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“Si los escritores ocupan un lugar se convierten en culones que opinan en la televisión y se olvidan de escribir”

 Fabián Casas (Segunda Parte)
Por Violeta Serrano

Cambió las drogas duras por el karate y dice que sólo escribe en su casa y cuando tiene ganas. Confiesa que su hija, Ana, le cambió la vida y que “la nostalgia es una enfermedad muy improductiva”. Comparte la pasión por San Lorenzo con Francisco, pero se diferencia de él: “es el gerente de contenidos de esa iglesia católica lamentable”.

¿Cómo te cae compartir equipo con el Papa?

Mirá, yo tengo como enraizada en mí la Fábula de Jesús. Hay muchas cosas del cristianismo histórico y del cristianismo gnóstico que me resultan muy interesantes. De hecho las he estudiado para mi último libro (La supremacía de Tolstoi y otros ensayos al tuntún). Yo creo en un mundo no trascendental, que está acá abajo. Hay una cosa espiritual en la que creo: para mí existe una profunda energía que puede modificar las cosas pero que termina cuando nos morimos. Si vos lográs una gran espiritualidad, se la podés transmitir a las personas que siguen vivas. Esa es mi forma de sobrevivir. Creo que vos podés resucitar precisamente acá, cuando tenés una vida de mierda, oscura, y estás enloquecido y de golpe resucitás y te das cuenta de que podés hacer un montón de cosas y las hacés. Esa es la resurrección. A partir de ahí te digo que toda la Iglesia católica me parece una cosa lamentable. Una derrota de las enseñanzas de Cristo. Y eso es lo que pienso del Papa, porque es el gerente del contenido de esa Iglesia Católica.

¿Piensas que en tu propia vida hubo también una resurrección?

Sí. Gracias a las demás personas, además. Nunca es algo que vos lográs solo. Siempre son los maestros, que están en todos lados, quienes te enseñan a vivir.

¿Alguna vez usaste drogas para escribir?

No. Tomé drogas cuando era muy chico. Un montón. Después mi papá me internó durante tres semanas en un hospital, me recuperé, dejé de tomar drogas. Cambié las drogas por el karate. Hago karate desde hace siete años. No lo puedo dejar de hacer porque precisamente la atención que en algún momento ocuparon las drogas, u otro tipo de estímulos, yo ahora las mantengo a raya con karate y whisky. Me gusta, tomo de vez en cuando. Pero sobre todo karate. Eso es muy importante para mí.

¿Tu hija también te ordenó la vida?

Los hijos vienen a trabajar en contra del egoísmo. Yo tenía una vida muy individual con mi mujer, de hacer un montón de cosas, y la verdad que al principio, cuando llegó Ana, la pasé muy mal porque era como algo que me ahogaba y que no sabía cómo iba a terminar. Precisamente reconocer eso me sirvió para después tratar de ser el mejor padre que puedo. Yo quería ser un padre que estuviera todo el tiempo con la nena, a diferencia de mi papá, que era un genio pero también muy machista y por eso ni me bañaba, ni me cambiaba, todo lo hacía mi mamá. Por eso yo quería bañarla a Anita, cambiarla. Todo lo que yo pudiera hacer, lo quería hacer. Entonces me agobié mucho porque es muy intenso un hijo. Aparte la tuve a los 45 años y yo ya tenía una vida hecha con mi mujer entonces. Llevábamos una vida muy hedonista y bueno, de golpe tu hija viene y te cambia todas las prioridades de tu vida. Vos tenés que darle todo. Es un talón de Aquiles porque si le llega a pasar algo te destruye para siempre pero a la vez es una gran fuente de felicidad. Cuando la vida para mí se convierte en un guiso espeso y estoy mal, agobiado, porque la vida a veces no tiene ningún rumbo y es todo muy cruel y muy agresivo, entonces llegar a mi casa y encontrarme con mi hija me salva. Tenés que ocuparte de ella y todo lo demás que te pasa se convierte en una estupidez. Yo supongo que cuanto más te olvides de vos y más trabajes para los demás es cuando más feliz sos. La felicidad irrumpe cuando vos te olvidás de tu yo. Y eso no ocurre mientras estés obsesionado con tu vida como si fueras un foco sobre un campo de concentración para que no se escape nadie: eso es una esclavitud. Entonces cuando vos apagás el foco que está sobre vos todo el tiempo, lo que crees que tendrías que ser, lo que te piden que seas, toda esa boludez, cuando lo lográs parar porque te ocupás nada más que de otra persona, sea quien sea, es cuando estás cerca de la felicidad.

