karima

Paula Lena – Karima baila porque respira

La tela lánguida y decidida apenas roza el suelo, me guía por un largo pasillo al fondo hacia el estudio Neo Baladí. El camino es angosto y, aunque sus límites son de concreto, pareciera que la ciudad se hubiera desvanecido. Entro en un punto de fuga hacia otro espacio-tiempo. La tela es portavoz de lo invisible y a la vez oculta aquello que sí somos capaces de ver. No puedo evitar perderme en el movimiento de la tela. Resistente, elástica, flexible como ella, como quien la viste, la de los dos nombres: Paula Lena – Karima.

Es Paula, la bailarina de las femineidades ancestrales, la coreógrafa, la licenciada en Historia, quien mueve la tela. Es Karima, la giradora sufí, con su traje infinito. Entonces, me convierto en tejedora, quiero hacer un vestido de palabras para que todos puedan conocer a una artista sabia, compasiva y vibrante.

Me prepara un té, nos sentamos en el piso de su estudio y saboreamos, es exquisito estar ahí. Conversamos. Hablamos de imágenes de la niñez. «De pequeña siempre fantaseaba con tener un súper poder, para mí el más especial de todos: la teletransportación. Asocio esa fantasía con la vida anfibia que llevábamos: un pie en Brasil, otro en Argentina. Los afectos repartidos entre ambos países y el deseo de viajar constantemente para ver y abrazar a las nonas, a los seres queridos lejanos en la geografía pero presentes en los lazos emocionales. Siendo pequeña tomé contacto con el realismo mágico de un autor brasilero: Monteiro Lobato. El sustrato de su narrativa eran las leyendas de los nativos de Brasil y las leyendas de los africanos negros que habían sido traídos por los colonizadores como esclavos. A partir de esta mixtura de cosmogonías, Lobato creó una saga literaria que luego se adaptó para un programa de televisión que yo devoraba. Emilia, su protagonista, era una muñeca de trapo hecha por Tia Nastácia, mucama y cocinera de una quinta en el interior de Río de Janeiro. En esa quinta cuya dueña era Doña Benta, también vivía Narizinho, una niña de nariz respingada, cuyos padres habían muerto y era criada por su abuela. Para que “Naricita” no se aburriera, Nastácia le hace a Emilia y la muñeca se convierte en su compañía. Un día, a Naricita se le cae la muñeca al río y se arroja a buscarla. Bajo esas aguas descubre todo un universo de seres y acontecimientos fabulosos. Naricita encuentra a Emilia y le pide al acuático doctor Caramujo (Caracol) que la componga. Él le da una píldora y Emilia cobra vida, comienza a hablar y entre otras cosas adquiere la capacidad de teletransportación. Siempre estuve fascinada por esa posibilidad, la de teletransportarme.»

Tal vez de ese potente deseo infantil haya surgido la fascinación de Paula – Karima por las metamorfosis de los estados, las transformaciones y el hechizo de las diversas geografías y culturas. Como bailarina cultivó la plasticidad para alcanzar otras orillas, descubrió en las danzas y en el giro derviche esa cualidad del viaje, el modo poético del teletransporte. Precisamente es lo que Paula hace cuando concibe y pone en escena sus espectáculos de danzas folclóricas tradicionales de Medio Oriente y África del norte. Despliega coreografías que surcan el espacio-tiempo para crear atmósferas y paisajes que, como espectadores, nos colocan en otra cartografía. Puede ser que Paula nos teletransporte a través de sus danzas tradicionales y rituales a las “Tardes egipcias” (2006), “Tardes mediterráneas” (2007) y “Tardes magrebíes” (2008), una de sus trilogías más recientes. ¿O qué otra cosa estaría haciendo Karima con el giro sufí si no es teletransportarse? ¿Teletransportarnos?

Retomando a Emilia, la muñeca superpoderosa, Paula – Karima dice que actuar es jugar. «Los artistas somos eternamente niños, yo juego a que soy una bailarina de palacio del Al Andaluz o una bereber nómade del desierto. Me siento materia maleable, dispuesta al juego de las formas. Me inicié en la danza muy pequeña, primero la clásica (para la cual fui demasiado alta) y luego la danza contemporánea y la danza-teatro. Desde que tengo memoria –corporal- siempre fui una bailarina actriz. Siempre jugué seriamente el juego de la danza. Al principio, mis padres creían que era un hobby pero con el paso del tiempo se dieron cuenta que se trataba de una pasión, una elección de vida. Algo que no los entusiasmó. Sin embargo, se tranquilizaron cuando a la par de mis estudios de danza hice una carrera universitaria y me recibí. Se esperaba eso de mí. De todas formas, los conocimientos de Historia que adquirí en la universidad se integraron naturalmente a mi manera de investigar las culturas a la hora de coreografiar mis espectáculos. Tengo un método y un marco teórico que me ayudan mucho en la documentación cuando me meto de lleno en la piel y en los cuerpos de esas mujeres que inspiran mis escenas.»

