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David Lynch, el mago entre dos mundos

 

Aproximaciones a la tercera temporada de Twin Peaks.

 

Está sucediendo otra vez

El capítulo 8 de la tercera temporada de Twin Peaks comienza como cualquier otro. El clima es oscuro, inquietante. Apenas doce minutos después, la continuidad argumental se interrumpe para dar paso a la música de Nine Inch Nails, que divide el capítulo en dos y marca el clima de uno de los más perturbadores y aterradores episodios de una serie de televisión. Como señalan los posters de Showtime, retomando una frase de la serie: “It is happening again”. Está sucediendo de nuevo. Así como en los años 90 Twin Peaks revolucionó la televisión, el pasado 2017 David Lynch hizo historia otra vez.

Se nos cuenta que una bomba atómica sería el origen del mal en la tierra. Lynch elige no utilizar diálogos sino imágenes en blanco y negro, llevándonos al centro mismo de la explosión. Es un capítulo bellísimo, surrealista, experimental, clave para entender la importancia de este regreso y la mitología de la serie. Quienes no hayan visto las primeras temporadas o la película Fire walk with me, igual podrán disfrutarlo como quien admira un cuadro o una melodía. El arte no necesita explicación. La experiencia de Twin Peaks excede lo intelectual, arrastra al espectador a través de la belleza de las imágenes y de la maestría de Lynch para crear situaciones. El espectador que se permita adentrarse en este mundo, difícilmente salga de él sin sentirse profundamente conmovido, movilizado en un nivel profundo por algo diferente a todo lo que había visto.

La luz y la oscuridad

Una de las historias fundamentales que nos cuenta Twin Peaks es la de la eterna lucha entre el bien y el mal. Kyle MacLachlan hace un excelente trabajo representando lo que podríamos llamar diferentes “yoes” o duplicaciones de la figura de Dale Cooper, el agente del FBI que llega a Twin Peaks en la primera temporada para resolver el asesinato de Laura Palmer.

Por un lado, tenemos a “Mr C.”, el doble malvado de Cooper que al final de la segunda temporada salió de la Logia Negra. Mr C. es un ser incompleto. Busca algo. Busca a alguien. No sabemos bien por qué ni para qué, pero su búsqueda es una parte fundamental de la tercera temporada.

La contrapartida de Mr C. es Dougie Jones (en realidad se trata de Cooper sin memoria ni identidad, recién salido después de veinticinco años de ese lugar misterioso y fascinante que es la Logia Negra). Dougie representa la ternura, la bondad, todo lo puro que encontrábamos en el agente Cooper. Es un niño descubriendo el mundo, y también es un ser carente que busca algo que desconoce y donde los demás, como en un espejo, reflejan lo que quieren ver. Tal vez como todos nosotros, es alguien arrojado a un mundo que no comprende.

¿Dónde queda la identidad cuando la memoria desaparece? Sabemos que Cooper sigue ahí porque Dougie reacciona a ciertos estímulos: el sabor del café y de la tarta de cerezas, las primeras notas de una melodía, la visión de una placa policial. Hay una memoria del cuerpo que parece sostener lo que de otra manera estaría perdido. Sin duda, el tema de la identidad es uno de los grandes asuntos que problematiza la tercera temporada de la serie.

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¿Quién mató a Laura Palmer?

La primera Twin Peaks, en 1990, giraba alrededor de esta pregunta no resuelta. La incógnita funcionaba como motor y condición de posibilidad del relato. Sin embargo, la televisión de la época no parecía preparada para una historia que se sostenía con su propia narrativa y que no tenía como fin último el develamiento de una verdad. En la segunda época, la cadena ABC prácticamente obligó a los guionistas a revelar quién era el asesino de Laura Palmer, y Lynch se alejó del proyecto. Entonces algo se perdió en la serie. Algo que solo se recuperaría al final de la etapa, cuando Lynch volviera para darle una conclusión magistral, que retomaba la incógnita como herramienta narrativa. ¿Qué pasó con el verdadero Cooper? ¿Qué pasó con Audrey? ¿Cómo está Annie? Preguntas que quedaron pendientes durante veinticinco años.

