Jesús Flores “Walpaq”, Nicolás Picatto y Martín Córdoba son las voces de tres muralistas en el norte argentino que construyen un encuentro cotidiano y público con el arte. Son irrupción en el tránsito urbano de manifestaciones que propician, para quien se detiene a mirar, instantes espontáneos de recepción de una obra. En Salta, en los últimos diez años, es además forma de expresión que se expande y tiñe multicroma el andar cotidiano de quienes habitan este norte.
Primera reflexión: apertura a la recepción
“En estos doce años que llevo haciendo arte urbano y murales, he podido percibir un cambio en la mirada de los salteños. En los primeros años la gente se acercaba y hacía preguntas que a mí me resultaban un tanto incómodas: ´¿Qué estás haciendo?, ¿Por qué lo hacés?, ¿Alguien te paga por esto?’. Con el paso del tiempo, con el surgimiento de otros artistas y con la repercusión que tuvo en los medios, esas preguntas se fueron respondiendo. Hoy la movida de los murales está instalada y muy bien aceptada, a tal punto de que, cuando una obra se tapa, se originan reclamos y denuncias, sobre todo en tiempos de campañas políticas. Esto llevó a que los mandatarios y/o candidatos fueran reduciendo su publicidad en las paredes y empezaron a utilizar otro tipo de formatos y soportes para su publicidad”, dice el artista plástico Nicolás Picatto.
Picatto pinta escenas de la vida cotidiana en pleno centro de la ciudad. Así, una mujer vendiendo verduras en cajones apilados puede completar la postal de una avenida blanca y gris que hasta antes solo sabía de los colores de los miles de autos que la circulaban.
Jesús Flores “Walpaq”, quien lleva como bandera la reivindicación de la cultura andina con su obra, sostiene: “El arte situado en los espacios públicos, contextualizados en el paisaje urbano y que transforma el cotidiano no es más que una invitación a detenerse a mirar y observar el hecho artístico más allá de la estética. Mi percepción de este hecho fue cambiando conforme al paso del tiempo, de experiencias y maneras de sentir pensar y hacer. Más aun cuando desde siempre es un desafío la conciencia de la consecuencia”. Dice también que cuando se trabaja desde el paradigma de lo independiente, autogestivo y comunitario, logra reconocer que este discurso cultural (así llama al arte mural) se ha abierto camino. “Las personas y las comunidades tienen una mayor apertura a propuestas artísticas de este tipo y en el aire, como imaginario, está el acercamiento entre artistas y su comunidad”, agrega.
La tercera voz es la del muralista Martín Córdoba. “Tengo anécdotas de gente que cuida mis murales y otras de que no los cuidan y los tapan. En Salta hay de todo. No hay una generalidad y los murales no es algo que todos amen. Sí creo que con el paso del tiempo se ha ido abriendo la cabeza del espectador, del transeúnte salteño y eso es muy bueno porque la aceptación es distinta. Creo que tiene que ver con la forma de trabajo, con lo que mostramos: no hay imagen violenta, no hay grafitis. Entonces hay en general una buena recepción y sí diría que es más la gente que disfruta de los murales que la que no. En mí caso ha sido tan buena la recepción que esto se ha convertido en mi forma de vida. Cuando comencé a pintar no se me hubiese ocurrido nunca que pasaría”, dice.
Segunda reflexión: el retrato de un mundo convulsionado
“Hoy con el arte urbano me interesa generar una obra que confronte. Ya no importa tanto la dimensión o hacer un relato, creo que hoy las paredes se han convertido en un soporte para visibilizar acontecimientos de un mundo muy convulsionado, donde vemos cómo se derrumban paradigmas constantemente. El mensaje es directo y efímero, porque pronto vendrán otros con nuevas intervenciones”, dice Picatto. Esa reflexión lo encontró con otros métodos y técnicas de fácil montaje pero de poca duración, como la pegatina o el collage urbano, de constante crecimiento en las calles de todas las ciudades del mundo. Y en las salteñas.
Para Walpaq, esa reflexión se ilustra con estas palabras: “Luego de la crisis económica de los últimos años, he podido trabajar en mucho menor medida pero sí con el arte, rescatando y quedándome con las fortalezas más que con todas las dificultades que he podido tener en mi laburo. Así intenté ir reivindicando el empleo artístico como legítimo. Siento que cuando tu comunidad te da trabajo, allí se está transformando un imaginario muy importante” . Y agrega: “Pienso que todos debemos vivir el presente de manera única, sin preocuparnos por otros tiempos, por el pasado ni el futuro. En ese sentido el muralismo es la herramienta más profunda para estar en contacto y en centro con el entorno”, expresó.
