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La Patagonia rebelde de Bayer salta al teatro

Es septiembre y hace frío. Trece años atrás, en un septiembre quizás más caluroso, se estrenaba en Rosario la versión teatral del libro La Patagonia rebelde de Osvaldo Bayer. En un subsuelo del Centro Cultural La Toma, dos de los mil quinientos obreros fusilados en 1921 volvieron del pasado, de la fosa común de la Historia, a dar su testimonio. “Gracias a Don Osvaldo” –dijo uno de ellos– “gracias a su investigación, es que nuestra historia no será olvidada”. Patagonia y olvido se llama la obra. Y el olvido, dice Mario Benedetti, está lleno de memoria.

Desde ese día, esos obreros sin nombre, reencarnados en los cuerpos de dos actores, recorren las veintitrés provincias de Argentina, reviviendo en cada función. De la mano del Programa Nacional Educando con Teatro, un programa autogestivo que el grupo La Comedia de Hacer Arte realiza desde fines de los noventa, visitan escuelas de todo el país. Pero también se organizan funciones con municipios, comunas, teatros y sindicatos. Argentina Rebelde se llama el proyecto. Con él, el grupo se propone hacer llegar la obra a 1.500 instituciones en memoria de los obreros fusilados en los sucesos patagónicos. 1.500, una por cada obrero. Osvaldo Bayer los apadrina.

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La Toma, como le decimos los rosarinos, está situada en pleno centro. En su exterior, lucen carteles con consignas políticas. Allí, antes, funcionaba el Supermercado Tigre. Pero, en el 2001, en plena crisis económica y social, a causa del vaciamiento empresarial, los trabajadores del supermercado ocuparon las instalaciones y crearon un centro cultural.

Ese mismo año, en Buenos Aires, se reeditó La Patagonia rebelde. En este libro Osvaldo Bayer había sintetizado los cuatro tomos de Los vengadores de la Patagonia trágica, la investigación que divulgó en los años setenta, cuando tenía cincuenta años. Era necesario difundirla: hacer conocer los acontecimientos originados por la huelga rural más extendida de la historia sudamericana. Los primeros tres tomos fueron escritos en Buenos Aires, entre 1972 y 1974. El cuarto, en cambio, lo escribió en Alemania en 1978, estando exiliado por la dictadura militar que, en esos años, arrasaba Argentina. Todos los tomos fueron prohibidos.

En el 2004, la memoria sobre aquella dictadura comenzaba a cobrar centralidad en la agenda pública. Ese 24 de marzo el presidente Néstor Kirchner ordenó bajar los cuadros del general Videla y del general Reynaldo Bignone de una galería del Colegio Militar de la Nación. Patagonia y olvido era apenas una idea. Una idea que surgió de una búsqueda: La Comedia de Hacer Arte quería hacer una obra sobre la historia argentina. Una búsqueda que culminó en un encuentro: un librito, con una foto gris en la tapa, titulado La Patagonia rebelde.

En noviembre, Osvaldo Bayer visitaba Rosario. Estaba en marcha el I Congreso de Las Lenguas y él era miembro del Comité de Honor. Iba a dar una charla en La Toma. “Bayer estaba rodeado de gente, pero se hizo un lugarcito”, cuentan Ramiro Lollo y Cielo Pignatta, los actores de la obra. Y así, sencillo, como todos imaginamos que es, Bayer les dijo que sí, que hagan la obra; que cuando tengan el texto, se lo envíen.

Unos meses después, al recibir el texto, Bayer autorizó la adaptación. Solo les pidió un favor: que no la titulen como La Patagonia rebelde. Quería guardarse el nombre por si, un día, escribía la obra.

patagonia y olvido cartel

Patagonia y Olvido, así le pusieron. Y el olvido es el viento: el viento patagónico. Ese viento sonó frente al público, por primera vez, en el subsuelo de La Toma, en ese septiembre quizás menos frío. Como en otras producciones del grupo, los actores construyen, a través de la escenografía, los espacios donde transcurre la acción con simples movimientos que realizan en escena. Una bandera blanca, los estancieros. Una bandera roja, los obreros. Esta vez, la escenografía es una máquina del viento. Una máquina alta, con ruedas que sostienen un cajón sobre el que se monta un cilindro bien grande que, al girarlo, suena a viento.

Trece personajes pasaron por el escenario del Centro Cultural La Toma. Trece personajes representados por una actriz y un actor. Trece personajes: todos varones, salvo una.