¿Tu decisión de ese largo viaje de juventud tuvo que ver con tu admiración por el Che Guevara?

Bueno, yo me estaba por casar, y no me casé. En vez de eso me fui a la despedida de unos amigos de Facultad, que estaban muy contentos y que se iban de viaje para el norte argentino. Yo ahí suspendí mi boda. Faltaban unos quince días para casarme más o menos. Y me fui con ellos porque me producía mucha alegría lo que iban a hacer. Yo era muy joven, tenía 21 años. Hubiera sido una catástrofe estar casado tan joven. Así que me fui con ellos y viajé durante dos años. Sí que había leído los diarios del Che y eran muy estimulantes. Pero yo no quería que muriera nadie, quería viajar, nada más, a diferencia de los viajes del Che, que terminaron en la guerrilla. Viajé por todo el norte argentino, luego Bolivia, Perú, el Amazonas, me quedé varado en Bolivia, mi papá me mandó un pasaje de avión y volví. Me cambió mucho todo. Estuvo buenísimo.

¿Dirías que te cambió la cabeza ese viaje?

Sí, sí. Viajar es muy bueno. Ahora que soy padre supongo que me generaría una incertidumbre grande que mi hijo –mi hija ¿no? Que tengo una hija-. Que mi hija se fuera un año o dos a viajar pero me parece que es súper necesario.

Es necesario pero a la vez da miedo cuando se es padre.

Sí, sí, mis viejos estaban preocupados.

¿Y qué opinas de criar un niño en una gran ciudad?

La verdad es que yo siempre he vivido acá en la ciudad, yo soy una persona de ciudad. Me gusta el campo, me gustan los lugares donde no hay gente, disfruto mucho. Pero soy un animal de ciudad. Yo cuando viajo, por ejemplo, no voy a museos, lo que interesa es recorrer toda la ciudad, palmo por palmo, meterme por todos lados. Me fascina. Con mi mujer hemos recorrido Vietnam en moto, Kuala Lumpur, Tailandia, Bangkok.

¿Y de España cuál es tu ciudad preferida?

Me gustó mucho Barcelona, pero me gustó mucho Córdoba también. Me gustó también Madrid pero Barcelona me impactó mucho. Me gustaron mucho los bares, la ensaladilla. Me fascinó. Claro, no sé cómo sería vivir. Yo viajé muchísimo y, la verdad, la ciudad que más me fascina es Santiago de Chile, porque la ciudad son también los vínculos que uno crea con su gente. Por eso para mí Santiago es el lugar más hermoso del mundo. Viví grandes momentos de mi vida ahí. Con íntimos amigos. Berlín es una ciudad que quiero mucho también. Más que querer, me gusta. A Santiago la quiero.

Fabián Casas

¿Piensas que puede haber rebeldía en el contexto de un Estado del Bienestar?

Siempre pienso que estamos inmersos en un estado de injusticia social entonces tiene que haber rebeldía, todo el tiempo, porque si no, no se modifican las cosas. Pero también tiene que haber política, en el mejor sentido, no en un sentido burocrático o, digamos, en el sentido perverso que tiene ese término, sino política en el sentido de que se implique la gente y desarrolle cosas que modifiquen la vida que tenemos, que es muy mala. El Capitalismo ordenado es eso, que haya gente que pueda ir al cine y ver la última de Scorsese y comer en una pizzería y tomar café en Clásica y Moderna y luego, muchísima gente que no tiene nada de nada de nada de nada. Eso no cambió. Entonces estamos para mí en un estado de gran injusticia social.

¿Te refieres a Argentina en particular?

No, en general. Lo digo por el mundo occidental. El mundo que conozco es así.

¿Y qué opinas de lo que está pasando ahora con la llamada crisis en España?

Lo que yo vi cuando fui a España fue que todos decían que había una gran crisis y, la verdad, no era lo mismo que acá. Acá la crisis consistía en tener todas las calles cortadas, neumáticos prendiendo fuego a todo, la gente tomando la casa de Gobierno o intentándolo. Sin embargo en España había como corredores libres. Y luego está esta cosa de los indignados que a mí me parece que es interesante como foco pero que si no produce un movimiento inteligente y certero políticamente no sirve de nada. Se convierten, si no, en lugares donde el poder permite disidencia controlada. Por eso no creo que cuestionen realmente el poder, porque cuando se cuestiona realmente el poder, ocurren catástrofes. Y esos no son los indignados. Es muy evidente que el poder no permite que juegues con él. O sea, si vas a enfrentar al poder, tiene que ser con un contrapoder violentísimo.