En la obra de Martín Córdoba también hay dinamismo. “Lo que quiero mostrar no es siempre lo mismo, tampoco tengo un lineamiento político. Lo mío tiene quizás un carácter más decorativo y que surge tras pensar en qué es lo que tengo ganas de expresar en el momento. Todos mis muros son distintos y la unión es mi línea y el color, pero el mensaje no siempre es igual y no tiene un lineamiento sociopolítico aunque sí es siempre dinámico y está atravesado por acontecimientos o situaciones que me atraviesan”, dice.
Tercera reflexión: las condiciones de producción son también la obra
Martín Córdoba sostiene que el arte mural, desprovisto de las condiciones de producción del arte de élite, es un “hacer lo que podemos” que también se traduce en la obra, que nunca se separa de la vida del artista. Entonces, la reflexión sobre el quehacer artístico en un mundo a veces hostil para con el arte independiente, también se vuelve trazo, colores y mensaje.
Walpaq coincide y va más allá. Para eso, utiliza una palabra que ensambla dos acciones en un instante mismo: “sentipensar”. “Dos cosas que a menudo van separadas, pero que en trabajo sobre y desde este paradigma –el del arte- implica un ejercicio: el tratar de hacerlo junto. En ese sentido busco que el resultado de mi trabajo sea a partir de sentir/pensar, sostenido esto en la cosmovisión de los pueblos originarios, en las problemáticas de las diversidades y en problemáticas y fortalezas actuales. Lo que genere en las personas no lo considero un hecho lineal, como el arte ´oficial contemporáneo´ o moderno lo plantea, sino más bien una construcción cíclica de simbolismo”, dice. “Desde hace tiempo he decidido trabajar de manera independiente y autogestiva lo cual es otro desafío pero que en estos tiempos es el mejor puente de libertad de expresión y desde allí seguiré insistiendo en que el arte es vitalidad en cualquier comunidad”, remarcó luego.
Nicolás Picatto aporta algo que da magia a esta tercera reflexión: “Recuerdo que una tarde, mientras pintaba una escena típica que hacía en mis comienzos, se acercó un hombre y me contó que se sentía identificado con la obra, me hizo un relato y me dio la sensación de haber pintado una historia antes de conocerla”. Luego añade que en la ciudad de Salta, el muralismo y el arte urbano continúan creciendo. “El tiempo dirá si se puede sostener y seguir creciendo hasta lograr una identidad, como ha sucedido en muchas ciudades del mundo. Depende de los mismos ciudadanos, de las autoridades que hacen a la cultura y, sobretodo, de los artistas”.
Proyecto Lazo
Proyecto Lazo es un encuentro de arte en comunidad que se desarrolla en Salta desde hace cinco años. En ese tiempo han pasado por esta ciudad 19 muralistas de distintos países que han dejado un poco de su arte en muros salteños. “Me siento agradecido siempre para con aquellas personas que creen es este ideal y le dan sentido. El arte en toda su magnitud envuelve algo tan simple como el encontrarnos con esos micro segundos de felicidad”, dice Walpaq, impulsor de este proyecto.
Pero aún existen quienes no creen en este arte “entrometido” que transforma los espacios urbanos. Tanto así que hace unos meses Walpaq debió interrumpir un mural que estaba pintando en el microcentro salteño, luego de que funcionarios públicos expresaran que no estaba permitida su actividad.
“Salta y su gente hemos crecido no solo en la idiosincrasia, sino en el ser partícipes de un cambio paradigmático pese a que sabemos que provenimos de un legado profundamente dogmático en lo que tiene que ver con lo cultural. Vivimos en una ciudad muy conectada con la españolización pero hace un tiempo somos cada vez más los que trabajamos en nuestra identidad cultural. En este sentido el trabajo que venimos realizando desde el arte en comunidad ha contribuido a que su valoración no sea solo estética sino también discursiva. La valoración no solo está en que los murales duran mucho tiempo sino en que acompañan este proceso social de repensarnos y reflexionar sobre lo que vemos, de manera crítica y muchas veces coincidiendo en algún punto…”, explicó.
Y remata: “Siempre he sostenido que uno no pinta por pintar bonito sino por lograr en el otro una sensación que puede estar ligada a lo bello pero mucho mejor si está en el universo de la reflexión libre”.
Así, el arte urbano sigue oxigenando andares cotidianos por las calles salteñas. Y haciéndonos sentipensar.