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Salvadora, la anarquista de Buenos Aires

Atravesamos el primer cuarto del siglo XXI y la lucha por la conquista de derechos es una llama que atraviesa el tejido social y lo vuelve incandescente.  En este contexto ardiente, Vanina Escales presenta “¡Arroja la bomba!”, reconstrucción de la vida de una representante del feminismo anarco, quien, oculta por la memoria, protagonizó esta contienda durante el siglo pasado.

Salvadora Medina Onrubia nació a finales del siglo XIX y comenzó a escribir en 1910.  Periodista, poeta, dramaturga, cuentista y novelista, activista anarquista y defensora de los derechos de la mujer, su vida es rescatada por Vanina Escales, ensayista y periodista, integrante del CELS y del grupo fundador del Ni Una Menos.  Dos mujeres, 100 años de distancia entre ambas y una meta en común: defender los derechos sociales de las mujeres.  Escales se acerca a Salvadora en un intento de establecer un vínculo de sororidad a través del tiempo con la intención de reconstruir su vida y catapultarla al lugar protagónico que la historia le negó.

¿Por qué alguien desaparece?  Casi todos sus libros quedaron durante décadas en primeras ediciones, con lecturas esporádicas de la crítica literaria.  Pasó a formar parte de la historia como un dato secundario de biografías salientes:  abuela de Copi, esposa de Natalio Botana, amiga de Alfonsina Storni, de Simón Radowitsky, de Severino Di Giovanni y de América Scarfó.  Tuvo un modo singular de ser anarquista porque quiso que las mujeres pudiéramos votar, fue también teósofa y espiritista.  Sin embargo, ninguno de esos términos hace justicia a su modo personal de habitarlos.

Es una novela ensayística, ya que Medina Onrubia, con una vida digna de pertenecer a la ficción, aparece presentada como un personaje novelesco.  Pero, en definitiva, el libro es un ensayo sobre los orígenes del movimiento feminista en Argentina y un alegato a favor de las luchas que vivieron aquellas primeras mujeres que se atrevieron a la militancia, pero también a muchas otras cuestiones que los paradigmas de la época no concebían como dignos de ser llevados a cabo por una mujer.

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Salvadora, madre soltera y casi adolescente, llegó a la populosa Buenos Aires desde su provincia natal (Entre Ríos), con un bebé en brazos y todas las ganas de luchar por abrirse camino con su palabra y sus ideales.  Escritora y periodista, utilizó también estas herramientas para su lucha política que desempeñó con desenfado y prepotencia.

Salvadora tenía casi dieciocho años cuando nació Carlos, “Pitón”, el 20 de febrero de 1912.  Antes de que dejara Gualeguay, a fines de 1913, había ensayado en El diario de Gualeguay sus primeras colaboraciones, pero ya pensaba en Buenos Aires y en “ganarse la vida” escribiendo.

“¡Arroja la bomba!” reúne un tesoro de hallazgos históricos rescatados de testimonios orales y escritos diversos de quienes conocieron a Medina Onrubia a nivel personal y, hasta en algunos casos, la acompañaron en su militancia.  Al avanzar en su lectura, encontramos una reconstrucción histórica seria, precisa, dinámica y hasta novelesca, con ribetes sumamente interesantes que impiden al lector abandonar su tarea.  La presencia de Vanina Escales se entrecruza en el armado y se resuelve en conexión feminista con Salvadora.

Gloria Machado Botana estaba estudiando las propiedades de las runas celtas cuando la conocí.  Era la única de la familia que seguía los pasos de Salvadora en la investigación del mundo paranormal.  Primero nos juntamos en un café cerca de su casa.  Entró tan coqueta y de peluquería que yo, tan de jean y cola de caballo entendí que después de años de negarse, hablar sobre Salvadora merecía una performance a la altura (…) Ella y su hermana Mireya “Yunga” eran “sobrinas carnales” de Natalio Botana, y fueron criadas por Salvadora tras la muerte de su madre.

