Con sus novelas, ‘Cometierra‘ y ‘Miseria‘, Dolores Reyes nos acerca al problema de la violencia de género desde la óptica de quienes sufren y través de la palabra de dos pibas de barrio. Dos vidas que apenas comienzan y han sido marcadas por la expresión más brutal de odio hacia las mujeres, pero aun así florecen.
Cometierra sale poco de la casa en la que vive con su hermano Walter. Pasa muchas horas acostada y no puede dormir. Adolescente, toma cerveza en la mañana y habla despacio. “Como si le costara echar las palabras desde adentro”, dirá al verse reflejada en otro rostro, en el marco de un relato con el que parece ir procesando el dolor mientras decide qué hacer con su don de médium. Había algo en la tierra que la atraía, pero no supo bien por qué hasta que tragó de la tumba de su madre. “La sacudieron. Veo los golpes aunque no los sienta. La furia de los puños hundiéndose como pozos en la carne. Veo a papá, manos iguales a mis manos”.
‘Cometierra’ (Editorial Sigilo, 2019) es la primera novela de la escritora y docente argentina Dolores Reyes (1978). Fue finalista en los premios Fundación Medifé-Filba, Memorial Silverio Cañada y Mario Vargas Llosa. Lleva más de diez ediciones en la Argentina, fue publicada también en España, Colombia y traducida al inglés, italiano, francés, sueco, holandés, griego, portugués, noruego y danés.
La historia, que arranca entre una casa y un entierro sin cajón y al fondo del cementerio, es la historia de una víctima colateral de la expresión más brutal y extrema de la violencia hacia las mujeres. El femicidio, la punta del iceberg. Ante la subversión de un sistema sexo-género jerarquizante, el castigo ejemplarizante. No hay, o no deberíamos pensar que hay femicidios sin víctimas colaterales. Pero las hay más directas. ¿Cómo hacen las niñeces y las adolescencias ante esta forma de la pérdida para vivir después? ¿Quiénes las cuidan? ¿Cuál es la magnitud del daño infringido? ¿Puede repararse? ¿Cómo se duela a un padre que mató a la madre?
Estas son algunas de las preguntas que nos abre la novela, a través de un relato directo pero a contracorriente del prejuicio, el espectáculo y el detalle macabro de los cuerpos sin vida de las mujeres. Un relato que se opone a considerar que la víctima quizás era “una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”, como señaló la prensa a Melina Romero en 2014, cuando la chica de 17 años, y que más tarde fue encontrada muerta entre bolsas de basura, todavía estaba desaparecida. A su memoria, y a la de Araceli Ramos, otra víctima de femicidio, Reyes dedica el libro.
Su relato es crudo pero sin morbo, está cargado de belleza y escrito en primera persona, en la voz de quienes padecen; que es la voz de las protagonistas, pero también de las madres que buscan, de las amigas, de un nosotras encarnado en todas ellas, en la propia Reyes que les da vida, y en la tierra. Dejamos huella en la tierra que habitamos es la premisa de los dos libros, señaló la autora en una entrevista radial a propósito de ‘Miseria’ (2023), continuación de la historia, que fue publicada en mayo de 2023. El aumento de mujeres violentadas durante la pandemia de covid-19 la empujó a seguir escribiendo historias.
Según datos de la Defensoría del Pueblo de la Nación y del Observatorio Ahora que sí nos ven, entre 2020 y agosto de 2023, hubo en la Argentina 1001 femicidios consumados. De estos, 99 fueron de mujeres menores de 18 años. En el mismo periodo, al menos 722 niñas y niños perdieron a sus madres. Algunos presenciaron el asesinato.
Con ‘Miseria’, la escritora insiste en un asunto que la desvela. Hace crecer a los personajes y sus entornos y expande la mirada a partir de una trama más luminosa. Aquí la historia es narrada a dos voces, la de ‘Cometierra’ y la de ‘Miseria’, un personaje que aparece casi al final del primer libro y que a pesar de las diferencias y la carencia de tantas cosas será una compañera incondicional. “Sus brazos y piernas nunca estaban quietos, como sus labios, que hablaban con la magia de arrastrar hacia ellos todos los ojos. Su cuerpo tenía la carne justa, como un artefacto pequeño, pero con la fuerza de las cosas nuevas”, escribe Reyes.
‘Miseria’ nos ofrece un contrapunto, una fuerza, una grieta necesaria. Frente a la desprotección, la carencia, la omisión del Estado y las instituciones, la amistad, la sororidad, la empatía, la red y la rabia, el goce y la fiesta. Es “la revolución de las hijas” que propone Luciana Peker en su libro homónimo. Es el brillo particular que se observa quizás solo en esa etapa de la vida en que por primera vez salimos a buscar caminos propios. Es también un llamado a proteger desde una mirada comprensiva y más empática. En ‘Entre el pasado y el futuro’ Hannah Arendt dice que debemos conservar la novedad que trae cada generación porque allí está la esperanza. “Para preservar el mundo del carácter mortal de sus creadores y habitantes hay que ponerlo, una y otra vez, en el punto justo”. Habilitar la corrección siempre, aunque no se tenga certeza de ella. La obra de Dolores nos lo muestra.