Todos lloraban tu tierra,
Llorona, tu tierra ensangrentada.
Sollozos de un pueblo herido,
Llorona, y de su voz silenciada.
La llorona de los cafetales – Versión de la canción popular
Las heridas históricas son un monstruo particular, una presencia fantasma que resiste a la tumba del olvido. El movimiento del Tercer Cine, integrado, entre otros, por el Grupo Cine Liberación (fundado a fines de los 60’) de Solanas, Getino y Vallejo es pionero en considerar al cine como una manifestación artística capaz de incidir en la realidad y, con sus producciones locales, enfrentar la neocolonización. En los últimos años, el imaginario latinoamericano sobre los problemas estructurales de la región fue reinterpretado bajo la lente del género terror. El “nuevo terror latinoamericano” está construyendo un mapa filmográfico de horrores pasados y presentes.
El cine de género terror se basa en emociones humanas primarias: el miedo y el dolor. Existen miedos universales e infinitos, como el miedo a la muerte. Pero hay miedos que responden a un contexto particular. En Latinoamérica el terror está empezando a focalizar en estos miedos locales. Laura Casabé, directora de Los que Vuelven (2019, Argentina) cita como inspiración a un maestro del terror político: George A. Romero. Él convirtió al subgénero de zombies en una metáfora social. Su obra cumbre Night of the Living Dead (1968) es una alegoría a la discriminación racial estadounidense.
El protagonista es un hombre negro que logra sobrevivir un apocalipsis zombie y liderar a un grupo de sobrevivientes, pero que muere hacia el final por una bala policial. La metáfora se explica sola. Casabé toma este arquetipo de zombie y lo lleva a la selva Misionera en 1920, donde una familia de hacendados blancos dueños de yerbatales explota a un grupo de guaraníes para estas tareas, y para servidumbre. La señora de la casa le demanda a su criada Kerana (referencia al mito de la madre de los 7 monstruos guaraníes) que le pida a La Iguazú que reviva a su hijo muerto, la criada cumple, aunque pactos así tienen un costo. El niño vuelve, pero con el vuelven muchos más, víctimas de la tierra arrasada. Estos zombies asustan con su presencia, con sus ojos negros y muertos que son una puerta a la muerte. Acorralan a sus patrones con una mirada que no pueden apartar hasta que ellos se hagan cargo del dolor y violencia colonial del que fueron parte.
En Vuelven (Los Tigres No Tienen Miedo) de Issa López (2017) se trabaja el actual problema que tiene México con la violencia del narcotráfico. Es la historia de una niña en una ciudad remota pierde a su madre en manos de un cartel. La ciudad parece perder cada día a sus figuras adultas, que son las figuras de protección, dejando a niños huérfanos y solos. Por eso, deben organizarse entre ellos en pequeñas comunidades para sobrevivir y escapar de los narcos que los quieren cooptar para servir en su cartel. Los fantasmas de esta violencia son presencias palpables que los persiguen en todo momento. Y les piden ayuda.
En línea con el arquetipo del fantasma, una notable película es La Llorona (2019, Guatemala) de Jayro Bustamante, que incorpora a los hechos históricos la dimensión de la mitología. Crea, retomando y retrabajando la popular leyenda de La Llorona, una fábula sobre el genocidio maya-ixil. Incorpora lenguas mayas y un cameo de la activista y Nobel de la Paz Rigoberta Menchú.
La trama sigue a un viejo dictador guatemalteco que es enjuiciado por un genocidio contra la comunidad maya ixil cometido durante su tiempo en el poder. Es condenado, pero revocan su condena. Él y sus parientes mujeres (esposa, hija y nieta) se encierran en su mansión porque afuera acechan manifestantes que piden justicia. Cuando reciben a una nueva integrante a su servidumbre maya, una joven silenciosa de cabello negro y largo, el viejo dictador empieza a escuchar por las noches un llanto desconsolado de una mujer que lo enloquece. Él sabe quién es y qué quiere, ese llanto sólo pueden escucharlo los culpables.
El personaje del dictador es, según su director, un arquetipo de dictador latinoamericano creado a partir de las similitudes que estas personas tuvieron en su vida personal. Resuena especialmente con Efraín Ríos Montt, quien estuvo en el poder cuando se cometió el genocidio contra la comunidad maya-ixil que dejó más de 1700 muertos, durante el conflicto armado interno de Guatemala (1960-1996). Este genocidio quedó impune en el país. La Llorona es la famosa leyenda latinoamericana de una mujer que mata a sus hijos ahogándolos y por su crimen se transforma en un alma en pena que llora por ellos y los busca cerca del agua. En la película, esta mujer es una maya que trabaja en un cafetal y tiene hijos que la dictadura asesina ante sus ojos previo a asesinarla a ella. Esto la convierte en un fantasma vengativo y redentor que enloquece a los culpables con su llanto desconsolado.
Estas historias de violencia encuentran una forma de ser exorcizadas bajo las convenciones del terror. Almas con asuntos pendientes que no les permiten cruzar hacia el otro lado, zombies que perdieron su esencia, estas son imágenes que metaforizan la historia silenciada y la violencia injusta, que deja víctimas y familias destrozadas, de una manera que no tiene correlato en la palabra. A través de las imágenes aterradoras, se llega a expresar algo más cercano a la naturaleza del miedo, tan profundo que hace que las palabras mueran antes de poder ser articuladas. Frente al dolor infinito el silencio paralizante acecha, pero la imagen salva. Latinoamérica tiene infinitas historias de dolor. El terror es un portal, una posibilidad de redención que se da sólo si se mira al monstruo a la cara.
Muy bueno! Me dieron ganas de ver todas las películas.