La lucha de Salvadora estuvo siempre encuadrada en los lineamientos del anarquismo y se negó a reconocer la fuerza y popularidad que desarrolló en los ’40 el movimiento peronista, al que nunca reconoció como popular y mayoritario.  Es más, previo a ello, había apoyado el golpe contra Yrigoyen y terminó siendo víctima de cárcel y tortura de aquellos a quienes respaldó.

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El diario Crítica, que ella siguió dirigiendo después de la muerte de Botana en un accidente automovilístico, terminó vendido bajo presión del gobierno peronista en 1951.

Una vez despojada del diario, comenzó un largo y estéril peregrinar por juzgados que continuó cuando la Libertadora devolvió los diarios a todas las familias menos a los Botana.  Los talleres de Crítica se los dieron al editor de El Correo de la Tarde, de Francisco Manrique.  El diario Clarín se imprimía en esos mismos talleres y Salvadora hacia el final de “Crítica y su verdad” reitera su denuncia contra Roberto Noble:  si no le devolvían el diario era porque a Clarín le interesaba quedarse con esos talleres.

La vida de Medina Onrubia se destacó por el desparpajo de sus costumbres que esquivaban cualquier moral burguesa de la época.  Muy amiga de Alfonsina Storni, existe un absoluto paralelismo en las maneras en que ambas encararon su existencia.  Sus primogénitos nacieron el mismo año, ambas fueron seducidas y embarazadas en sus provincias natales y se aventuraron a la gran Buenos Aires defensoras del amor libre que promulgaron desde sus escritos.

Alfonsina nunca zafó de la descripción “madre soltera” ni de que en cada presentación la llamaran “la señorita” Storni.  Salvadora evitó el moralismo gracias a su inscripción en el anarquismo y luego con la “bendición patriarcal” de un hombre que le dio su apellido al guacho:  Botana.

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Pero Salvadora se embarcó en la lucha política que le valió cárcel, tortura y exilio.  Participaba de protestas, enarbolaba banderas rojas y hasta armaba y arrojaba bombas molotov.  Fue la primera autora argentina en escribir teatro anarquista y cuentos lesbianos y aborteros.  En su vida juntó intelectualidad y lucha social.  De militante política, con un alto y escandaloso perfil, llegó a ser millonaria y teósofa, pero sin abandonar sus convicciones y principios de amistad y ayuda mutua, ni esa actitud excesivamente libertina para la época.  Su existencia absolutamente novelesca, estuvo teñida por el escándalo:  desde los conflictos matrimoniales que en algunos casos fueron casi públicos, el suicidio de su primogénito Pitón, apenas adolescente, hasta la carta cargada de odio hacia ella que publicara su hija Georgina, ya adulta.  No escatimó ninguna oportunidad para exponerse como protagonista de una atractiva ficción.  Sin embargo, la memoria la ocultó detrás de la destacada figura de su marido y no le permitió siquiera asomar, a pesar de su incansable contienda por superar esa brecha de género.

…se adelanta cuarenta años en plantear el feminismo de la diferencia no ya la lucha por la igualdad institucional con los hombres y la distribución reformista de permisos patriarcales, sino una cultura propia, un nuevo orden simbólico del colectivo de las mujeres. (…) “No queremos los derechos de los hombres. (…) Nosotras solo queremos ser mujeres en toda nuestra espléndida feminidad”.

“Mil claveles colorados”, un libro inédito de Medina Onrubia, está incluido en esta primera edición.  Escales lo rescata en una de las charlas con María Moreno, mientras estaba trabajando en la reconstrucción de la vida de Salvadora.  Esos claveles no son flores y fueron escritos como ofrenda ante los asesinatos de Severino Di Giovanni y Kurt Wilckens, compañeros de lucha y militancia revolucionaria.

Con una prosa ágil y fluida, Vanina Escales restituye a la memoria colectiva la imagen de Salvadora como un ícono de la epopeya feminista del siglo XX.   En definitiva, el libro tiene la enorme intención de empoderarla al sitio que le fue vedado y que sin ninguna duda le corresponde por su incansable y abnegada lucha.

 

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