En la tercera temporada, y con un cheque en blanco por parte de Showtime, Lynch parece decidido a tomar revancha y llevar hasta el extremo la no-explicación. Se lo permiten las condiciones de la industria, las nuevas formas de acceso a los contenidos y el hecho de que estos veinticinco años hayan convertido a Twin Peaks en una serie de culto.

Así como Laura Palmer extiende su mano y se deja guiar por Cooper a través del bosque oscuro, quienes quieran adentrarse en el mundo de Twin Peaks deberán confiar en el director y permitirse atravesar la incomprensión, la incomodidad, la falta de respuestas. Aceptar el hecho de no comprender totalmente el significado de lo que se está viendo, cuál es su función en la historia o en qué orden cronológico sucede. Mientras el concepto de “spoiler” sobrevalora la sorpresa y la linealidad, Twin Peaks es, si se permite el neologismo, “inespoileable”. Se construye a partir de lo fragmentario, de lo no dicho, de los huecos del relato. Multiplica los sentidos en vez de clausurarlos.

“Estoy muerta. Sin embargo, estoy viva”, le dice Laura a Cooper. ¿Quién mató a Laura Palmer? ¿Alguien mató a Laura Palmer? Casi como el mago del poema que recita Mike en Fire walk with me, Lynch camina entre el pasado y el futuro para hacer, deshacer y volver a contruir un misterio que nunca debió ser develado.

La puesta en abismo

Desde sus comienzos, Twin Peaks jugó con la división entre realidad y ficción. Días antes del estreno en España, apareció en los diarios la siguiente noticia: “Han asesinado a Laura Palmer. Sólo hay una pista: sabemos dónde ha aparecido su cadáver. Descúbralo usted mañana”. Recién al día siguiente se aclaró que se trataba de un nuevo programa de televisión. Otro ejemplo de este borramiento de los límites entre la serie y el afuera es la aparición del propio David Lynch representando al personaje de Gordon Cole.

En la tercera temporada, esto es llevado al extremo. En una escena memorable, Gordon Cole cuenta un sueño. Soñó con Mónica Bellucci. Inmediatamente nos encontramos inmersos en ese espacio onírico, donde Bellucci se representa a sí misma para decirle a Lynch/Cole las que, intuímos, serán líneas clave para la interpretación de la serie: “Somos como el soñador que sueña y luego vive dentro del sueño… ¿Pero quién es el soñador?”. Episodio filmado en blanco y negro, que vemos directamente y revivimos a través de las palabras de Gordon Cole. Sueño dentro del sueño, ficción dentro de la ficción.

Hay también referencias humorísticas y homenajes, como la breve aparición de David Duchovny con su personaje de Denise, y los guiños que cualquier seguidor de The X-Files podrá comprender. O el cameo de Michael Cera como el hijo de Andy y Lucy, una especie de doble de Johnny Strabler, el personaje de Marlon Brando en The wild one.

Los formalistas rusos introdujeron el concepto de “ostranénie” (extrañamiento) para referirse al procedimiento que tiene por objeto “extrañar” al lector, descolocarlo, desautomatizar la percepción y mostrar la realidad desde otra perspectiva. Esto es algo frecuente en la tercera temporada de Twin Peaks (y en la filmografía de Lynch en general). Así, tenemos una escena de aproximadamente cuatro minutos en la que vemos a un hombre barriendo el piso de un bar, mientras suena de fondo el tema Green Onions de Booker T. and the M.G.s. El espectador puede preguntarse una y otra vez por el significado de esa escena o simplemente disfrutar de la música y de las imágenes. Puede disgustarse o permitirse entrar en el ritmo que propone el director, tan diferente de la velocidad del mundo moderno, y observar, simplemente, el puro presente de alguien barriendo. Las escenas con el personaje de Audrey, tan querido por el público, siguen esta misma lógica de “extrañamiento”. Si hay algo imposible de encontrar en la tercera temporada de Twin Peaks, es subestimación hacia el espectador, quien constantemente es exigido y sacado de su zona de confort.

