Una chica se acerca con miedo, pide permiso para interrumpir la conversación y deshace el círculo formado por seis personas: «Disculpa, ¿te puedo abrazar?» Le interesa sólo una. Elvira Sastre gira su cuerpo, le dice que sí, por supuesto y la chica rompe a llorar.
La RAE define la palabra furor como el momento de mayor intensidad. Este llanto, en sus distintas formas de existencia, se repetirá más adelante en varias ciudades del mundo, pero Elvira no lo sabe todavía. Ahí, en la Feria Internacional del libro de Bogotá 2015, se dedica a responder a las cámaras, firmar una fila de autógrafos, recibir aplausos sonriendo modestamente en una mesa donde ella es la más joven del panel.
La poeta Andrea Valbuena no duda responder en una entrevista al Diario Publicable, que no sería la persona que es si no hubiera conocido a Elvira. “No sería yo”. El poeta Fernando Valverde escribe estas palabras en el prólogo del poemario Ya nadie baila: “Hubo un tiempo en el que la poesía fue capaz de convocar a la gente”. Después explica que la poesía terminó encerrada, cosa que hoy, en voces nuevas, se revierte.
La liberación de la poesía ha ocurrido en los países que Elvira ha visitado, muchas de las presentaciones con entradas agotadas, obligando a abrir nuevas fechas. Así, y en el mundo digital, va repartiendo versos de sus cinco poemarios: 43 maneras de soltarse el pelo, Baluarte, Ya nadie baila, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida y Aquella orilla nuestra.
Un día, en un cuarto, graba un video que sube a YouTube con un poema que dice: “Quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito”. Luego, la poesía hace con ella: publicaciones con las editoriales Valparaíso, Visor, Alfaguara, entrevistas en medios internacionales, club de fans en más de cinco países, traducciones literarias a poetas como Rupi Kaur y Oscar Wilde, presentaciones en México, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Italia y distintas ciudades de España, una columna semanal en El País, el premio La Sombra del Ciprés 2018 por la mejor escritora del año, el premio Joven solidario DO La Mancha 2018 galardón que dona a dos ONG’s, el premio Biblioteca Breve 2019 por su primera novela Días sin ti, editada por Seix Barral, un perro llamado Tango, un perro Viento, un jardín, un amor, un hogar.
Elvira Sastre nació el 17 de junio de 1992 en Segovia pero vive en Madrid, es escritora, filóloga inglesa y traductora literaria. Por la intensidad de sus poemas algunos la daban por muerta o a punto. Ella resuelve la confusión señalando que ha leído mucho y por eso tiene tantas vidas por dentro. Eso y la suma de sus experiencias encendidas, la vuelve autora de estos versos:
No he superado este dolor / porque aún no he desaprendido el placer de mis heridas. / El día que deje de escribir / y alguien me aplauda/ sabré que existe la inocencia. (1)
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Blanca Sanz y Antonio Sastre se conocieron estudiando Magisterio. Él, bohemio de la clase, cursó el Certificado de Aptitud Pedagógica, escribe teatro para niños y hoy dirige el colegio donde empezó siendo profesor. Ella, de apuntes perfectos, justiciera y líder de movimientos estudiantiles, opositó para funcionaria del Estado. Ambas raíces engendraron la calma que hoy es Elvira Sastre, sus padres son el sitio al que siempre vuelve.
Llevas más de medio siglo a las espaldas / pero en tus ojos / algunos días / a media tarde/ cuando el reloj hace sombra / con tu libro y tu café / se te inundan los ojos de primaveras /
y por un momento parece/ que vuelves a estar en tu habitación de niña. (2)
Hay una foto en la habitación de sus abuelos donde Blanca demuestra belleza y Elvira se la otorga inmediatamente a su hermana mayor, Irene Sastre, aclarando la similitud. En cambio, físicamente dice que es Antonio quien le ha pasado sus rasgos a ella, incluso el carácter: se definen tranquilos, les gusta que los cuiden pero son de cuidar. Prefieren que sea el otro el que dirija, pero ellos mandan sobre lo suyo. También, describe conscientemente, son cabezotas, callados, tiernos y solitarios.
