Camila Sosa Villada es, según las pocas biografías escritas en las contratapas de sus libros: escritora, ensayista, poeta, actriz, licenciada en Comunicación Social y estudió cuatro años de Teatro en la Universidad de Córdoba. A Camila, a veces, no le gusta que hablen de ella como tal. Como dijo alguna vez en alguna entrevista, ella es “todas estas Camilas y ninguna a la vez”, y muchas veces le “fastidia que hablen solo de sus trabajos”.
Tengo que admitir que soy una lectora de poesía bastante novata. Busco poesía más simple, reciente, que vaya al hueso y me deje pensando por horas, distintas interpretaciones. Me atajo, antes de seguir, porque no soy una experta en esto. Pero sí estoy segura de que la poesía obsequia esa posibilidad de poder descifrarla y entenderla una y otra vez, de mil maneras diferentes.
Hay libros de poesía destinados al amor, a la guerra, a las revoluciones del siglo pasado, a los desencantos, desenamoramientos, a la vida, a la familia, a los amigos, a aquellos que ya no están y que tal vez nunca estuvieron. Camila habla de su familia y de sus amores y desamores, pero hay algo que la particulariza en este libro: desnuda como nadie sus sentimientos, angustias y se contradice en todo momento, pero nunca deja de demostrar esa honestidad tan característica de ella. No hace falta leer todos sus libros para conocerla. En cada uno sabe cómo contar sus vivencias, sus fantasías, sus sueños cumplidos -algunos no tanto-. Relata como una reina travesti esa vida tan contrariada, llena de alegrías y tristezas -como cualquier vida- a pesar de que sus experiencias no fueron las de cualquiera.
Camila publica en 2015 -y reedita en 2020- La Novia de Sandro, un ex blog de textos y poemas que había escrito a principio de este siglo y que, en algún momento lóbrego de su pasado, borró rotundamente. Sus líneas expresan y detallan los golpes más injustos que una persona puede sufrir en la intimidad; evidencia los dolores más crueles que ha padecido; la tortura e irresponsabilidad del amor, como el mayor afecto que una persona puede recibir para sentirse un poco menos sola. Es muy difícil levantarse por la propia voluntad después de haber perdido tantos rounds. Sin embargo, Camila utiliza una técnica de sanación con ella misma que contagia a cualquier lector que esté transitando un momento de fragilidad.
La autora desarrolla en alguno de sus textos un poemario en prosa, un género de la poesía que tiene como uno de sus objetivos, transformar los sentimientos individuales en colectivos, alternando con otras formas y modelos narrativos sin dejar afuera la lírica. Podría parecerse a un diario personal en el que ella enumera y describe a la perfección momentos específicos que la marcaron a lo largo de su pasado. El blog de “La Novia de Sandro” fue el perfecto preludio de las dos novelas siguientes que publicó y que fueron el éxito literario de los últimos dos años.
“Entre tanto, los hombres vuelven a su casa sin haberse acariciado con nadie, las mujeres rumean la soledad y las travestis aprendemos a sobrevivir y a infiltrarnos esperando que alguna vez, ustedes bajen las defensas para emputecerlo todo.
El sol va y viene, y las nubes están ahí para los que gustan de tumbarse en las plazas y entrecerrar los ojos mirando el cielo.
Sigo buscándote. Nos busco a los dos, mirándonos a los ojos mientras tomábamos una sopa que nos quemó el corazón”.
Fragmento extraído del libro “La Novia de Sandro”, página 47, edición septiembre 2020.
Siento que no tengo el tupé suficiente para poder hablar desde mi experiencia de mujer cis sobre los textos de una mujer trans, travesti, escritora, actriz y poeta. Pero estoy segura y me hago cargo de que leer a Camila Sosa Villada permite abrir la mente y entrar a un mundo que ahonda en las emociones más profundas. Y que, a su vez, no sólo permite atravesar y empatizar más con las personas trans, sino que ayuda a comprender, replantear y repensar lo que estamos buscando como sociedad, como humanidad. Dónde está el “edén” al cual queremos llegar, sin la intervención de las políticas exclusivas, clasistas, sexistas, homofóbicas, transfóbicas, binarias, donde la hetero norma prima por sobre cualquier Constitución.
Camila habla de las mujeres que eran parte de su círculo más íntimo. Tanto en este libro como en los otros, las mujeres que aparecen tienen un rol clásico: cocinan, limpian, enseñan y crían. Son mujeres que lucharon para alcanzar el lugar donde Camila las ubica. La pobreza, la marginalidad, el interior de las provincias argentinas habita en esas historias, en esas mujeres, pero no habita en la mujer que Camila logró ser, mejor dicho, que eligió -que pudo elegir- ser. Ella permite en su literatura, como dijo en una entrevista a un medio reconocido en Argentina, “cosas que los varones no”. Ella casi que no se divierte leyendo a varones, pero sí a las mujeres. Eso es una reivindicación que hace ella y plasma en su totalidad a la hora de escribir.
Tal vez exagere o mi sentimiento de adoración hacia ella, nuble y no permita ser tan objetiva a la hora de criticar una obra tan particular como ésta. Pero Camila es un exceso -un exceso de los buenos, porque no siempre son malos- de goce en palabras: practica la sexualidad hasta casi hacerte sentir que tomó tu cuerpo por completo mientras lees cada uno de sus encuentros amorosos, con amantes o falsos novios. Camila expresa la importancia del amor incondicional, a pesar de que siempre sus finales terminan en soledad, con el corazón roto y con un whisky o un porro en la mano. Camila se apodera y se empodera de su cuerpo, transmite el erotismo sensorial que casi nadie puede poner en palabras. Camila tiene la capacidad de crear imágenes en alta definición de escenas pornográficas a lo largo de sus versos poéticos. Camila es escritora, es política, es autora, es travesti, y a la vez es nada de esto, como ella dice en su biografía de Twitter: “No soy Camila Sosa Villada. Soy mejor que ella”.