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Era diciembre del 2005 y Cielo estaba nerviosa. Se encontraba en Buenos Aires, en el Espacio Cultural Julián Centeya. Un galpón gigante que estaba lleno. Ella estaba en los camarines, junto a Ramiro, preparándose. Patagonia y olvido se iba a presentar por primera vez en Buenos Aires. Esta vez, con la presencia de Bayer. Pablo Felitti, el director y autor de la obra, manejaba su chevy naranja hacia Palermo: iba a buscarlo.

Cuando llegaron, cuenta Pablo, todos comenzaron a aplaudir. Bayer tomó el micrófono. Dijo unas palabras, electrocutó a la audiencia. Luego se sentó en su silla, en primera fila.

Mientras la obra avanzaba, las risas comenzaron a estallar. ¿Risas? Es que la versión recurre a la comicidad para contar el drama. Y lo hace, principalmente, a través de sus personajes. A través de los personajes masculinos encarnados por el actor: un obrero, un periodista, un estanciero, un policía, un soldado del Ejército, el presidente de la época –Hipólito Yrigoyen- y el anarquista Kurt Wilckens. A través de los personajes masculinos encarnados por la actriz: un obrero, una oveja, el estanciero Mauricio Braun, el jefe de policía y el teniente coronel Héctor Benigno Varela, a quien “no le hubiese gustado para nada ser encarnado por una mujer, porque era muy varón él”, dice Bayer en un video subido a youtube.

Cielo, también, encarna a una mujer. En el desenlace de la obra, cuando el ejército termina la masacre, algunos soldados se van de putas. Tocan la puerta del prostíbulo. Sale una mujer. La única mujer de toda la obra. Tiene el pelo atado, y se lo suelta. “¿Qué quieren acá?”, pregunta desafiante. “No los vamos a atender.” “¡Fuera, tómensela, no nos acostamos con asesinos! Cabrones malparidos, ¡fuera!” Queda sola en escena.

patagoniarebelde

Con el pecho inflado, mira al público y dice: “Las únicas, además de todos los que murieron, que nos animamos a gritarles en la cara asesinos, a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia, fuimos nosotras: las cinco pupilas del prostíbulo La Catalana de San Julián, que cerramos las piernas como gesto de rebelión. Por supuesto, fuimos llevadas presas. Nosotras, las putas de San Julián, fuimos las únicas que pusimos una flor en las tumbas masivas de los fusilados, de los muertos tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos.”

En esa escena, Bayer vio el final que deseaba para la película La Patagonia rebelde. Esa película, basada en los primeros tres tomos de Los vengadores de la Patagonia trágica, que sólo pudo estrenarse en 1974, con otro final. La película, aún hoy, termina cuando los estancieros le cantan, en inglés, “porque es un buen compañero” al teniente coronel Varela. A Bayer le costó ceder. Lo convencieron sus compañeros de filmación. Después, de todos modos, fue prohibida. Y ellos tuvieron que exiliarse. Antes, sin embargo, se estrenó en todos los cines del país. Y, con el regreso de la democracia, pudo volver a exhibirse. La película ganó el Premio Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín de 1974. Pero Bayer nunca pudo ver ese final. Hasta ese día.

Bayer aplaudió, aplaudió con agradecimiento, según cuenta en una entrevista publicada en Página/12. “Creo que esos pobres peones”, dice, “fusilados así, con tanta crueldad, encuentran aquí, en esta versión de La Comedia de Hacer Arte, su verdadera justicia. Una justicia que llega a través del arte”.

Desde esa primera vez, Bayer quedó muy contento. Lo escucho decirlo en el video, sentado en un sillón de su casa. Luego, agrega: “Me pareció muy bien que gente joven como ellos hicieran una cosa así con mi investigación. Hay un respeto absoluto por la investigación. Además, hay mucho mucho arte, arte teatral. A mí me cautivó y me sigue cautivando cuando veo esa obra. Realmente es una obra maestra. (…) Y el trabajo actoral es de primera, de primera. Es un lujo verlos, es un placer.”

A la salida de la función, mientras caminaban por las calles bonaerenses para ir a cenar, Bayer les confesó a los miembros de La Comedia de Hacer Arte que había tomado una decisión: ya no iba a escribir la obra, porque, para él, la obra ya estaba escrita. Así que, les dijo, pueden ponerle el título que quieran.

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Patagonia y olvido se siguió llamando. En el 2006 fue nominada, en Mar del Plata, como Mejor Drama para los Premios Estrella de Mar. Ese año, en Argentina, se declaró el 24 de marzo como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, haciendo eco de las marchas que, desde el comienzo de la democracia, se realizaban para no olvidar. Pablo Felitti recibió una mención especial de Argentores por la Mejor obra de autor Nacional de la temporada 2005-2006.

