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Florencia Freijo: el fenómeno

Altiva y entusiasta, comienza sus actividades en las redes con algún tópico polémico. Mira de frente a la cámara, sin tapujos y con aire seguro, como quien guarda cosas en sus adentros que contar. Con una presencia característica, Florencia genera impacto: aunque instantáneo, también incierto. Capta, sobresalta e interpela la atención de sus seguidores y opositores. Politóloga, feminista, escritora, speaker e influencer. Madre a tiempo completo. Así se podría definir a una mujer que conquistó las redes y el mundo editorial; pero el fenómeno Freijo es mucho más profundo; es aquel del que muchas personas contemporáneas, hablan… y también juzgan; resaltando la crudeza de sus expresiones que experimentan la igual cruda realidad.

Cancelaciones múltiples en las redes son tendencia. Críticas respecto de su apariencia, opiniones políticas, uso de filtros y demás cuestiones de la realidad virtual, han desatado controversias alrededor de su figura. La posición de Florencia respecto de la imagen impuesta a la mujer como una carga mental y económica, hacen que su aspecto (cobijado bajo los estereotipos que combate: en general prolija, arreglada, con una belleza digna de la hegemonía histórica) genere un choque instantáneo para la nueva persona que se adentra en sus contenidos. La percepción de esas contradicciones ronda en torno al primer juicio que, equívocamente en muchos casos, nos hacemos sobre alguien más: “¿qué podrá enseñarme una mujer devenida feminista, si a simple vista es funcional a los estereotipos que el patriarcado instauró?” La respuesta resuena simple cuando se escuchan de manera sólida los argumentos que ofrece su mensaje: su historia personal, su clase social, sus intereses y su formación, contienen la deconstrucción a recibir. Curiosamente, Florencia representa la mirada de un(a) otra(o) por sobre las cualidades dominantes impuestas; su discurso se sitúa desde la experiencia de una vida dificultosa, sometiendo su experiencia y voluntad a la hipótesis que predica, tal como se establece en el capítulo de “Las exigencias del cuerpo perfecto”, de su libro Mal Educadas.

Su lugar en la escritura es dispuesto con su primer libro: Solas, aún acompañadas; y se proclamó dentro del mundo editorial con Mal Educadas. Estas lecturas pusieron de manifiesto su costado feminista y defensor de relevancias dejadas de lado.  ¿Fue este un momento sustancial de la reflexión femenina general?

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Sus libros no son considerados un momento de placer: funcionan como un presente de introspección que la era joven otorga a madres, hermanas, tías y abuelas, pero que reciben adquiriendo asimismo un desafío; el de pararse de frente ante verdades que hacen del rol de la mujer, uno históricamente precarizado y relegado a tareas domésticas y desigualdades profesionales. La lectura de Freijo instaura de manera tácita, pero no sutil, un compromiso a asumir por el que ahora sí, la deuda queda posicionada en manos de la persona lectora, haciéndola cargo de su rol social para afrontar el cambio necesario. Sus libros no son placenteros porque incomodan, al igual que el goce, la indignación y el ímpetu de su habla.

¿Cómo influye el fenómeno Freijo en las adolescencias? Creadora del hashtag #yocríosola, penetró en las nuevas generaciones a través de diferentes movimientos, que luego propiciaron la cadena inversa en el paso de las redes hacia la lectura. Este hecho enmarca un precedente histórico respecto al cambio de paradigmas de cómo los líderes (influencers) pueden incidir en la cultura de las personas contemporáneas, con todas las inferencias que eso conlleva. Sutilmente, instaura su astucia en las utilidades de la era moderna, para generar sus propias utilidades.

El camino hacia la popularidad que hoy la irrumpe contó con hitos que fueron escenario de diferentes movimientos: mudanza desde el interior a la capital, embarazo en solitario, demanda de alimentos y vastos esfuerzos profesionales en un mundo de hombres en el que ceder lugar a una mujer (de fuerte personalidad, decisiones, objetivos claros y planes a ejecutar), no es históricamente una bienvenida por alfombra roja. En una suerte de ajusticiar su propia historia –y la de su hijo–, por padres ausentes en las respectivas crianzas, las lecturas son atrapantes, incómodas y aguerridas. Cada página tiene el descaro de demostrar que, ante la ignorancia; la reivindicación de la mujer es una necesidad imperante.

Una joven del interior del país que buscó en Buenos Aires lo que muchas personas buscan: un renombre, un trasfondo popular, un resonar en la cultura. Una mujer con sueños por delante se encontraba de repente en la multitudinaria capital, donde la inocencia es interrumpida intempestivamente, y la crueldad está al alcance de la mano. La concepción devenida del dicho popular “Dios atiende en Buenos Aires”, pero que también suele ser eufemismo de circunstancias desafortunadas en esa transición de ilusiones.

Tal como lo circunscribe en su último libro, su crianza también tuvo inspiraciones en las prácticas históricas “mal educadas”, en las que delegar tareas domésticas y de cuidados al género femenino eran moneda corriente entre las mujeres de su familia. La Florencia mal educada, como la mayoría de las mujeres, tenía como destino el amar sin condiciones a riesgo de quedarse “sola”, experiencia vivida en carne materna. Consecuentemente, su historia denota que la rebeldía a la formación de la clásica mujer buena, arrastra consigo consecuencias relevantes.

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Su maternidad se manifiesta como una crónica de similitudes con la historia con su padre. El embarazo de Gael aparejó desde el comienzo conflictos en su lucha judicial por la demanda de alimentos ante el progenitor, iniciadas en medio de la gestación de su bebé. Buenos Aires: la ciudad que había sido elección para su desarrollo profesional, ahora además era testigo de sus pasos hacia una maternidad intranquila que encuadraba la batalla legal para reclamar sus derechos. De nuevo, rebeldía. ¿Pero rebeldía ante qué? Revelación ante el silencio paternal, ante una justicia escondida, sutil y epifanía de revolución ante la vulnerabilidad y la (re)victimización.

“El conocimiento nos hará libres” enuncia, incitándonos, de manera frontal y sin pedir permiso, a que encontremos en la información el arma con la que defendernos de la falta de visualización y de espacio que el patriarcado ancestral ejerció a lo largo de los años. Florencia encarna a la mujer guerrera que refleja la entereza y la rudeza para afrontar adversidades. Se abre camino a cada paso y ello es claramente advertible en su extenso currículum. Su importancia a la superación profesional es fácilmente evidenciable al realizar una simple búsqueda de su perfil de diferentes redes: escritora, consultora, divulgadora, politóloga, asesora parlamentaria. De menos a más, da cuenta de una mujer controversial. Grita de frente al patriarcado y no da tregua en la lucha de aguas profundas sobre derechos parcializados. Sus concepciones, por momentos inflexibles y categóricas, hacen posible diferentes entrecruzadas con personalidades reconocidas; pero Florencia tiene el timón para navegar esas mareas conservadoras de manera firme, establecida y sin demasiadas dudas. Hace frente, con una contundente espontaneidad que no piensa -de manera confesa- eliminar de su personalidad (característica enmarcada como soberbia por ciertos veedores), a las consecuencias resultantes de la exposición a más de 230 mil seguidores, argumentando propias metamorfosis de pensamiento, explorando la autocrítica y dando valor al debate abierto.

Como el dicho popular: ningún viento en calma hizo experto a un marinero; o más convenientemente, a una marinera. Florencia tiene el know-how de ello desde temprana edad, y ayuda a quitar vendas de ojos históricos a lo largo y ancho del territorio. ¿Será este relato, el perfil de la persona que haya modificado nuestros paradigmas para siempre?

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