¿Escribes en casa, en bares o dónde?

Escribo solamente en mi casa. Escribo muy poco. De vez en cuando y en mi casa. En este momento además soy más un escritor diurno. Eso desde que empecé a hacer karate. Ahora me levanto, llevo a la niña al jardín, luego voy a un café que hay al lado de mi casa, leo los diarios, luego vuelvo a casa y si tengo suerte, escribo. Si no, no escribo. Mis libros se van armando a los largo de los años. Como no tengo apuro por publicar… Ahora, durante todo el año pasado, estuve escribiendo un guión para una película en la que labura Vigo Mortensen, que también es el productor, y la idea es estrenarla este año en Cannes, creo. Ahora estoy trabajando sobre una novela que también en algún momento terminaré. No tengo apuro.

¿Vas a ir a Cannes?

Es que a mí me gusta estar con mi mujer y mi hija, en casa. Mira que es raro porque llevo quince años de pareja con mi mujer y me encanta estar con ella. El año pasado, por ejemplo, tuve que viajar doce días a diferentes países para traer plata de los libros y las extrañé mucho, mucho. Yo cuando se van Guada y Ana, que me liberan de las ocupaciones, yo estoy dos días o tres bien y luego no, yo quiero que vuelvan.

Bueno pero esos días te sirven para escribir más.

Sí pero igual, yo siempre quiero que vuelvan.

Después de una vida tan llena de emociones, ¿te aburres ahora?

 (Se ríe)

 ¿Llena de emociones por qué?

Bueno, no has tenido una vida común, con todos esos viajes, etc.

La verdad que no siento nostalgia de mi vida anterior. Me parece que la nostalgia es una enfermedad, es muy improductiva. Me gusta la gente que tiene amor por su destino.

¿Por su presente?

Sí, por su destino. No me gusta esa gente que dice, “yo que soy Rimbaud y tengo que trabajar en una oficina”. Yo lo que aprendí es que la fiesta no está en ningún lado. No existe la fiesta.

¿Pero qué es el destino para ti?

Es todo lo que vos no sabés de vos. Es aceptar lo que te pasa.                                   

Pero uno tiene capacidad de mover ficha ¿no?

Sí, pero lo importante es desarrollar una gran capacidad de frustración porque si no la tenés, la vida inmediatamente te convierte en un frustrado.

Pero, según yo lo entiendo, creer en el destino es pensar que tu vida ya está escrita.

Ah, no, entonces no, no creo en el destino. Para mí amor al destino es capacidad de no frustración. Yo leí mucha filosofía. Pueden ser negativas, como la de Schopenhauer, pero en realidad lo que hacen es sacarte el velo de la estupidez. Nadie te protege en el mundo. Estás abandonado en el espacio negro e infinito. Pero podés hacer cosas para modificar algunas cosas, para sentirte mejor. Eso sí es verdad.

¿Sigues llamando a la casa en la que viviste de niño?

(Ríe) No, no. Eso fue un lapso de cuando vivía en otra casa que tenía y tomaba un montón de whisky a la noche y llamaba. Ahora me acuerdo del teléfono pero no llamo más. Para mí uno identifica las cosas que le pueden hacer mierda. Entonces como yo soy un gran nostálgico, me doy cuenta de que para mí la nostalgia es algo muy improductivo. Es algo que te paraliza. Hay un cuento de Bradbury que se llama ‘Tercera expedición’ que yo leo siempre como un texto en contra de la nostalgia. Demuestra que la nostalgia te puede matar.

¿Crees que la nostalgia está asociada a la figura del poeta?

Bueno, hay muchos en esta sociedad que se dicen poetas. Acá, por suerte, en esta sociedad, el escritor argentino no ocupa ningún lugar, así que es mejor porque así están más concentrados en escribir. Si los escritores ocupan un lugar se convierten en culones que opinan en la televisión y se olvidan de escribir. A mí me parece que está bueno. Al escritor le apagan los puchos todos en la cabeza, ¿viste? Como el Albatros de Baudelaire. A nadie le importa un escritor. Entonces te genera vergüenza ajena cuando ves que hay escritores que se presentan como si fueran importantes. Y no, trascendencia social tiene Tinelli. Yo creo que en Francia por ejemplo el escritor tiene una importancia y entonces eso ha debilitado la obra de un montón de escritores. Escriben novelas casi programáticas sobre los debates que tienen que instalar ¿viste? Terminan siendo escritos, más que escribir.

FOTOGRAFÍAS: Magdalena Siedlecki

FOTOGRAFÍAS: Magdalena Siedlecki

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