Enrique Vila-Matas

«Kassel no invita a la lógica», de Enrique Vila-Matas

 ILUSTRACIÓN: Kassel no invita a la lógica, de Enrique Vila-Matas. Por Patricia Gutiérrez.

 

[…] Nunca fui de los que fueran las que fueran las circunstancias, daba media vuelta si algo no le gustaba y apretaba a correr; siempre he sabido que sólo hay un único campo de batalla sin escapatoria. Digo esto porque, nada más entrar en el Dschingis Khan vi la rancia mesa redonda y no podía casi ni creerlo: al fondo del mustio rincón que me habían asignado había una especie de camilla con un horrendo florero y un gastado y ya envejecido cartón amarillo donde se leía: Writer in residence. Y, aun así, no salí corriendo.

Yo, que tantos hombres había sido (pensé parodiando a Borges), era ahora tan sólo un escritor residente al que habían invitado para que montara un número chino. Y se notaba, para colmo, que el cartel lo habían manoseado en las semanas anteriores un largo número de escritores invitados, de los que retenía algunos nombres: Adania Shibli, Mario Bellatin, Aaron Peck, Alejandro Zambra, Marie Darrieussecq, Holly Pester.

Pero sabría soportarlo.

Con dignidad me sentaría en mi cadalso.

A algunos de esos escritores les conocía, pero había preferido no pedirles por e-mail que me contaran cómo habían resuelto artísticamente la obligación de sentarse cada día en aquel ingrato rincón. La verdad es que con los escritores uno se puede emborrachar, pero nunca querer resolver al unísono las dificultades técnicas que uno y otro tienen en sus respectivas vidas o novelas o residencias chinas. Porque verles hablar de esas cosas a dos escritores es tan penosos como ver a dos futuras madres comentar detalles de sus respectivos embarazos y creer que están hablando de un único asunto.

A aquella hora de la mañana, no había clientes en el oscuro y tópico, no muy atractivo restaurante, sólo unos cuantos empleados, unos eran cocineros y los otros camareros. También había una señora china que sentada junto a una gran pecera en una mesa llena de papeles, se dedicaba, a la vista de todo el mundo, a llevar la contabilidad del local.

Como ni un solo empleado se molestó siquiera en saludarme y, es más, se comportaron todos con una notable indiferencia cuando no antipatía, comprendí enseguida que me veían sólo como un elemento peligroso, un eslabón más de una pavorosa cadena de plumíferos de la que yo formaba parte, lo que me hizo intuir que los anteriores a mí habían dejado allí, por lo general, un pésimo recuerdo. Es más, por algunas miradas e desprecio que me pareció que me enviaban algunos de los cocineros, se notaba que habían acumulado más de mil motivos diferentes para tenérsela bien jurada a los escritores.

Aproveché que era tan mal acogido para preguntarle a Pim qué creía ella que debía hacer yo con mi lápiz y mi goma borradora y mi cuaderno rojo, allí en aquel ligar un tanto inhóspito de las afueras de Kassel.

No había, por otra parte, ningún lector que hubiera acudido a verme a aquella hora tan central de la mañana, lo cual no era extraño si se tenía en cuenta que mi horario en la mesa del chino no había sido anunciado en parte alguna de la ciudad o de Internet y sólo un cartel en la puerta del restaurante y otro en mi mesa indicaban que yo estaba allí dentro, a merced de cualquier imbécil con vocación de cotilla que deseara espiar lo que escribía.

-¿Crees que este desapacible miércoles alguien va a molestarse en tomar un autobús de la Auedamm con la idea de venir a espiar lo que yo aquí escriba?-le pregunté con todo el sentido común del mundo.

Estaba esperando su respuesta cuando entró una señora alemana de más de ciento veinte kilos de peso y habló muy brevemente con Alka o, mejor dicho, Alka habló con ella en un tono muy chillón, y algo debió de contarle Alka porque, segundos después, aquella señora avanzaba hacia mí con un entusiasmo descomunal.

Writer, writer, writer!-gritaba alborozada, como si en su vida hubiera visto un escritor antes.

Me soltaba y luego volvía a abrazarme y a gritar lo de writer, writer.

La risa innecesaria de Alka.

-Sí, soy un writer-dije molesto-.¿Y qué?

 

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