manera, vivimos en el mundo que nos inventamos, pero a veces es más claro, más evidente o ese mundo es más potente y más delimitado y más claramente una construcción. Es muy patente en Jorge Mario, es muy patente en René Lavand. Son personajes que parecen de ficción, que han construido una escenografía, un vestuario acorde, una manera de hablar y a sí mismos: ahí es donde yo encuentro material interesante para meterme”.

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EL HOMBRE QUE ME CAMBIÓ LA VIDA

El humor es la forma predilecta de decir del hacedor de Buscando a Reynols. “Por alguna razón nunca me atrajeron las historias que son claramente dramáticas, más que por lo dramático me parece que por lo unívoco: cuando una cosa es tan evidentemente de una manera no le encuentro el interés. Me gustan las cosas que tengan dos lados, por lo menos: que se puedan mirar de una manera o de otra, que me provoquen alguna duda”. Matices: ese es el camino.

Para Construcción de una ciudad, el filme sobre Federación -una ciudad entrerriana hundida por el progreso hidroeléctrico y resucitada por la producción en masa y la oportunidad-, se valió de los registros caseros de la gente de la zona. “Me dieron el dato de tres personas: dos resultaron espantosas, horribles, y una resultó ser Jorge Mario, el hombre que me cambió la vida”. Sus grabaciones en súperocho fueron material de esta película y el germen de Amateur: “Jorge Mario nos enamoró: abrió la puerta y entramos a un universo del que todavía no he salido”.

 En este universo confluyen: sus personajes, un software de edición y cuatro o cinco colaboradores que se repiten, como Sofía Mora -directora de Método Livingston y pareja de Néstor Frenkel-. Y hasta ahí. “Algo del arte consensuado me hace ruido: tiene que haber capricho y chispa y que sea porque sí. Para mi gusto, la esencia más profunda de cualquier arte o comunicación es alguna persona haciendo algo, y ni esa persona tiene que saber exactamente qué está haciendo ni por qué”. La mesa grande de trabajo genera “un arte muy prediseñado, un arte para convencer, para que nadie se quede afuera, un arte multitarget, políticamente correcto. Hay algo que tiene que ser espontáneo y bruto”. Justamente eso es lo que descubre en el protagonista de Amateur, y el hallazgo hace sonreír y sonrojar a este otro cineasta, que se reconoce marginal y con actitud crítica pero que entiende que es absurdo ponerse en contra de la industria, y que recibe premios (alguno, tangencialmente; como para sumarse, también, a la lista de Los ganadores). “Yo no le pido más a la industria ni al mundo, que así está bien”.

BUSCANDO A FRENKEL

Todo el año es navidad “surge de un mail de un tipo que busca trabajo apelando a la fantasía”. Se presentó como Papá Noel y, con ese gesto, puso en marcha la obra. “Primero es un estímulo exterior” que se vuelve relato oral. “La primer película es esa: contarla”.

Con sus búsquedas encauzadas, sale a cazar a los personajes. “En general voy con la cámara, la prendo y dejo que pase. Me interesa retratar a la persona en el momento de estar siendo filmada: qué es lo que le pasa con esa situación. Ahí es donde me parece que aparece la potencia del cine documental”.

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Su mirada, que se fue gestando en la escritura y aguzando durante el rodaje, se plasma por completo en el montaje. “Es el momento más divertido: es jugar, solo, tranquilo, sin horarios, solo interrumpido por mis niños cada tanto. Ahí es donde empieza la magia y la construcción”.

Magia, construcción y reivindicación de lo amateur: volvemos al principio, a Plata segura de 2001, un año bisagra en la República Argentina. El país atraviesa al autor y eso se puede esperar de su próximo mediometraje: como entonces, mezcla stop motion con archivo. “¿Cómo te lo cuento? Nunca lo conté…”: Unos chicos, de tanto mirar policiales, como los de Enrique Carreras, caen en el flagelo de las drogas. “Es una película de pandemia: un proyecto medio absurdo” que reflotó por consejo de Sofía, tras varios años de pergeñarlo con un amigo.

El repertorio de Néstor Frenkel es político, crudo por momentos, pero tierno y cercano. Recorrerlo es descubrir las historias que se ha encargado de juntar y divulgar con respeto y humor, alejándose de “la mirada aspiracional de cómo seríamos y la mirada burlona o ese supuesto reírnos de nosotros mismos” que observa en el cine argentino. Pero todo esto es interpretación. “A veces es llamativo el nivel de fantasía con el que se analiza el arte”. Y, sin juzgar, agrega: “Cada uno se divierte como puede”.

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