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Una nueva narrativa

Hay unas cortinas rojas, iguales a las de la Logia Negra. Estamos en el bar del pueblo, ese lugar de encuentro de los personajes también conocido como el Roadhouse. Cada capítulo de Twin Peaks termina allí, con la presentación de una banda. La música no es un agregado o un simple cierre: complementa el sentido y es parte de la experiencia estética que propone Twin Peaks. Todo está ahí por algo, aunque no lleguemos a dilucidar el porqué. “Escucha los sonidos”, le dice a Cooper el personaje que se hace llamar “The fireman”, y probablemente sea una indicación de Lynch para nosotros también.

La pintura cumple otro papel fundamental en la tercera temporada, y aparece como homenaje o inspiración de Lynch hacia sus pintores preferidos, como Francis Bacon o Magritte. El vídeo-ensayo de VoorDeFilm que los lectores curiosos pueden encontrar en Youtube con el nombre The art of David Lynch, es una delicia que no tiene desperdicio alguno y que agrega aún nuevas capas de sentido a la serie y a la obra del director.

Música, pintura, poesía (el monólogo de Mike, los versos que como un encantamiento o mantra repiten los hombres misteriosos del capítulo 8). ¿Cuáles son los límites de una obra? Twin Peaks, como la sala de cortinas rojas que parece multiplicarse sin principio ni fin, se presenta como una narrativa integradora, que incorpora diferentes manifestaciones artísticas y al mismo tiempo sale de sí misma para crear algo nuevo. Un ejemplo de esto es la construcción de la página web del personaje de William Hastings, The search for the zone, supuestamente creada en 1997 (la página reproduce el formato y la estética de la época). Audios, textos, coordenadas que hacen la delicia de lectores/espectadores cada vez más participativos, que buscan nuevas pistas, una verdad oculta o apropiarse de un universo ficcional que en vez de cerrarse sobre sí mismo invita a recorrerlo.

Tenemos entonces tres temporadas de una serie de televisión, una película, dvds con escenas inéditas, discos con la banda sonora, libros (La historia secreta de Twin Peaks, El diario de Laura Palmer y Autobiografía de Dale Cooper, entre otros), un foro de Reddit donde los lectores comparten teorías y reflexiones, y donde el mismísimo co-productor y guionista Mark Frost participó respondiendo preguntas… Adentrarse en el mundo de Twin Peaks puede ser un camino largo, impredecible y fascinante.

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El grito final

El 31 de octubre de 2017 se publicó Twin Peaks: The final dossier, escrito por Mark Frost. Funciona de alguna manera como un puente entre la segunda y la tercera temporada, proporcionando algunas respuestas (¿Qué pasó con Annie?, por ejemplo) pero al mismo tiempo planteando nuevos interrogantes. La premisa, como siempre, es no clausurar el sentido. Se puede disfrutar de la serie prescindiendo de la lectura del libro, pero definitivamente el libro está pensado para los fanáticos, porque necesita un conocimiento previo del mundo de Twin Peaks.

El estilo es preciso, depurado, incluso algo técnico, ya que está construido como si se tratara de diversos archivos enviados a Gordon Cole por la agente del FBI Tamara Preston. Allí, los lectores podrán encontrar también algunas explicaciones acerca de diversos acontecimientos que suceden en la tercera temporada. El estilo “policial”, sin embargo, deja paso por momentos a reflexiones filosóficas de la agente Preston que, un poco como todos nosotros, trata en vano de comprender y de arrojar algo de luz entre la oscuridad de tantos interrogantes.

En efecto: mirar Twin Peaks implica, en muchas ocasiones, encontrarse perdido. Hay demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. La tercera temporada fue llamada Twin Peaks: the return, y es inevitable preguntarse ¿qué retorna? ¿quién? ¿es posible retornar a alguna parte? Después de veinticinco años, descubrimos que todo sigue igual y, al mismo tiempo, todo es diferente. Quizás por eso, porque estamos un poco perdidos, como Laura y Cooper frente a esa casa que ya no es la que buscan, en ese lugar que no reconocen y en ese tiempo que ignoran, el grito de Laura Palmer nos hiela la sangre una y otra vez. Porque tal vez sea el grito de todos nosotros frente a lo inexplicable.

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