Radio Days

Infancias moduladas a lo Woody Allen

Woody Allen establece un vínculo particular con el cine. Propone una familiaridad, una gracia para contar que cautiva, que atrapa. En particular, hay una película que nos invita de forma nostálgica a zambullirnos en la vida de una familia judía y su vínculo con la radio en los años 40:Radio Days’. Grabada en 1987 cuenta, desde el prisma de lo cotidiano, una forma de habitar un lugar y una época. 

Screenshot 2023-04-05 6.37.55 PMHay existencias atravesadas por el contexto. Segunda Guerra Mundial, recesión económica (Great Depression), auge de la cultura de masas. Toda una síntesis evocadora de la infancia del director en su barrio neoyorquino clase mediero de Queens.  Mediante una voz en off íntima, infantil (más bien inocente) nos presenta a la radio como narrativa de la vida afectiva familiar, sin escatimar en humor y absurdos, como nos tiene acostumbrados. No alcanza con la evocación nostálgica para traer una película a nuestra época. Se esboza una construcción tan fidedigna de los personajes, de la familia, en la que pude ver a mi abuela mirando ‘División’ Miami en el living, a mi vieja con Tato Bores y la  ‘La biblia y el calefón’. Hasta vi a mi viejo con el partido de Boca los domingos y a mi hermana perdida en la trama de ‘Chiquititas’.


Lo que cuenta Allen es una forma de correrse de lo mundano,  de protegernos de los peligros y estar a salvo, aunque sea por un rato. Me gusta pensar en lo normal maravilloso. Para eso, aparecen dos realidades: por un lado, el mundo del espectáculo radiofónico, exultante, presuntuoso y con esas vidas que aparentan brillosas, perfectas. Por el otro, la familia judía, aspiracional, anhelante, la esperanza hecha rutina y vida misma. Quizá haya algo con abstraerse un poco de la realidad, porque eso hacen las ficciones: juegan a habitar vidas ajenas; en lo posible, idílicas. Hay un registro de querer ser parte, de acercarse a esa vida en forma de voz, de canción que nos retrotrae al presente de alguna forma. 

Es que hoy, cuesta menos. Plataformas, YouTube, auriculares, internet, Spotify. Incluso, todo lo contrario al esfuerzo… con muy poco se puede disfrutar del sonido angular. Una conexión de wifi, la radio del auto, la televisión. En aquellos tiempos, escuchar implicaba un rito, un ejercicio para ¿distenderse? ¿Informarse? ¿O dejar que el cuerpo nadase por las propuestas del swing jazz? Y ahí radica uno de los nodos de la obra de Allen: la música. En los medios tiempos, el stop, la aparición novedosa del riff, las melodías, ahí está todo. La música. La película dialoga con el clima de época como pocas. Glenn Miller, Cole Porter, Frank Sinatra, Duke Ellington, Carmen Miranda aclimatan los episodios y peripecias diarias. Un joven Joe Neederman (personaje interpretado por el director) juega a las batallas bélicas con sus amigos, piensa en submarinos alemanes invadiendo las costas yankees y hasta la invasión alienígena de la Guerra de los mundos  de Orson Welles aparece en escena.


”(…)La escena es Rockaway, mi infancia, es mi antiguo barrio y perdón si tiendo a romantizar el pasado.  El clima no siempre era tormentoso como este pero yo lo recuerdo de esa forma. Porque así era más hermoso. En esos días la radio constantemente sonaba en nuestra casa. Mi madre nunca se perdía su show favorito: “Breakfast with Irene and Roge”. (…)”

Screenshot 2023-04-05 6.53.09 PMYa en el zaguán de la película palpamos una reivindicación de la costumbre, del contexto hogareño como un lugar sagrado y cubierto bajo un velo de embellecimiento. Es allí donde se pone en tensión la sensibilidad más fina y genuina del film, donde hay infancias que se saben comunes. La constante, el patrón, la repetición como mantra para transitar la existencia. El autor de Midnight in Paris  halla en sus tías, en primos y amigos, un hilo conductor que los vincula con una realidad que les excede. Y una realidad que también los hipnotiza:

“(…) Esto no puede ser. Este niño necesita disciplina. La radio, está bien de vez en cuando. De lo contrario, infunde malos valores, hábitos perezosos. Escuchar esas historias llena de estupidez y violencia no es forma de educarlo (…)”

En el diálogo en cuestión el profesor de la escuela hebrea se queja ante los padres del joven Allen. Es que la plata destinada a recaudar fondos para constituir un nuevo estado en Palestina fue desviada por el joven Allen en un anillo de su personaje de radio favorito: Vengador enmascarado). Ayer la radio, hoy los Tik-Toks, las redes, el stream, la Playstation. Todas formas de desconectarse ¿o conectarse? Vale la pena preguntarse cómo trabaja nuestra memoria, nuestros deseos con nuestro contexto de híper-mega conectividad. Pensar en las referencias, en nuestros referentes, en la vida que nos muestran. Se trata, como en la película, en ver reflejadas y canalizadas nuestras ansiedades, nuestras preocupaciones. Distenderse quizá en el humor, en la pasión, el absurdo, lo que fuera que estemos buscando. La radio, con sus derivaciones, sigue provocando ese velo de ficción necesaria y liberadora en los tiempos que corren.

De forma fragmentada, recurso frecuente y marca destacada del director, la estructura narrativa del  film goza de  fluidez, de un tempo que se percibe a tono con la época que corre.  En este ida y vuelta entre dos mundos, con la voz en off que acompaña, hay algo que atrapa. En la intimidad, en el detrás de escena del mundo del espectáculo, estamos nosotros, ávidos consumidores, oyentes.

Traer la memoria, envolverla en un relato y ponerle sonido. Quizá, en este mundo de redes digitales,  ritmo cósmico, infosferas*, ir a buscar en el pasado algún buen recuerdo traiga un poco de aire para saber, en definitiva, quiénes somos.

*Berardi, Franco. Respirare. Caos y poesía (2019).

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