Cuando Paula crea su arte-danza no solo llekarima2va a cabo un hecho artístico sino que hace un rescate antropológico. En Argentina es una de las pocas especialistas en danzas árabes tradicionales y originales. «Tanto en mi tarea docente como en mis espectáculos trabajo las danzas originales. Y cuando digo original, me refiero justamente a que rescato las formas, los movimientos, los atuendos y el sentido primigenio de esas danzas. No hago versiones “pasteurizadas” por la mirada occidental que siempre es colonial y reduccionista. Cuando digo que puedo bailar, por ejemplo, danza del vientre o danza de los velos, ya hay un preconcepto, prejuicios muy arraigados, imaginan un baile distorsionado, pensado para el turismo, que poco o nada tiene que ver con la cultura que le da origen. Yo digo: eso es lo que nos venden a nosotros los carapálidas

Las historias que esta artista cuenta con las danzas son la puesta en escena de vínculos y relaciones, un viaje hacia ese otro mundo en el cual tanto los movimientos como los ritmos son diferentes y plenamente significativos. Paula da cuenta de ello en cada detalle y esa actitud creativa/afectiva la hace además de artista, un ser responsable y respetuoso. «Estas danzas están fuertemente arraigadas en el corazón de las culturas, yo conozco y sé bailar 23 danzas. Y las danzas son, para estas mujeres, no sólo un momento en el que se baila sino su forma de vivir. Parte fundamental de la vida cotidiana, fuente a partir de la cual –entre otras cosas- edifican su identidad, se construyen como mujeres, como integrantes de una comunidad. En ese sentido me identifico mucho con estas mujeres, porque yo bailo mientras cocino, bailo mientras limpio, bailo porque respiro.”

 Le pregunto ¿por qué dos nombres?, ¿cuándo Paula conoció a Karima? y entre risas ella contesta: «¿Acaso se conocen, las presentaron? Creo que hubo un momento clave en el que, al menos, comenzaron a convivir. En un viaje de estudio a Egipto conocí al gran maestro Shokry Mohamed con quien aprendí tanto, un hombre de una gran sabiduría que me habló mucho del sufismo y de los giros derviches. Él era un girador. Pero yo pensaba que el giro quizá no era algo para mí, lo veía como algo muy alejando, quizás por toda mi crianza ítalo-latinoamericana y católica. Sucedió que al año siguiente del fallecimiento de mi querido maestro, vino a la Argentina un discípulo de Shokry a dar talleres, fui a tomar clases y me dijo que ya me había enseñado todo lo relacionado con las danzas tradicionales, que lo que le quedaba por darme era el giro sufí. Así se reafirmaba el consejo del maestro. Y comencé a girar.»

Tras el impacto que le produjo la experiencia del giro, Paula viajó a Brasil y asistió a una ceremonia de candomblé. Allí dos médiums, dos personas que se conectan a través de energías que no están en este plano, le comunicaron que “debía” trabajar con su espiritualidad. «Inmediatamente recordé los giros y me dije: tengo que ser fuerte, voy a hacerlo y empecé a investigar que en Konya, Turquía, en el siglo XII, Mawlana Jalaludin Rumi, el gran poeta y místico del sufismo, introdujo el giro como práctica devocional en su hermandad. La práctica se basa en el movimiento de toda la creación: el giro anti horario, presente en nuestro ADN y en nuestra galaxia. Busca la conexión con lo interior, lo mínimo, la esencia, el corazón; y al mismo tiempo con lo externo, lo máximo, el cosmos, Allah. El giro es al mismo tiempo trabajo corporal y meditación en movimiento. A través de la repetición de un Dizker, práctica del recuerdo y rutina de los místicos sufís, el giro conecta con los latidos y anhelos del corazón y con la Divinidad. Giramos para encontrarnos.»

ph Pablo Colazzo 2

Paula fue al encuentro de Karima. Conoció al maestro girador Nuruddin Ortolá en Buenos Aires, emprendió su camino con él y luego de dos años de girar tomó la fe del sufismo. Así recibió su nombre: Karima, “la que es generosa”.

«Giré con el maestro Nuruddin durante cinco años y cuando él se mudó a la provincia de Córdoba fui autorizada desde Chipre, Turquía, para guiar los giros en Buenos Aires. En la actualidad soy la única mujer giradora autorizada para guiar a otros, tanto en Argentina como en Latinoamérica. Todos giramos, sobre todo, cuando somos niños. Pero en algún momento lo abandonamos, generalmente porque los adultos tienen miedo a los mareos, las caídas y los posibles golpes. Cuando las personas vienen a girar conmigo suelen hacerlo con esos mismos temores. Y yo les pregunto: ¿si te mareás, qué problema hay? ¿Y si te caés como cuando eras chica? Tal vez un golpe, pero nada grave. De hecho, en los doce años que llevo en la práctica, solo cinco personas se cayeron: yo fui una de ellas.»

