“Buenos Aires es lo que ha sido, lo que es y lo que mañana será; quizá nada sabemos de ese mañana, que se desdoblará en muchos otros, pero todos estamos trabajando para su advenimiento.” J. L. Borges.
Buenos Aires estrena calendario sumida en el sopor incandescente de su verano porteño. La sensación térmica de una visita a los infiernos, la humedad asesina, las tormentas cada vez más tropicales, los cortes de luz, la inflación y el desgobierno errorista, atrincheran a sus habitantes en cualquier espacio público donde el aire acondicionado, “esa parte del cóctel explosivo y siniestro que inventó el Gobierno anterior”, (Macri, sic.) lo pagué otro bolsillo. Enero siempre es un limbo donde el hervidero cultural de capital reduce el número de actividades con las que consolar toda existencia. Febrero es el momento en el que se intensifica la oferta de talleres de cualquier disciplina y se anuncian ciclos de cine y música en espacios públicos o privados. A esa primera grilla de propuestas, se suman también iniciativas en el ámbito del teatro independiente.
Sin duda, el Festival Temporada Alta de Timbre 4, que celebró su quinta edición, funciona como el pistolezo de salida y primer punto de encuentro para los teatristas. Esta pasarela directa con el festival catalán celebrado en Girona, genera durante dos semanas una cartelera de compañías internacionales. A la producción catalana – representada este año por los proyectos de los actores Oscar Muñoz, Pep Tosar y Toni Gomila -, se sumaron obras de Chile, Perú y Uruguay. El festival también organiza mesas de charlas sobre teatro independiente y producción escénica y tiene como evento específico ya asentado un torneo de dramaturgia donde compiten obras argentinas y españolas en un ring de lectura. El público presente, todo oídos, elige la obra ganadora que este año fue Tocar madre, de la mallorquina Marta Barceló.
En Palermo, Onírico Espacio de Arte, celebró el Festival Grecia Colmenares I. Patricio Abadi, su director, presentó la propuesta como un espacio donde “generar confluencia de diversos artistas del campo escénico. Tomando como eje temático situaciones y personajes que se desprendan de la tragedia, la comedia, la historia y la mitología griega, convocamos autores argentinos para que versionen y produzcan dramaturgias en torno a la temática descripta; tomando como criterio de selección, la inclusión de un importante porcentaje de creadores jóvenes que encontrarán en este festival la posibilidad de compartir un espacio con realizadores más experimentados.”
Los dramaturgos seleccionados fueron Mariano Saba, Ricardo Dubatti, Andrea Marrazzi, Julio Molina y el propio Abadi, que desarrolla a menudo su polifácetico talento en diversos roles. La convocatoria fue un éxito con entradas agotadas y funciones extraordinarias añadidas para que nadie quedara fuera.
Sin duda, uno de los factores clave para que estas iniciativas funcionen es su génesis multitudinaria. A mayor número de creadores involucrados, mayor es el número de público al que los proyectos alcanzan. Y también, por supuesto, mayor el número de probabilidades de que actores, directores y autores se conozcan y enamoren para un próximo trabajo, para esa obra nueva que siempre está ahí, a la vuelta de la esquina.
Siguiendo en esta línea de sinergias y cruces y, de nuevo en Boedo, Mariana Mazover y Sandra Martínez dieron forma a Pequeña voz – Miniaturas teatrales hechas con poesía. Una investigación escénica para la que fueron convocados ocho poetas – Gabriel Cortiñas, Diego Alfaro Palma, Nurit Kaztealan, Mariela Gouiric, Carla Sagulo, Clara Muschietti, Janice Winkler, Jonás Gómez – y ocho directores – Mariana Ollari, Diana Ullerup, Martín Urbaneja, Manuela Stigarribia, Katia Szechtman, Javier Laurerio, Violeta Marquis y Sebastián Romero.
La búsqueda perseguía un trasvase de lenguajes donde la precisión de la palabra poética, inalterable, podía interpretarse libremente para ser habitada por actores que activasen el hecho escénico. Las fechas, celebradas en Espacio Animal, también agotaron entradas, lo que ilumina la certeza de que esta ciudad está bendecida con un público tan específico como activo.
