Laureano Debat

Baja fidelidad. Siete canciones barcelonesas.

 Por Laureano Debat

Laureano Debat

Fotografía: Christelle Gillet de Ruyver.

 

Es el extracto fundamental de la banda de sonido de mi crisis de los 30 y sus derivados: mal de amores, el agobio de un trabajo de oficina, la violencia contenida, la identidad difusa, la insatisfacción creativa. Una crisis a la deriva entre el cambio y la incertidumbre.

Una crisis efímera y microscópica en medio de la gran crisis. Con canciones que se enmarcan dentro de una tradición que ha puesto de moda celebrar la vida, con todas sus miserias incluidas. Cada una marca una etapa diferente de mi descubrimiento de un nuevo país en el que vivo hace años, que todavía no sé bien cómo llamarlo. Y de una ciudad inconclusa y ambigua, que existe en eternas paradojas que también repercuten en las propuestas estéticas de los músicos que cría.

Podría haber optado por la teoría paranoico-conspirativa con respecto a estas canciones y decir que las letras son puro marketing al estilo Don Draper: «Amor es una palabra que ha inventado gente como yo para vender medias». Entonces, tendría que pensar que hay un complot de la banca catalana para financiar a estos grupos que siempre hablan de penas de amores y de crisis de identidades, inoculándonos tristeza para que consumamos y nos sintamos más felices adquiriendo productos que, en realidad, no necesitamos.

Pero ¿qué productos?, ¿discos?, ¿entradas?, ¿camisetas? Todas las canciones las escucho por internet. Me beneficio de los privilegios periodísticos para ir gratis a todos los conciertos que pueda. Uso camisetas básicas de Zara o H&M.  No soy un guerrillero anti-consumo pero tampoco aporto casi nada a la industria del disco catalán, sólo esta especie de crónica homenaje y poco más.

En ninguna de las siete canciones hay tópicos de melodrama. Ni tristeza ni excesiva alegría. Todo sentimiento puro y desnudo se encripta en ironías, historias absurdas y cinismos varios. Recomiendo a aquel lector que ha llegado hasta aquí, hacer click en la lista de Youtube que acompaña este artículo, donde figuran todas las canciones en cuestión. Cada una en su respectivo orden de aparición en el texto.

 

  

1. El deseo farsante

La primera canción entera que aprendí en catalán fue “Cançó del desig farsant”, grabada por Joan Manuel Serrat y con letra de Josep María de Sagarra. Te quiero pero no debería quererte porque no vale la pena, entonces mejor me relajo, paseo contigo, vivo el momento y sonrío con cinismo.

En ese trance discurre la conciencia del narrador, que pasea una tal María bajo las estrellas, en una noche en la que se han callado todos los pájaros y han desaparecido todos los anhelos del día. “Jo ja sé que el teu instint/ va segons les hores/ Que jo sóc el quart o el quint/ Que els teus ulls estan mentint quan plores”.  Está la certeza de la ciclotimia en el instinto de María y de ojos que mienten cuando lloran. Y de que es el cuarto o el quinto en la lista de una mujer que no se presenta ni como ninfómana ni como una zorra ni con ningún tópico de la cultura machista. Es una mujer libre que hace lo que quiere y que pasea con un tipo enamorado que esconde su pena verdadera en un cinismo asombroso. Un gran simulador, tal vez, que dice que “en el món poc que hi ha res/ com filar entre bes i bes mentides” (en el mundo hay pocas cosas como mezclar entre beso y beso, mentiras).

Antes de tomar el avión para instalarme en Barcelona, ya sabía la letra entera. La escuché por primera vez durante la sobremesa de una paella en el Casal Català de La Plata, hipnotizado por los acordes de esta melodía triste, cantada por un cuarteto conformado por dos matrimonios cuyas mujeres eran compañeras mías del curso de catalán. Ni bien llegué, utilicé todo lo que ya sabía de la lengua catalana para conquistar mujeres. Llegué en un momento en el que las chicas catalanas se cuidaban mucho de los argentinos y tuve que recurrir al catalán como una carta extra. Y me ayudó muchas veces, me conectó con muchas Marías de Sagarra y me hizo entender que yo mismo era bastante parecido a la protagonista de la canción.

 

Serrat

 

2. La mujer ideal

A Standstill los descubrí a los pocos meses de haber llegado, cuando todavía estaba deslumbrado por la ciudad pero ya empezaba a notar las fisuras de sus contradicciones. Cuando Barcelona dejó de ser la corroboración de fotografías turísticas. La letra de “Cuando ella toca el piano”, la frase de su clímax, me lo confirmó: “Yo vivo en una ciudad que está enferma. Barcelona sobrevivirá gracias a ella”.

