Catteland

El credo de Duchamp

 Sobre 33 artistas en 3 actos, de Sarah Thornton
Por Isabel-Cristina Arenas 

Catteland

L.O.V.E (2010) Maurizio Cattelan

Marcel Duchamp les dio el poder divino a los artistas de llamar arte a lo que ellos designaran como tal, nos cuenta Sarah Thornton, doctora en Sociología y licenciada en Historia del Arte, en la introducción de su reciente libro 33 artistas en 3 actos (Edhasa, 2015). Después hace alusión a La fuente (1917) de Duchamp, quién es la inspiración teórica de gran parte de sus invitados. La periodista les plantea la pregunta más simple y difícil al mismo tiempo, que cada uno debe responder mientras los acompaña a dar un paseo por su estudio, casa o museo: ¿qué es ser artista? Unos responden, otros lo siguen pensando, o ya habrán cambiado su respuesta, pero al final, como en la vida misma, nadie tiene la verdad porque simplemente no existe. Algunos personajes llegaron a desarrollarse más que otros, como Andrea Fraser, Maurizio Cattelan, Damien Hirst, Laurie Simmons y Carroll Dunham, pues permitieron un mayor acceso a sus vidas. Con algunos es fácil sentir empatía, como con Yayoi Kusama o Christian Marclay; o rechazo y morbo con la actitud de Jeff Koons y Damien Hirst. Es posible seguir las trayectorias de estos artistas en diversos medios, inclusive leyendo a la misma escritora en The Economist, Artforum, The Guardian, entre otros medios para los que trabaja. Pero el contraste de tenerlos a todos juntos como en una conversación imaginaria hace la diferencia, que es enriquecida, además, por la inclusión de galeristas y comisarios ¿Quiénes seguirán entre sus elegidos dentro de unos quince o veinte años?

 El orden de cada escena, así está divido el libro, hace que los artistas estén enfrentados entre sí; al norteamericano Jeff Koons, que no habla de política y que parece, ¿o es?, el dueño de una agencia de publicidad con un discurso hecho y respuestas prefabricadas, le sigue Ai Weiwei que fue encarcelado ochenta y un días en su país por opinar demasiado, porque sus obran ponen en “vergüenza” a China; por ejemplo con Recuerdos (2009), en donde se exponen centenares de mochilas de colores que recuerdan los 5196 niños que murieron en la tragedia de Sichuan en 2008. Mientras tanto, la obra de Koons con la que el lector se ha quedado en la mente es una fotografía llamada Hecho en el cielo (1989) en donde el artista sale con su esposa de entonces, la actriz porno Cicciolina. En ese momento apenas se está en la escena número trece del libro, y se hace necesario seguir leyendo a Thornton para apreciar los contrastes sugeridos y directos entre sus personajes, ejemplo: Ai Weiwei/Zeng Fanzhi, Laurie Simmons/Carroll Dunham, Marina Abramovic/Andrea Fraser, Maurizio Cattelan/ Francesco Bonami, entre otras comparaciones que amplían la visión del mundo del arte.

 

El estudio de Jeff Koons

El trabajo del lector, si le interesa acercase a algún artista específicamente, es ir observando en Internet las obras mencionadas que quizá no conozca. Leer cómo es un cuadro puede ser algo complicado, leer cómo es una instalación también. Por ejemplo, el autorretrato del chino Zeng Fanzhi, en donde el artista está vestido con una túnica de monje budista impresiona a Thornton cuando lo visita en su estudio, ella dice que la obra parece tener poderes mágicos. Al buscarlo en Google y ver el rojo de la túnica, las montañas que esconden algo y el humo del cigarrillo, es muy posible estar de acuerdo. La periodista ha estado hablando con Fanzhi en su estudio, un lugar que muestra los éxitos obtenidos así como su valiosa colección de arte privada. “Un artista es un filósofo solitario”, dice Fanzhi, y en su caso uno millonario. Su estudio queda muy cerca al de Weiwei, sin embargo, sus carreras no tienen puntos en común, pues Fanzhi evita cualquier tema político en su obra.

