Desde el inició de la pandemia en 2020, en Ecuador se ha promovido el consumo de cine nacional a través de las plataformas Zine y Choloflix, gracias a quienes ha vuelto a difundirse Un secreto en la caja, documental dirigido por Javier Izquierdo que recibió, entre otros, el premio a Mejor director en la edición 2017 del Festival de Cine de la Ciudad de Buenos Aires, BAFICI. La estrategia para la promoción de esta cinta fue distinta a la mayoría de películas ecuatorianas, ya que se estrenó online gratuitamente por 10 días en marzo del año 2016. Han pasado 4 años, pero tomando en cuenta la realidad del Ecuador en tiempos de una crisis sanitaria en la que no han faltado escándalos disparatados, el absurdo al que apunta el film se siente más actual que nunca.
El hilo conductor de esta historia es la entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano en “A fondo” de Radiotelevisión Española, a Marcelo Chiriboga, el autor ecuatoriano exiliado en Alemania oriental en 1977. Esta entrevista, que sería su única aparición televisiva, según se afirma en el documental, es la prueba irrefutable de que Marcelo Chiriboga existió. Las imágenes en blanco y negro, así como la voz pausada y, a ratos, lastimera de Chiriboga marcan la estructura narrativa de esta historia que, más allá de la vida del escritor, cuenta también la de su país; desde la Guerra del 41 hasta su desaparición entre territorio colombiano y peruano. Chiriboga está muerto y Ecuador ya no existe, sin embargo permanecen en la memoria y la palabra de quienes los nombran. Los testimonios de amigos, familiares y especialistas en su obra, se ocupan de reconstruir este personaje, para muchos, desconocido.
El género que explora Javier Izquierdo con Un secreto en la caja es el falso documental; tratamiento poco común en el cine ecuatoriano y que ciertas personas, que no han advertido la ficción que atraviesa la historia, la han tomado como una película basada en hechos reales. En varias ocasiones los personajes mencionan la ingenuidad y la amplia tendencia al olvido que se nos atribuye a los ecuatorianos. Al hablar de su libro La línea imaginaria, Chiriboga le dice a Soler que “Ecuador es un país resentido con la historia”. Se habla de las guerras con el Perú libradas en la selva amazónica y el mapa mutilado por una línea entrecortada que siguió circulando durante varios años, a pesar de haber cedido gran parte del territorio nacional a través del Protocolo de Río de Janeiro en 42. Las dictaduras militares, un terremoto atroz, el ataque que terminó en el incendio de Radio Quito y Diario El Comercio después de haber transmitido una adaptación de la Guerra de los Mundos de Orson Wells, los desfiles con barriles de petróleo que prometían un futuro de riqueza, son solo algunas de las situaciones reales ocurridas en el siglo veinte en Ecuador que se muestran en el documental.
Su hermana cuenta que Chiriboga dejó el país con rumbo a Europa en un barco bananero, después de haber sido censurado por el dictador de turno. Su vida en Alemania es narrada por un pintor berlinés interpretado por Christoph Baumann, quien es un actor alemán radicado en Quito, bastante conocido en la producción audiovisual del país. El relato sobre la vida en el exilio es verosímil; sin embargo, es intercalado con montajes del supuesto rostro de Chiriboga en antiguas fotografías populares de autores del boom latinoamericano, que nos remiten a las escenas de Zelig de Woody Allen, otro falso documental. Son múltiples y evidentes las señales de la ficción, pero no deja de invitar a seguir el juego, a descubrir cómo es que este famoso autor fue olvidado en su propia tierra y cómo, a su vez, su país desapareció del mapa en 1995.
Lo cierto es que Marcelo Chiriboga nació como un personaje inventado por los escritores José Donoso y Carlos Fuentes. Sobre un fondo negro se citan sus palabras sobre el “famoso autor ecuatoriano” en la escenas que inauguran la película, justo antes de las imágenes de archivo de la famosa entrevista. En blanco y negro Chiriboga aparece representado por Alfredo Espinosa, actor que ha interpretado a varios personajes en cine y televisión ecuatoriana, acariciando su barba, encendiendo un tabaco. Es claro, entonces, que la intención del filme no radica en el engaño. A través de este ejercicio de ficción, el director ha tomado un chiste ajeno y lo ha empleado como una vía para contar la historia de un país que a veces parece sacado de un cuento. Es notable la habilidad para tomar retazos de la historia nacional e incorporarlos en la vida del autor ficticio. Asimismo, es relevante observar como se ha incluido una suerte de revancha sobre el origen imaginario y burlón de Chiriboga, dado que en la novela La caja sin secreto, el ecuatoriano se habría inventado a un autor chileno llamado José Donoso. Se indica, además, que sobre Donoso se habrían escrito algunos libros y se le había dedicado incluso un falso documental.
Fuera de la pantalla, en la vida real, Donoso existió y el invento sobre “el escritor ecuatoriano del boom” fue plasmado en sus obras El jardín de al lado (Seix Barral, 1981) y Donde van a morir los elefantes (Alfaguara, 1995). La personalidad y biografía que atribuyó Donoso a Marcelo Chiriboga no es la misma que le dio Fuentes, ni la que que ha construido Javier Izquierdo en su documental. En Un Secreto en la caja, Chiriboga regresó a Ecuador, después de que no le permitieran volver a Alemania por sus comentarios sobre la censura en Berlín en la famosa entrevista. El autor dedicó sus últimos años a escribir una obra desaparecida y falleció en 1990 a los 57 años, poco antes de que el país finalmente desapareciera. Se muestra en la pantalla una animación en que las fronteras se estrechan en un mapa hasta acercar a Perú y Colombia por completo. Este documental constituye un válido ejercicio de memoria y creación que, ojalá, también nos ayude a fomentar el pensamiento crítico en Ecuador. Sin embargo, después de ver el documental de Javier Izquierdo, todavía hay quienes preguntan por la obra de ese tal Marcelo Chiriboga.