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Tras los muros, letras libres

Desarme y violencia cero dentro de un penal, ¿es posible? Todo parece indicar que sí. Esto sucede en el marco de los Pabellones literarios para la libertad, un programa que desde 2021 se lleva adelante en más de cuarenta penales de la provincia de Buenos Aires y del que participan alrededor de 5500 personas que se encuentran en contexto de encierro.

— A veces es tanta la presión que siento dentro de mi cabeza que solo puedo escribir —dice YG, un joven de 21 años que está alojado en un penal desde hace algo más de dos años y es participante activo del taller literario que funciona en el pabellón. Su vida transcurre en una unidad penitenciaria como cualquier otra de la provincia de Buenos Aires y allí pasa sus días, cumpliendo con la pena que la justicia le aplicó por haber cometido un delito. No sabemos qué hizo para merecer la condena, tampoco importa. Solo sabemos que él, como muchos otros jóvenes que se hallan en la misma situación, encuentra en los talleres literarios un espacio para expresarse, comunicarse, aprender y conocer.

Es martes, son las tres de la tarde. Dos jóvenes de 27 y 22 años se encuentran en la puerta de un penal ubicado en la periferia de la ciudad de La Plata, a la espera de que los guardias los identifiquen y les abran la primera de las puertas de acceso. Uno es psicólogo y docente, el otro, estudiante de psicología. Ambos son talleristas voluntarios del pabellón literario que funciona en esta cárcel bonaerense. Ellos, dos veces por mes, emprenden su voluntariado y, sin temor y con muchas expectativas, comparten dos horas con adultos jóvenes que se encuentran privados de libertad.

—Cuando llegamos —cuenta uno de los talleristas—, los chicos suelen tener todo preparado: el sitio de cada uno, las mesas, las sillas, sus cuadernos personales, los útiles y, también (se ríe), algo para comer o beber. Se preocupan mucho para que nosotros estemos cómodos y siempre nos están esperando.

El programa Pabellones literarios para la libertad está destinado a toda la población carcelaria de la provincia de Bs. As. Es una iniciativa conjunta del Ministerio de Justicia y del Servicio Penitenciario Bonaerense y la primera experiencia se realizó en 2018 por iniciativa del Juez Roberto Conti. Con los resultados a la vista se decidió implementar las acciones en formato de programa y en todos los penales. El objetivo, consigna la resolución ministerial de creación, es brindar herramientas socioculturales y acompañar la vinculación entre pares, con sus familias e incluso con los miembros del Servicio Penitenciario, estimulando el diálogo como método de resolución de conflictos.libros cárcel

Las personas privadas de su libertad son convocadas a participar de manera voluntaria y deben firmar, al momento de incorporarse, un acta compromiso que está basada en la “no violencia”. Este es el punto de partida. Sin ese compromiso no hay posibilidad de formar parte del taller. Detrás de esa firma hay un ser humano, una persona en contexto de encierro que en esta actividad encontró un medio para expresarse, para poder decir que no estaba bien y que quería cambiar. Tal es el caso de YG, quien desde su inclusión en el programa, cuenta que en él hubo una transformación porque, entre otras cosas, aprendió a desenvolverse dentro del penal. Estar sin hacer nada ya no le preocupa porque si se aburre, tiene un libro para leer. Los pabellones cuentan con una biblioteca que los mismos jóvenes administran y mantienen.

Los voluntarios están, a la hora señalada, dispuestos a ingresar al penal. Para llegar al pabellón, donde los esperan los jóvenes, deberán atravesar tres muros entre paredes y rejas; tres moles de cemento o de hierro que separan a los condenados de “la calle”, como dicen los internos. En el primero de los controles deben decir sus nombres y mostrar la identificación de talleristas. Luego será un largo recorrido a pie hasta el siguiente muro: una pared de concreto con una pesada puerta que el responsable de la vigilancia abre a la par de que los saluda y les da la bienvenida. Otro tramo más, unos cuantos pasos y ya están frente al pabellón. Allí, nuevamente, el saludo con quien es el custodio del acceso. Ya están dentro del aula/taller. Cuarenta y cinco pibes los esperan y reciben con alegría para participar del encuentro, dispuestos a leer, reflexionar, escribir.

—Los talleres —cuenta quien es voluntario y psicólogo— sirven para que los chicos puedan expresarse y canalizar un montón de cosas que les pasan y no saben cómo decirlas. Nosotros centramos la actividad en dos cuestiones: el autoconocimiento y la expresión. Para ellos esto es algo nuevo, diferente. Y poder poner en palabras lo que sienten, compartirlo y que otras personas los entiendan es muy importante. Esto permite, poco a poco, bajar la ansiedad y, en especial, la violencia y los malos tratos.

—Casi siempre tengo ganas de escribir. ¿Qué es lo que me inspira a escribir? Mi sufrimiento, la pena que tengo muy dentro de mí y, también, mis ganas de superarme —dice YG, quien cuenta los días para salir a la calle. Su libertad, si todo sigue como hasta ahora, será en menos de un mes.

Él se llevará consigo la experiencia de un año y medio en el taller literario. Hecho que valora enormemente porque las herramientas que adquirió le son de gran utilidad para sobrellevar las largas noches de insomnio, los momentos de tristeza, de desamparo. Dice que cuando salga va a seguir escribiendo y que piensa animarse con la sica.

—Tengo muchas ideas. Contar lo que vivo en el encierro, me hace mucho bien —confiesa YG—. A la vez que nos agradece por haberle dado la posibilidad de contar sobre el taller, de lo que se siente muy orgulloso.

Los talleres continúan replicándose en otros penales y alcaidías bonaerenses. La experiencia de este último año y los cambios, en especial, a nivel convivencial entre quienes habitan el mundo carcelario bonaerense alientan a continuar con el programa porque, y a pesar del encierro, los libros ayudan a fortalecer las alas de la libertad.

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