Me enamoré enseguida de esa mujer de la que habla Enric Montefusco. Es un relato idealizado de una pianista con sensibilidad social que se transpola a la idealización que uno mismo puede tener sobre cualquier otra mujer que conoce hace bastante o que recién se cruza por la calle.  La mujer que toca el piano puede ser cualquiera, a pesar de que el compositor dé algunas pocas pautas concretas.

Pero creí haber conocido a muchas salvadoras de la enfermedad de Barcelona y siempre me equivoqué. Porque no era la búsqueda adecuada ni un diagnóstico completo. Empecé a pensar que, tal vez, la ciudad nos ha contagiado su enfermedad y no queremos aceptarlo. Ni yo ni el propio cantante de Standstill. Y vamos como tontos buscando hadas madrinas que nos salven de una atopía urbana de la que, quizás, no haya escapatoria. 

 

Enric Montefuso

 

3. Sed de toda la vida

El grupo Mishima ayudó a terminar de configurar mi idea de una ciudad. No sólo de Barcelona, sino de la ciudad como concepto. Esa eterna dialéctica entre orden y aventura en la que transcurrimos en la urbe se me reveló en su disco “Ordre i Aventura”, a la vez que descubría con sus letras nuevas posibilidades de la literatura en catalán que no había leído en novelas de Quim Monzó o de Sergi Pàmies.

Al cantante y compositor David Carabén lo conocí en un bar en una entrevista para mi blog Barcelona Inconclusa. “Si no existieran las ciudades yo no podría haber escrito nada. Mis canciones se basan en esa mezcla de destino y azar que hay en la ciudad”.

“Set tota la vida” es el título de un disco anterior, de donde surge la canción “Qui n’ha begut”. Dice Carabén, en un inicio in medias res: “Qui n’ha begut en tindrá set tota la vida”. Quien ha bebido tendrá sed toda la vida. En esas dos frases se condensan todas las pasiones humanamente posibles, desde la pulsión artística hasta cualquier otra obsesión. El resto de los versos de la letra son subordinaciones de este concepto base y, tranquilamente, podrían no estar. Esa frase concentra todo el significado posible. Y quizás sea así porque la canción surgió luego de que Carabén descubriera esas palabras escritas en un documento de Word de su ordenador. Ni siquiera se acordaba de cuándo las había escrito. Pero les hizo caso: siguió escribiendo para calmar su sed.

 

4. La victoria de los outsiders

Los músicos de Manel son feos, desalineados y con nada de glamour. Esa es su marca y su estética. La misma que cuando eran unos ignotos desconocidos y la misma ahora que es la banda más taquillera de la escena.

“La gent normal” es la adaptación al catalán de “Common people”, de Pulp. Con este gesto, conectan con la tradición del britpop a partir de un xilófono y un ukelele. Y mantienen la misma historia, con algunas variantes propias de la ciudad de Barcelona, pero con el mismo tipo de chica de clase alta que quiere hacer una incursión antropológica por los trabajos, los bares, los mercados y las camas de los chicos de clase baja. “Últimas tardes con Teresa”, la novela de Juan Marsé, 40 años después.

El videoclip está grabado en un mercado de frutas, carnes y quesos. Lugar público, gente común. Manel es la representación de la posibilidad de cumplir el sueño. En la gran mayoría de sus letras, los protagonistas son perdedores con sueños imposibles de cumplir. Como si trataran de evocar su propio pasado y no quisieran abandonar jamás el bajo perfil que siempre han tenido.

Lo cierto es que no hay grupo indie más popular que cante en catalán. Y tal vez nunca lo haya habido. Este éxito estrepitoso les ha costado bastantes detractores y parodias. Y es muy posible que no lo hayan buscado, que no hayan diseñado su marca especialmente para alcanzar el éxito. Pero todas son suposiciones. Nunca lo sabremos y nunca tendrán nada para decir al respecto. Sólo hablan con canciones.

Manel

 

5. El melodrama en distopía

Tendría que haber llegado a Manos de Topo antes. Por ejemplo, cuando vi “Arrós Cuvat”, una web serie que adapta un cómic de Juanjo Sáez sobre la crisis de un treintañero en Barcelona. Ahí los escuché por primera vez, en la cortina de apertura. Pero los investigué en serio el año pasado. Y de haberlos seguido antes, me hubiera ahorrado demasiados lamentos estúpidos y pérdidas de tiempo.

