“El fútbol es la cosa más importante de las menos importantes”, definió alguna vez el ex delantero argentino Jorge Valdano. Si tomamos esta premisa, existe una particular manera de revalorizar el tiempo cada cuatro años asociado al desarrollo de los mundiales de fútbol. En esta órbita los libros dedicados al deporte más popular han ido en aumento en los últimos años. En su mayoría historiográficos, el mercado editorial argentino comenzó a atender otros géneros vinculados al fútbol: su pasión, sus tramas y todo aquello que la memoria conserva.
Para Sudáfrica 2010, con un fervor popular motivado por la imagen de Diego Maradona dirigiendo al equipo argentino, lo real e imaginario se entrecruzaron para dar libros de propuestas originales. La patria transpirada, de Juan Sasturain, recientemente reeditado, fue el mejor ejemplo. Allí se recorren todos los mundiales de fútbol realizados con la particularidad de que muchos no fueron vividos por el autor. Es ahí donde entran en juego las historias recibidas, los mitos de un pasado que describen épocas: viajes en barco, selecciones con pocos participantes o partidos resueltos por una moneda. Con disparadores reales en cada mundial, la ficción comienza a ganar peso en las historias en donde se apela a imágenes cargadas de sentido, no tanto desde lo deportivo sino más bien desde lo simbólico: sombras gigantes que persiguen a jugadores, actores de reparto que se transforman en protagonistas, villanos y sospechas que con el tiempo se tornan verosímiles. En cada mundial, Sasturain hilvana una sucesión de historias que hacen vivir o revivir a los lectores sucesos olvidados o complemente desconocidos. En la mezcla entre realidad y ficción, el autor evoca imágenes que se dirigen al mismo destino: si no se logra la consagración en la Copa, que al menos queden momentos que merezcan ser contados.
Brasil 2014 fue el mundial que más libros dejó como legado. Lo heterogéneo de las propuestas fue el rasgo distintivo: biografías (Sabella, del periodista deportivo Román Lutch), investigaciones (Historia secreta de los mundiales, de Alejandro Fabbri, El último Maradona, de Andrés Burgo y Alejandro Wall) e historias mundialistas basadas en la selección argentina (Así jugamos, de Diego Borinsky y Pablo Vignone, Siamo Fuori, de José Esses y Federico Lisica). A pesar de la diversidad de géneros, en todos sobresalió el espíritu de contextualizar a través de un gran trabajo de archivo editorial y testimonios de diversos protagonistas. El libro más destacado por su carácter de thriller con final triste fue El último Maradona. Escrito por los periodistas deportivos Andrés Burgo y Alejandro Wall, el texto recorre el antes, durante y después del doping de Diego Armando Maradona en el Mundial de Estados Unidos 94. Los autores describen el resurgimiento y la puesta a punto del astro en plena pampa argentina, el trabajo personalizado en dietas y gimnasios, los actores protagónicos y de reparto que influyeron en la historia y el clima de un grupo que parecía dirigirse sin escalas a la gloria y terminó escribiendo uno de los capítulos más tristes en la historia del fútbol argentino. Si algo queda claro en el libro es que la expulsión de Maradona del Mundial (y la posterior e inevitable eliminación argentina del certamen) marcó el final de una época dorada irrepetible.
En Rusia 2018 el género que tiene mayor protagonismo en las librerías es el de las autobiografías. Mis latidos, del técnico argentino Jorge Sampaoli sirve, quizás, para conocer a la persona que ocupa uno de los lugares más cuestionados y en vigilancia del ojo público argentino. Desde un primer momento, las vivencias deportivas del protagonista comienzan a cederle un mayor lugar a las ideas y al juego: un manual para pensar sistemas, nombres, tácticas, momentos, necesidades y prioridades desde la visión de un técnico que trata e intenta que aquello que sucede en un campo de juego no sea obra de la casualidad. Pero la intervención en la composición y redacción de esas ideas al texto es muy notoria. El libro, como un equipo cansado, pierde fuerza porque es, incluso, su propio protagonista quien revela el truco: en un pasaje deja en claro que él ni lee ni escribe.
Dos obras de gran visibilización en las librerías son las de dos ex jugadores argentinos campeones del mundo. Dicha cualidad transforma sus imágenes y palabras en un imán para los futboleros. El Matador, de Mario Kempes y El Pato, de Ubaldo Matildo Fillol, aparecen como dos voces autorizadas por nombre e historia. Los libros refieren a las trayectorias de vida de cada uno de los protagonistas, haciendo especial énfasis en los mundiales de fútbol disputados. Fundamentalmente en uno: Argentina 78. Por ello, no parece casualidad que ambos libros tengan como portada dos imágenes de aquel 25 de junio en el que Argentina salió campeón del mundo por primera vez en su historia.
Otro formato que sigue vigente en 2018 es el de obras basadas en la investigación periodística. Un ejemplo de este tipo es Asalto al Mundial, de Alejandro Grabia, una publicación acorde a la experiencia del autor en el abordaje de los conflictos y negociados de las barrabravas con el poder. En sentido cronológico, desde Uruguay 1930 hasta Rusia 2018, los hechos se suceden dejando entrever los alcances que se esconden detrás del fútbol: las barras y sus vínculos con los partidos políticos argentinos, las particularidades de un negocio cada vez más grande, los pactos entre las hinchadas para convivir pacíficamente durante un mes o las traiciones que se pagaron con sangre.
El libro más reciente es 78, una historia oral del Mundial, de Matías Bauso. Con motivo del 40º aniversario del Mundial Argentina 78, Bauso lleva adelante un amplio y exhaustivo trabajo de investigación donde se recogen diferentes aristas: desde lo político, social y cultural en el contexto de la última dictadura cívico-militar, hasta los mitos, deformaciones y leyendas acrecentadas con el paso del tiempo. El autor añade un nuevo recorrido metiéndose en los matices y contradicciones del relato de aquel mundial imposible de pensar sin vincularlo a la dictadura. No hay reduccionismos ni propuestas banales. Todo tiene un desarrollo argumentativo en el que cada pieza parece encastrarse para construir una imagen total del evento. El libro tiene tres grandes ejes: el contexto político, el ciclo de César Luis Menotti (director técnico de Argentina) y cómo se vivía en junio del 78 en Argentina. Se narra por primera vez la historia de la organización y el trasfondo de los militares y su relación con el campeonato, los comités de boicots europeos, la supuesta campaña anti-argentina y la polémica por los gastos en obras. Entre lo novedoso de esta gran investigación (incluso por sus más de 800 de páginas), se destaca el papel de la mujer, la mezcla entre nacionalismo y fútbol, los festejos populares, la prensa y la censura, la erradicación de las villas-miseria, la figura de las Madres de Plaza de Mayo, los exiliados, los detenidos/desaparecidos y los Montoneros. Además de las más de 200 imágenes y los 150 testimonios originales, un gran archivo con declaraciones, textos y documentos de época, Bauso desarrolla un capítulo para cada partido de la selección argentina en el Mundial, puntualizando en los interrogantes del partido con Perú y la final con Holanda.
El incremento y la diversidad de las publicaciones en los últimos años parecen respaldar la magnitud y el magnetismo que provoca un mundial de fútbol: el evento más importante de lo menos importante que se lleva todas las miradas y también cada vez más lecturas.