En Buenos Aires, en el mismo año, el Centro Cultural de la Cooperación organizó el Ciclo Osvaldo Bayer. Patagonia y Olvido hizo una función. Bayer los había invitado y, al comenzar la función, los presentó. Lo veo en el mismo video, parado frente a un micrófono. Tenía 79 años. “Bueno”, dice, “no voy a darles una charla de tres horas sobre Roca como acostumbro porque realmente lo de hoy para mi es una verdadera joya. Vamos a dejarlos a ellos porque realmente esto es una pequeña y grande joya del arte teatral. Llevar esto a 1.500 escuelas…se necesita generosidad y un gran sentido de la grandeza espiritual.”

Hacia el año 2007 Patagonia y olvido llevaba recorridas quince provincias. Por el norte y el centro de Argentina, los obreros revivían. Ese año, la obra participó del Festival La Hormiga, un festival que se realiza en algunas ciudades del sur. Una de ellas fue Neuquén. Los actores recuerdan esa función emocionados. Al terminar la obra, el público, que se mantuvo sentado en sus sillas, empezó a pararse, a pararse y a gritar: “Fuentealba, presente. Fuentealba, presente. Ahora y siempre.”

Carlos Fuentealba fue un docente asesinado por la espalda por un policía en la ciudad de Neuquén, ese mismo 2007, cuando, en el marco de un paro docente, estaba cortando la ruta. Cielo y Ramiro se congelaron. “Fue muy fuerte”, dice Cielo. Y Ramiro agrega: “Ni lo pensamos. Pero, es un tipo al que mataron por reclamar lo que le correspondía. Así que, de alguna forma, estábamos hablando de lo mismo.”

patagonia y olvido

Al año siguiente, Patagonia y olvido llegó a todas las provincias del sur. En esa gira, el destino jugó sus cartas. Ramiro y Cielo viajaban por la ruta 3. En el cruce con la ruta 281, vieron el monumento a José Font. Aquel trabajador, más conocido como Facón Grande, fue fusilado en los acontecimientos patagónicos de 1921. Su muerte, cuenta Cielo, está en la película. A pocos kilómetros de ahí se encuentra Jaramillo, el pueblo donde lo mataron junto a otros obreros, en la estación de trenes. Cielo y Ramiro quisieron ir. Al llegar, se enteraron: Osvaldo Bayer estaba ahí, a la vuelta. Lo fueron a buscar. Cuentan que, cuando los vio, Bayer les preguntó, sorprendido, qué hacían ahí. Se rieron. Bayer estaba con una comitiva. Iban a hacer un acto de homenaje para guardar una cruz, hecha por un obrero durante las huelgas patagónicas, que habían encontrado. La cruz decía “A los caídos por la liverta”. Fue encuadrada. Los actores, Bayer y la comitiva recorrieron los lugares de la zona. “Fue increíble”, dice Cielo. “Solo nos habíamos visto con él en Buenos Aires”.

Volvieron a verse en el sur, al año siguiente. El sindicato de docentes de Santa Cruz organizó una gira en la que Patagonia y olvido recorrió distintas ciudades de esa provincia. En muchas de ellas, ochenta años antes, los obreros habían sido fusilados. Ramiro recuerda esa experiencia como alucinante.

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En el año 2010, Patagonia y olvido ganó la Fiesta Nacional de Teatro organizada por el Instituto Nacional de Teatro. Tiempo después, entró en el catálogo de dicho instituto, lo cual le permite seguir llegando a distintos espacios y festivales del país. Junto a todas aquellas instituciones que se suman al proyecto, la obra, para el 2017, ya había recorrido todas las provincias de Argentina. Ese año, llegó a Chile. A algunas ciudades del centro y a algunas ciudades del sur. Ese sur en el que nacieron muchos de los obreros fusilados en la Patagonia.

Pasan los años y Patagonia sigue viajando. Las reacciones siguen variando. A veces, la obra molesta, dicen los actores. Usan esa palabra: molestar. Como también molestó el libro. Como molestó la película. Como molestó, tantas veces, Osvaldo Bayer. Otras veces, la obra abraza. Abraza porque es septiembre y hace frío. Las universidades públicas están de paro. El dólar sube; los salarios caen. Osvaldo Bayer murió recién, a fines de 2018, con 91 años. Chicha Mariani murió sin encontrar a Clara Anahí. Y Patagonia y olvido casi llega a las 800 instituciones. Al final de cada función, estos dos obreros, revividos en ese instante, vuelven a la fosa común de la historia, pidiendo “por favor, que no siga llegando nadie más”.

One Comment
  1. Reply Cristian 11 enero, 2019 at 8:07 am

    Excelente relato, emocionante.
    Gracias Luz!

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