Miguel Angel Blanca canta “Balas en Dallas” y todas las canciones de los 4 discos de la banda en un falsete dramático. Su vocalización es un eterno suspiro que parodia al melodrama, pero una parodia más cercana a la distopía que al humor. Sus letras caminan entre el disparate, la psicosis y el humor negro, sobre una propuesta musical sólida y bien cuidada.

En esta canción, se lamenta de que no haya “ortopedias bonitas para las chicas guapas” y de que John Fiztgerald Kennedy “quería saludar y eligió un descapotable”. El mundo de Manos de Topo está al borde del colapso, las letras hablan de hombres frágiles y dependientes de mujeres fuertes, que recuerdan a los personajes masculinos del dramaturgo Daniel Veronese pero si estuviesen dirigidos por Norman Briski.

Escuchar las letras con ese tono suplicante del cantante nos transporta a fantasías homicidas y hace que todo nos dé igual.  Manos de Topo puede ser bastante más terapéutico que muchos psicólogos matriculados.

 

Manos de topo

 

6. El niño indie

En un concierto de Joan Colomo se pueden ver guitarras, samplers y teclados de  juguete. Verlo en vivo es estar ante un payaso tan maldito como divertido, un John Wayne Gacy inofensivo y simpático, con el que nos iríamos de fiesta y lo pasaríamos genial. Un niño grande con atuendo indie, con esa voz entre esperpéntica y trágica, con sus movimientos elásticos y su magnetismo infalible.

“Màgic” es su canción más conocida y entrañable. Digo entrañable porque así también es el propio Joan Colomo. Dura sólo 2 minutos y le pone freno al torbellino diario, “fumando el humo mientras todo pasa”, muy al Fito Páez que le gusta estar “Al lado del camino”.
En esta canción, el narrador no quiere ser parte de muchedumbres que se apelotonan en un tren o que se chocan en la calle o que se matan de verborrea. Dice que es mágico y maravilloso que se mantengan así, pero que él va por otro lado.

El músico navarro residente en Barcelona intenta aquí el mismo ejercicio que opera en toda su poética y estética: melodías y tono de voz cándidos, letras que evocan imágenes del mundo al borde del colapso. Esa sutileza es su marca registrada.

 Juan Colomo

 

7.    El sonido que hacen las llamas

La última de la lista podría haber sido la primera también, porque tal vez está al inicio de todo. Siempre hay un alumbrador, un amigo que hace de médium entre uno, inmigrante ávido de conocimiento,  y ese otro aspecto de la nueva cultura que se  pretende conocer.

Ese papel en lo referente a la música hecha en Barcelona lo cumplió Carles Chacón durante mucho tiempo hasta que, al fin, logró formar su propia banda: Coriolà. Compartimos piso durante algún tiempo y fue ahí cuando el proyecto comenzó a gestarse. Carles se había quedado sin trabajo y, una tarde, me fue a buscar al comedor con su computadora portátil para mostrarme una canción que acababa de componer: “El so que fan les flames”. 

Ese sería su programa de acción de aquí en más. El sonido que hacen las llamas es el concepto fundamental y fundacional de su banda. En la mayoría de sus letras, en realidad, se nombra repetidas veces, con insistencia, al fuego. Hasta el propio nombre de la banda deriva del fuego: Coriolanus, es el personaje de una tragedia de Shakespeare que luego de ser desterrado de Roma dirige un asalto contra la ciudad para quemarla.

Carles convirtió su furia generacional, que es la misma que la mía, en canciones pop cautivantes, logrando dotar de un nuevo significado a la sensación auditiva de escuchar el sonido que hacen las llamas.

 Coriolà

8. Bonus track: Inventar un plan para escapar hacia adelante

Las dualidades de Barcelona, vuelvo a decir, repercuten en las propuestas estéticas de los músicos que cría. La ciudad aparece como un lugar inventado e ilusorio, puro simulacro. El movimiento veloz y permanente de la ciudad catalana, la dota de una capacidad de mutación perfecta para olvidarnos de cualquier mujer, de algún desengaño laboral, de aquel sitio donde nos desilusionamos con tantas cosas.

Si hay bares, esquinas o plazas que evoquen momentos de tu pasado, es muy posible que pronto dejen de existir o sean restaurados o cambien sus fachadas o construyan algo por encima.

Barcelona es experta en borrar huellas. Casi todo está lavado, pulido y repintado. Esos lugares solo existen en tu memoria, hasta que se extingan con los años. Ojos que no ven, corazón que no siente. Por eso, Enric Montefusco, de Standstill, elige “inventarse un plan para escapar hacia adelante”. Porque quizás no quede otra.

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