Patricio Pron

Patricio Pron: ‘Me han dejado prácticamente sin memoria’

*La fotografía de Patricio Pron es de Vasco Szinetar.

  • ¿Cuál es tu libro pendiente/postergado más vergonzoso?

No tengo la impresión de que existan libros de lectura obligatoria; por lo tanto, tampoco creo que uno deba avergonzarse por no haber leído uno u otro. Admito que yo sólo he leído fragmentos de En busca del tiempo perdido y nunca con mucho entusiasmo, pero que esto no me avergüenza. (Quizás diese más vergüenza admitir que uno ha leído ciertos libros, no sólo por los libros en sí, sino también por la enorme credulidad, la paciencia y el tiempo que uno ha empleado en ellos: allí sí que no hay ninguna oportunidad de recobrar el tiempo.)

  • ¿Cuál es tu T.O.C. en la vida cotidiana? ¿Y tú T.O.C. como escritor?

Una cierta forma de configurar la página de Word, la inflexibilidad en el uso de ciertas tipografías, el uso de libretas numeradas para anotar ideas, el mantenimiento muy laborioso de un diario de lecturas. (También la escritura de los sueños, algo relativamente inútil que hago desde hace unos veinte o veintiún años.)

  • ¿Alguna vez robaste un libro? ¿Cuál, dónde y por qué?

Entre los doce y los catorce años de edad trabajé los sábados en una librería de segunda mano de Rosario llamada “La Feria del Lector”; allí robé muchos libros, que siempre prometía devolver cuando me los llevaba, pero, sobre todo, aprendí de nuestros “clientes” (que eran los mejores en la materia) cómo robarlos. Después robé muchos en diferentes librerías, casi siempre sin ser descubierto: una vez, después de haberlo hecho sin saber nada sobre el libro, lamenté haber robado El retrato de Dorian Gray; seguramente mi propio retrato se debe haber corrompido un poco más tras el robo.

  • ¿Cuál fue el último libro que no pudiste terminar de leer y por qué?

Uno del autor español más respetado del momento, que evidentemente prefería la respetabilidad a la autoría y cuyo libro era completamente inane, una especie de Saul Bellow sin Saul Bellow y sin casi nada en su reemplazo.

  • ¿Qué premio no estarías orgulloso de recibir?

Los premios son todo un tema, por supuesto. Supongo que no me agradaría obtener el Vargas Llosa, por el talento del autor que le da nombre para encarnar todo lo que no me interesa de la existencia social del escritor en este momento histórico. Claro que no siempre uno es consultado sobre los premios que se le dan, así que es mejor buscar razones para sentirse orgulloso en otro sitio, por ejemplo en lo que uno ha escrito ese día, sin premios ni gratificaciones más o menos inmediatas.

  • ¿Cuál fue la primera palabra que pronunciaste?

Voy a preguntárselo a mis padres en la primera oportunidad que tenga.

  • ¿Cuál es tu palabra preferida? ¿y la más odiada?

No me gustan los gentilicios, y “apátrida” me parece una palabra atractiva por varias razones.

  • ¿De qué título te hubiese gustado ser autor?

De muchos, por supuesto: Diario de la guerra del cerdo, El estetoscopio de los solitarios, Los libros de la guerra, Nombre falso (por mencionar sólo tres o cuatro y únicamente de autores muertos que siguen siendo fundamentales para mí).

  • ¿Cuál es el libro que más has subrayado?

Quizás uno de los que más he subrayado es el Ulises; sin embargo, Esteban Feune de Colombi fotografió mi ejemplar de una de las primeras biografías de Macedonio Fernández para su proyecto “Leídos” de hace un par de años. Está muy subrayado también mi ejemplar de los poemas de Philip Larkin.

  • ¿Recuerdas dónde y en qué época leíste ese libro?

Al primero lo he leído varias veces a lo largo de mi vida, la primera vez cuando tenía diecisiete o dieciocho años; el de Macedonio es posible que lo haya leído antes, y al de Larkin lo leí hace dos años.

  • ¿Qué frase recuerdas haber subrayado y que haya quedado grabada en tu cabeza?

Ninguna: años de excesos farmacológicos me han dejado prácticamente sin memoria, lo cual es una pena (o no). Ahora mismo, sin embargo, creo que sí puedo recordar una frase, leída en un cómic de Tintín y subrayada por lo pertinente que resultaba para describir mi estado: “Mi memoria no es lo que era. ¿Y cómo era? No lo recuerdo”.

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