Un poco antes Thornton nos ha llevado al estudio del chileno Eugenio Dittborn, un sótano sin ventanas en donde trabaja en sus pinturas aeropostales. Este chileno, al igual que Koons y que Weiwei cuenta con un equipo de ayudantes que le colaboran en los trabajos artesanales; a clasificar recortes para collages en el caso de Dittborn; a fabricar las 100 millones de esculturas en miniatura para Semillas de Girasol (2010) en el caso de Ai Weiwei; o para hacer esculturas de Koons, que incluyen su American Hero, Popeye (2009-2011)de 28 millones de dólares o su Puppy (1992), que puede verse en el Museo Guggenheim de Bilbao. Al contrario de los anteriores, la norteamericana Cindy Sherman que vigila cada detalle personalmente, y no solo de las fotografías de sí misma disfrazada, sino de la forma como son expuestas en el museo. Es difícil dejar de pensar en los estudios que aparecen con la lectura de 33 artistas en 3 actos, algunos con tantos ayudantes, entre artesanos y expertos en mercadeo, que alguien se puede preguntar, si como dice el británico Damien Hirst, es realmente la idea y el discurso detrás de las obras lo único valioso. Quizás depende de la idea y del discurso, pero ¿quién decide si es o no valiosa? Ni los críticos, ni las casas de subasta como Sotheby’s o Christie’s, ni los coleccionistas tendrán la última palabra. Y al parecer ni siquiera el tiempo.

Semillas de Girasol (2010) – Ai Weiwei

 No tendrán que pasar muchos años para que alguien diga que determinado Koons no es un Koons, o que un Hirst no es un Hirst, como ha pasado recientemente con Hieronymus Bosch. Un Proyecto Internacional de Conservación e Investigación de la obra del El Bosco declaró en febrero de este año que La extracción de la piedra de la locura y Las tentaciones de San Antonio Abad, las dos ubicadas en el Museo del Prado, habían sido pintadas en el taller por alguno de sus discípulos y no por el artista. La polémica está abierta en este momento cuando se cumplen 500 años de su muerte. La originalidad de las obras es un tema recurrente en el mundo del arte, es como si fuera necesario polemizar para atraer más gente a los museos. Sin embargo, es probable que los tiburones y vacas en tanques de formaldehído de Hirst no duren 500 años con “vida”, pues, por ejemplo, La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo (1991), el tiburón, fue noticia porque se estaba deshaciendo y su dueño de entonces tuvo que pedir una “actualización” de la obra, es decir uno recién cazado. También hay cebras, toros, terneras, moscas, mariposas… aunque la paloma tiene un encanto singular, además de su nombre, La verdad incompleta (2006). Por fortuna, literal y figurada, algunas de sus obras, hechas con oro y diamantes,sí pasarán la prueba del tiempo. “No creo que haya respuestas, solo preguntas, está en el espectador decidir”, dice Damien Hirst y precisamente es lo que hace Thornton; da su opinión sobre ciertos artistas, pero no cierra la puerta completamente a lo que el lector decida.

 

Retrospectiva Damien Hirst -Tate

Por amor de Dios (2007), de Hirst, recuerda a Cometas negras (1997), la calavera pintada con cuadrícula de ajedrez del mexicano Gabriel Orozco. Usar una calavera no es precisamente una idea original en la Historia del arte donde la novedad es el cómo. Orozco dice que el arte no tiene que ver con las buenas intenciones ni con la moral, no le gustan los artistas que se aprovechan de otros. Un contraste directo con Weiwei, y que Thornton sabe aprovechar para contarlo en forma amena. Por otra parte, el dedo corazón, o medio, levantado en señal de ofensa, ha sido usado en obras de Weiwei: frente a la Casa Blanca, a la Torre Eiffel y a la Plaza de Tiananmen, en una serie de fotografías llamada Estudio de la perspectiva. Esta señal también se ve en L.O.V.E de Mauricio Cattelan (arriba en la imagen inicial). En el libro Thornton acompaña a Cattelan a una exposición de su obra llamada “Maurizio Cattelan is dead” a cargo de una galería sin ánimo de lucro. Era la tercera vez que el artista estaba “muerto”, un tema recurrente en su obra, así como el humor y la ironía. Actualmente Cattelan tiene una revista llamada Toilet Paper. Este personaje será uno de los más completos en 33 artistas en 3 actos.