¿Cómo es Karima a los ojos de aquellos que giran con ella? Carina Maguregui, quien gira en el estudio Neo Baladí desde hace siete años, comparte su impresión: «Karima vive en “estado de arte”, su creatividad siempre está en modo “on”. Desde la preparación de esas exquisitas infusiones, que son como pócimas reparadoras, pasando por la delicadeza de sus movimientos cotidianos -ella camina distinto al resto, fluye de otra forma- hasta la manera personalísima de combinar telas, texturas y colores en su vestimenta, todo es muy Karima en ella. Pero más que ninguna otra cosa, Karima cultiva el arte de los vínculos. En un mundo feroz y desencantado, ella atiende, percibe, mira, escucha y recibe al otro/a en el hogar de su alma. Lo humano la interpela, Karima se compromete. Siento que ella concibe al arte como lo hacía el gran Andrei Tarkovski, cuando se preguntaba: “¿Y qué es el arte?” para responderse: “Es algo así como una declaración de amor. Un reconocimiento de la propia dependencia de otros hombres. Es una confesión.” Karima gira, Karima baila, Karima enseña y Karima ama movida por una potencia ultravital y compasiva.»

ph Jazmín Teijeiro. Edición y collage de fotos Yanina Giglio

El giro es ceremonia, danza, meditación. Karima habla mucho del trabajo con el ego. «Giramos para conectar, para estar presentes, para trabajar el ego. Porque hay algo muy superior al ego que es el corazón. Cuando giramos, pulimos las emociones, hallamos lo genuino y dejamos atrás los intereses mezquinos, los rollos del ego. El desafío es aún mayor cuando los giradores que ya están más experimentados comienzan a utilizar el traje. Vuelven a sentirse torpes (ahí, se trabaja nuevamente sobre el ego en otro nivel, recordemos que bailar puede ser también un acto muy egocéntrico) es casi empezar de cero, porque un vestido que pesa cinco kilos implica –además del compromiso emocional- un desafío técnico. Durante los giros, la falda mueve el aire, produce una amplificación del sonido, expande energía a través de las vibraciones de las telas.»

A Gustavo Friedenberg, coreógrafo, director teatral y bailador de flamenco, se le transforma la mirada cuando habla de Karima: «Ella es un ser que impacta. Una artista fascinante, con una manera de hablar que cautiva, con solo escucharla llama la atención. Una noche, sin saber nada de los giros, una amiga en común me llevó a verla. La vi girar y me resultó profundamente conmovedor. Dije: quiero hacer un personaje sobre ella; entonces se volvió una parte muy fundamental en mi obra “El otro” (2014). Lo interesante de trabajar con ella es que a veces es difícil hacer entrar a otro en el mundo propio (sobre todo cuando el otro tiene ya mucha experiencia y un gran background como en su caso) pero Karima es tan generosa y permeable a ser dirigida, que fue súper gratificante. Tiene que ver con esa cabeza y corazón abiertos que tiene Karima, con ese coraje, esa humildad de estar dispuesta a proponer y recibir experiencias -que al final son posibilidades nuevas- todo desde un lugar muy genuino y respetuoso, eso es súper admirable. Me hizo muy feliz trabajar con ella. Creo que es eso: Karima me cautivó, cautivado por “el mundo Karima”.»

Los giros con música en vivo son una experiencia extremadamente potente. ¿De qué manera se coordina un espectáculo como La Espiral? ¿Guiás a los músicos o ellos siguen tu ritmo? «Es curioso, porque tanto en “La espiral” -como en otras presentaciones de giros con músicos en vivo- se instala una energía muy particular. Yo giro, los músicos tocan y en ese momento somos como la formación de pájaros que vuelan en una bandada, no hay líder. Nos comprendemos mutuamente. Serán las vibraciones de la música y las de los giros, será el misterio mismo de la conjunción.»

Karima ya se prepara para guiar una nueva práctica de giros, observo cómo acomoda su falda, la tela con que cubre su cabello castaño. Ahora estoy en ese pasillo largo, a punto de regresar al mundo de cemento, y finalmente comprendo: ¡Karima, sos como Emilia, podés teletransportarte! Ella sonríe enigmática y responde: «Tenés razón, la danza está en mí.» 

*Ph principal Diego Marulanda

*Ph B/N web oficial Paula Lena

*Ph collage Jazmín Teijeiro

Leave a Reply