Otra iniciativa del mes de febrero en Boedo llegó de la mano de Espacio 33, lugar de encuentro y reunión de creadores de diversa índole que, con apenas un año de trayectoria, acometió la presentación de su primer festival “33 Buenos Aires”. Inspirados por una de las campañas con las que el Gobierno de la Ciudad empapela las calles de ironía – carteles amarillos afirmando “la ciudad avanza gracias a vos”, “la ciudad avanza con tus ideas” -, a fines del pasado y nefasto año, tras recibir la noticia del cierre de Café Müller – espacio emblemático para la comunidad de la danza-, tomando conciencia de la importancia del privilegio del espacio propio mantenido con una economía de subsistencia pulmonar, abrieron una convocatoria multidisciplinar (fotografía, música y teatro) donde el eje temático, la excusa o disparador, fuera la ciudad.
“33 BuenosAires quiere homenajear a la ciudad que hacemos posible. Una ciudad donde la música, la literatura y el teatro confabulan para recordarnos que nada está escrito y que en nuestras manos está el volver a contar y cantar nuestra versión de los hechos.” Bajo esa premisa su programación aunó actividades diversas: muestra fotográfica, charla sobre cultura autogestiva con colectivos de tan intensa trayectoria como La Nave de los Sueños, Emprende Cultura, Cine en Movimiento, La Sede y Tiempo Argentino; eventos literarios como 5 poetas leen Buenos Aires, coordinado por Flor Codagnone; o la quinta edición de Ciclotimia, de la mano de Palta Produce, que convocó a Verónica Stewart, Jorge Seleme, Nicolás Blum, Federico Justo y la Agrupación los Olvidados en una fecha tan espectacular como inolvidable.
Las obras de teatro incluyeron estrenos de la casa como Hospital de Caras y Postal con vos al fondo, pero también la presencia de elencos invitados: Alacrán o la Ceremonia, del español José Antonio Lucía y Ciudades (obra paisaje) de la compañía Tropa Doppler, grupo de creadores que comparten su origen no porteño y que presentan en este trabajo escénico un recorrido poético y sensitivo sobre las múltiples paradojas de sobrevivir en Buenos Aires. La presencia de artistas extranjeros cuyas voces matizan la experiencia urbana desde su ajenidad y extrañamiento, fue el ingrediente clave de una de las veladas: Bochinche, vocerío de otras partes, reunió al músico venezolano John Guarenas, el poeta paraguayo Ever Román, el narrador chileno Jaime Poblete Suárez y a los colombianos Ivonne Guzmán y Juan Zuluaga. Éste último, actor, convidó al público con un aguardiente de su tierra y realizó un brindis por la ciudad y los infinitos modos en los que nos transforma.
El equipo de Espacio 33 afirma que el capital simbólico compartido en estas semanas es lo que da sentido a la experiencia de embarcarse en los sinsabores que implica abrir un lugar donde la actividad cultural sea algo al alcance de todos. La inversión se hace a largo plazo: apostar a la fidelización de los que llegan por primera vez y establecer vínculos creativos con los artistas que pasan por la casa.
Cuatro. Cuatro proyectos desarrollados con espíritu de intercambio, reunión y cruce de lenguajes. Cuatro apuestas tan originales como distintas en sus principios y presupuestos para el mes más corto del calendario. Cuatro a los que nosotros hemos podido seguirle la pista. Hubo más. Siempre hay más. Ese quehacer constante, ese no bajar los brazos con el que el circuito independiente se entrena, sigue siendo lo que alimenta la esperanza de que ningún contexto, por pésimo que sea, logre barrer el inmenso talento por metro cuadrado que Buenos Aires atesora.
Cabe recordarnos hace un año, cuando el cambio de gobierno atravesó nuestro verano y toda la actividad se concentró en asimilar la irrupción de un discurso violento y descorazonador que, desde el primer día, dejó muy clara la voracidad destructora de sus intenciones. No hay ámbito donde no seamos un poco más pobres y, casi como por contraste epidérmico, un poco más tristes frente a esa felicidad vacía, anónima y sin memoria que nos ofrecen como alternativa. Sin embargo, pese y contra eso, la gestión del teatro independiente sigue encontrando modos de hacer lo que debe hacer. Esperamos que el 2017 sea un año a sala, patio, terraza, garaje, cocina y dormitorio repleto de teatro.