En Bienvenida oficial (2001-2009) la norteamericana Andrea Fraser adopta diversas personalidades que caracterizan a algunos de sus colegas, incluyéndose a ella misma: envidia, ego, frustración, vicio, timidez, avaricia, y cualquier otro “síntoma” de la personalidad, son exteriorizados en su trabajo. Ella es quien podría interpretar a cada personaje del libro. La investigación de Sarah Thornton duró cuatro años (2009-2013), y el paso del tiempo es un factor que juega a favor del libro pues durante este periodo se ve cómo van creciendo las carreras de algunos de los invitados. Francis Alÿs, Christian Marclay y Beatriz Milhazes, y varios más, abren las puertas de sus estudios y le cuentan a Thornton algunos secretos de sus obras. Otros, como Cady Noland, son un poco más reacios y muestran su descontento con la entrevista.

 La fotógrafa Laurie Simmons, el pintor Carroll Dunham y sus hijas Grace y Lena (éstas dos últimas completan el perfil de sus padres), son otros personajes que se desarrollan y exponen sus vidas, miedos y sus trabajos en el estudio; una familia que cuenta cómo han logrado conciliar hijos y arte. En el lado extremo está la serbia Marina Abramovic, que decidió no tener familia, recordada porque hace unos años emocionó a sus seguidores con el performance La artista está presente (2010) en donde permaneció durante 700 horas frente a frente con quien quisiera sentarse en su mesa. Uno de los que pasó a verla fue su antigua pareja sentimental, Frank Uwe Laysiepen, más conocido como Ullay. Más cercana que Abramovic, a pesar de vivir en su mundo carente de tiempo, saturado de dimensiones y puntos, es la japonesa Yayoi Kusama, quien se recluyó por voluntad propia en un hospital psiquiátrico en 1972; no ha tenido familia y afirma ser célibe.

  

La artista está presente (2010) – Marina Abramovic- Retrospectiva del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA)

  Sarah Thornton ha escrito un libro infinito que requerirá, para su fortuna y la nuestra, una actualización cada cierto tiempo. Mientras tanto se puede acudir a su libro anterior, Siete días en el mundo del arte (2010) y a sus nuevos textos sobre el tema. Cada uno de los invitados a 33 artistas en 3 actos ha continuado con sus proyectos, por ejemplo, actualmente Gabriel Orozco dijo en una entrevista de Jan Martínez Ahrens que está satisfecho con su carrera, sin embargo, a pesar de todos sus años de trabajo y prestigio, se sigue preguntando cómo lograr que una persona se asombre o enfurezca con una obra de arte. Ai Weiwei vive en Berlín desde hace seis años, y acaba de retirar dos de sus exposiciones en Copenhague como protesta a la acción de Dinamarca frente a los solicitantes de asilo en ese país. En este momento el artista-activista está en Lesbos filmando un documental sobre el mismo tema y en su cuenta de Instagram (@aiww) reporta cada movimiento. Francis Alÿs estuvo hasta el 15 febrero en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) y Andrea Fraser estará en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), presentando L’1% c’est moi, un discurso en donde expresa su desacuerdo con el mercado del arte, un tema de gran peso en el libro de Thornton. Así cada uno de los invitados ha seguido trabajando en sus proyectos, ya sea en arte o el arte de hacer negocios. En unos años habrá cientos de preguntas abiertas acerca de la trayectoria de los invitados del libro. Y para saberlo, o llegar a intuirlo, es necesario seguir sus obras, que al fin y al cabo son sus vidas. Al fin y al cabo Marcel Duchamp afirmaba que no creía en el arte sino en los artistas.

  

Duchamp

 

 Título: 33 artistas en 3 actos

Autor: Sarah Thornton

Páginas: 496

Editorial: Edhasa

ISBN: 978-84-350-2570-6

 

 

 

 

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