En palabras de Todorov hablar de un libro es hablar de la vida, del individuo y de la sociedad.
Degenerado, la cuarta novela de la escritora argentina Ariana Harwicz desafía los criterios éticos, estéticos y morales de estos tiempos.
El mercado transita un cambio de época. Los feminismos tienen sus pilares consolidados. Una postura clara entre las víctimas y los victimarios. Voces representativas que se alzan en defensa de las víctimas frente a estereotipos de enemigos. Hay consenso en las causas que defienden. Las bases están sólidas. De un lado el patriarcado motivo fundamental de los machismos y todos sus crímenes, del otro las víctimas con años de padecimiento en sus mochilas. En medio de esto, Ariana decide darle voz a un hombre acusado de un crimen aberrante. Difícil entrar en esos márgenes de la sensibilidad para acceder a la retórica de este degenerado. Arriesgado transitar la mente de un pedófilo. No es un hombre y hasta donde conocemos no es una asesina.
Harwicz tiene un mundo propio sólido y eso es lo que la impulsa a buscar lo que no se dice, lo que no se ve. Sus libros están en la cornisa, en los márgenes. Sus personajes se mueven en la periferia entre lo legal y lo ilegal pero de manera tal que cualquiera puede cometer un acto cruel y resbalarse del otro lado. Su escritura clava una estaca ahí en esas zonas oscuras del ser humano de manera que las sombras emergen a la luz.
En medio de los atentados de Francia y a toda velocidad, nace Degenerado. Se podría decir que fue una embestida frenética en idioma francés. En la traducción al español se advierte la intrusión del idioma original. La autora contó que mientras creaba escuchaba piano a tempo rápido y que el cambio de idioma le ayudó a escribir.
Este criminal no es cool, no es sexy. Está alejado del modelo convocante del mercado. El malo es un viejo. La novela es corta y así podríamos sumar las embestidas en contra de lo aceptable para la producción editorial. Motivos todos que podrían justificar el rechazo de algunos editores al momento de presentar la obra para su publicación. Está claro que la argentina no escribe desde el confort.
“Este siglo escucha solo a las víctimas, a condición de que sean víctimas ideales. El sistema las designa y nosotros compramos. El mercado nos las muestra y nosotros prendemos velitas”, nos dice el degenerado en su alegato. Él está encerrado en un sórdido monólogo. Por momentos, se victimiza y saca sus garras contra la sociedad y es ahí donde aparece un tenso soliloquio. En su voz, resuenan los ataques en diversas épocas, geografías, sociedades, clases sociales, modelos familiares. En su voz, el degenerado trae al exhibicionista de un tren de un pueblo cualquiera, al cura condenado en una cárcel cualquiera, al granjero pervertido de una sociedad cualquiera, a un padre de familia, a la manada, las guerras, las dictaduras militares, el nazismo, las puebladas, las voces de la justicia por mano propia, la defensa de las víctimas y las condenas de los victimarios. Es el discurso del ser humano al desnudo, en un deseo de ser escuchado que escapa de control. Escapa a toda legislación. El discurso sale de las voces de los reos, de los condenados, de la retórica de los juicios. Es un léxico que nos resulta conocido. Está presente todo lo que sucede detrás de cada caso de femicidio. La legalidad y el terreno de lo despreciable. Pero todo en esta historia de un proceso judicial irrumpe y va en contra de la empatía con el personaje muy propia de las historias que se eligen contar en este siglo.
La novela no es sencilla, comprende muchas capas de lectura, quiebra toda cronología, está plagada de marcas, aforismos y referencias históricas.
La escritura violenta y condensada haría insoportable un texto más extenso. Es una obra para transitar más de una vez. Solo así se supera la limitación que nos impone la voz del hombre acusado. Parecería inconcebible empatizar con el personaje pero resulta que en su alegato se defiende y nos interpela una y otra vez sin descanso: “Todas estas notas encontradas en mi diario no prueban nada, eran para investigar a los asesinos, para escribirlos, para entenderlos. Escribir no prueba nada del hombre que escribe.”
Ariana Harwicz es parte de una generación post-boomlatinoamericano, es alquímica, está claro su deseo de formar parte de las letras universales.
Sus primeras novelas son de madres estalladas, alienadas son un torbellino de deseo y destrucción que muestran la maternidad conflictiva. La débil mental; Matate amor traducida en varios idiomas entre ellos el hebreo, adaptada al teatro y al cine y Precoz han sido publicadas por la editorial Mardulce. Luego, cambia de editorial y en esa modificación se produce una nueva voz. Degenerado publicada por Anagrama impactará en las diversas culturas de lectores de acuerdo a lo aceptable por cada sociedad.
El horror y la violencia estetizada en esta obra son un convite literario que exige conciencia y arrojo.