Antes de la poesía vinieron tus manos / tu rostro en mi espejo /
tu letra en mi mesilla de noche / tus libros en mis ojos /
tu conocimiento sobre mi almohada. (3)
La memoria de Elvira es mala, no enfoca un recuerdo de su infancia en particular, pero las emociones sí le brincan. Vuelve a los viernes por la tarde, por ejemplo, a eso de las siete, cuando terminaba el colegio, comía y se iba a la biblioteca para volver a casa cargada de cuentos, novelas, cómics: esa felicidad. Piensa en los baños que duraban dos horas porque se metía a la bañera con un libro hasta que la piel se le arrugaba. No había privacidad, la preocupación maternal de que algo le pasara no permitía echar el cerrojo de la puerta, pero era un momento propio. La intimidad no tiene que ver con el seguro de la puerta. La inocencia tampoco.
Hay una Elvira pequeña que no se sobrepone ante un drama personal. Dormía con todos sus peluches y les tapaba los pies para que ninguno pasara frío. Cuando fue a Disney, París, sus padres le compraron un Pluto pequeño, su favorito, sin más. Ya de vuelta a Segovia paseando una tarde fría, lo llevó debajo del abrigo para tenerlo cerca y en el camino se cayó. Cuando se dio cuenta al llegar a casa, fue todo triste. “Me sentí culpable pensando que estaría solo y pasando frío a saber dónde”. Esa locura, dice, tiempo después se volvería amor por los animales.
¿Su color favorito? Amarillo. ¿Un héroe de ficción? El Corsario de Hierro. ¿Una heroína? Xena. ¿Qué cualidad aprecia más en un hombre? Bondad. ¿Y en una mujer? Bondad. ¿Su principal defecto? Orgullo. ¿Qué hábito ajeno no soporta? El desorden. ¿Cuál es el estado más típico de su ánimo? Cierta inestabilidad. ¿Qué defectos le inspiran más indulgencia? La torpeza. ¿Tiene un lema? Haz lo que te haga feliz. ¿Y su ideal de felicidad? Una vida en calma ¿Qué don de la naturaleza desearía poseer? Hablar con los animales. ¿Cuál sería su mayor desgracia? Que falte quien quiero. ¿Cómo le gustaría morir? Tranquila.
En algún momento fue una adolescente despistada, de reírse mucho en clases, prestar más o menos atención, pero siempre cumplía. Un nivel de exigencia bastante alto desde pequeña. En esa etapa temprana de su vida brota la sensación del amor imposible, alargada durante años, que le dio herramientas para conocerse y enfrentarse con los sentimientos al porvenir.
Lleva un trato justo con la soledad, se acompañan, el espejo en cambio no es su gran amigo porque la timidez le gana de antemano. Nunca se ha planteado si se sabe hermosa, si se ha visto así. Al ego intenta evitarlo cuando puede, es limitado, pero sabe que habita un mundo donde las mujeres no tienen permitido un ego estratosférico, el resto se encarga rápido de buscarles inseguridades, humillación. Allí planta bandera para decir que aun así está orgullosa de sus valores, luego de un exhaustivo análisis para no equivocarse, defiende su trabajo por encima de todo. Fernando Valverde, en el mismo prólogo también dice: “Sólo Elvira Sastre va a poder evitar que Elvira Sastre se convierta en una de las grandes poetas de España”. El nivel de exigencia bastante alto, que sigue ahí.
No se arrepiente de nada aunque viva en el pasado pensando en el futuro. Es geminiana, y a eso le asigna su dificultad de decidir entre las pequeñas cosas, pero a las grandes no las duda. Su rostro casi inexpresivo se altera ante las luchas que cree necesarias. Usa lo que tiene para lo que quiere: denuncia malos servicios por redes sociales, es parte de campañas de concienciazación sobre el cuidado de los animales, crea fondos económicos para sus protectoras, habla sobre la diabetes, la salud física, psicológica y sexual, sobre la visibilidad LGBT, sobre la igualdad de género.
Quien me conoce sabe que no es fácil hacerlo / por eso la mayoría huye al principio /
por eso los pocos que lo consiguen se quedan para siempre. (4)
En sus ojos el mundo se ve sensible, viaja con un halo de tristeza del que aprende. Sale de casa sin el teléfono, vuelve a la vida en los parques para ser fuente de poesía. De la nada se le forma un ruido lento, seco, que martillea y se hace más grande: es el poema, físicamente se aloja en el pecho y la garganta. Una bolita de aire, un eco que va ocupando más espacio y tiene que salir para no ahogarse.
(1) (4) La poesía jamás te olvidará – Elvira Sastre*
(2) Mamá, tú no cumples años, cumples sueños – Elvira Sastre
(3) Antes (poema a la manera de mi padre para mi padre) – Elvira Sastre
Impostura y oquedad, paradigmas de la literatura posmoderna.