Fonzi

Fonzi no es Binoche

 Sobre El crítico, de Hernán Guerschuny
Por Gerardo CaravanteDolores Fonzi 

Imágenes fijas de un París en blanco y negro. Marquesina de un teatro con anuncios en francés. La torre Eiffel. El mismo hombre en todas ellas. El hombre cobra movimiento y toma color. Luego París cede su lugar a la pútrida Buenos Aires: pasaje tan cortazariano de color, de ciudad y de lengua, de una ficción a otra. Atestado de juicios categóricos, el hombre que camina Buenos Aires y piensa en francés se declara enfermo de películas mediocres. Es un crítico, el hombre que arropado en la oscuridad de la sala  espera en vano que la pantalla como Medusa -con sus movimientos y sonidos, con su temporalidad acotada en casi ciento veinte minutos- lo seduzca de nuevo. “El cine está muerto”, pensará categórico con su pesimismo de cemento. El hombre, serio, depositado en su butaca; anotador y birome en mano, toma sus apuntes; barba crecida pero prolija, mochila al hombro, lentes, ropa invernal en tonos ocres. Es el que posee, al igual que otros miembros de su especie con los cuales compartió opiniones y medialunas con café con leche antes de entrar a la función privada, saberes específicos que le permiten defender una ética del buen gusto con la que protege a los indefensos espectadores de la vulgaridad, de la mediocridad del cine comercial. Los críticos son los maestros de la catalogación, sus armas son los adjetivos apropiados y justos (sensiblera, frívola, fallida…) y los argumentos exactos.  Son “los intermediarios entre las películas y el público”, aquellos que añoran el cine arte, el no complaciente, ese que se encuentra en retirada, el que agoniza aplastado por tanto film de superhéroes. Manejan un código propio compuesto de caritas, butacas o estrellas con los que son capaces de levantar o hundir a una película.

   El crítico, film argentino de 2013, es una formidable, y por momentos abrumadora, celebración al cine. Esta realización de Hernán Guerschuny, responsable además de un guión muy trabajado, puede ser leído como un film que plantándose en un género tan popular como la comedia busca de alguna manera subvertirla, aportando cambios que seguramente no dejarán indiferentes a los espectadores. Rafael Spregelburd, a quien conocemos como dramaturgo con títulos como Cucha de almas y La inapetencia, y a quien descubrimos como actor cinematográfico en El hombre de al lado entre otras películas de las que ha participado en este último tiempo, es quien tiene la responsabilidad de llevar adelante a Víctor Tellez, el crítico en cuestión. Y digamos que lo hace espléndidamente. 

El crítico

    Señalemos en primer lugar que el gran hallazgo de El crítico consiste en haber organizado, en torno a la figura del periodista cultural, el juego narrativo que nos propone. En éste, se da una inserción del monólogo interior a través de la voz en off del protagonista de tal modo que nos permite acceder directamente a su subjetividad.  Conocemos así su afición por el cine francés y su visión pesimista del mundo que bordea la caricatura. “La vida imita al cine”, dice algún personaje, y el comentario no resulta gratuito ya que toma cuerpo en el protagonista del film. Los mundos ficticios creados por el cine tienen autonomía propia, por eso el cine no imita la realidad sino que la crea, produce emociones, sentimientos, gestos, valores y conductas, en otras palabras, funda subjetividades e imaginarios, promueve vínculos.

Tellez, a la manera de una Emma Bovary contemporánea, se vincula con el mundo que lo rodea a través de las películas europeas. Son ellas las que le permiten construir su propia ficción, refugiarse en una vida diferente. Para ello apela a una melodía a lo Nino Rota; a una visión de mundo hipercrítica; viajes en taxis y metro; una escenografía de ascensor enrejado y departamento con aire europeo y una mujer, intelectual, por supuesto. Toda una estructura argumental alimentada por su fantasía. C`est la maladie du cinema, sostiene Víctor.  Y es en la larga e inconformista búsqueda de su vivienda ideal que su ficción empezará a tambalearse cuando se cruce con Sofía, propietaria del departamento soñado e interpretada por una estupenda Dolores Fonzi, antagonista intelectual del crítico, quien además está lejos de parecerse a una Juliette Binoche o a una Catherine Deneuve, y a quien Víctor deberá seducir si pretende obtener el departamento en cuestión. Pero las cosas no salen exactamente como pretende luego de que ambos comparten salidas románticas, alguna tan divertida como la concurrencia a una obra teatral un tanto exótica.

El crítico

   La crítica implica la comprensión de los códigos estéticos que nos brinda un film y, como crítico competente que es, Víctor percibe que su vida se desliza peligrosamente hacia un cambio de género para cumplir con los tópicos a los que las tramas románticas nos tienen tan acostumbrados y que el propio Guerschuny se encarga de poner en escena por medio de los fragmentos fílmicos, con los momentos más intensos del género, de películas tan populares como Diario de un pasión, Notting Hill, Titanic, entre otras. Encuentros fortuitos, una chica más bien de película española y el infaltable beso apasionado de la pareja protagónica que en este caso se produce en la cubierta de un barco con luna llena de fondo, música acorde y fuegos artificiales que estallan en el cielo muy oportunamente. Es decir, Víctor deja de ser el creador de su propio personaje cuando las reglas del género que creía vivir comienzan a escapársele de las manos como si un demiurgo hubiera escrito para él otro guión. En otras palabras, la maladie du cinema se expresa además en la cuestión de los subgéneros narrativos.El crítico sabe que la organización de los discursos sociales en cada uno de los géneros varía en el tema, en la estructura y en el estilo.“Estoy atrapado en un género al cual no pertenezco”, dirá apesadumbrado, y agregará más adelante a Sofía, entregado a las reglas del cine más cursi y previsible: “Yo creo que vos me completás”. En su desdichada pendiente genérica, Víctor no será privado de nada: habrá música de telenovela, lluvia de ficción, cine dentro del cine. El conflicto identitario está relacionado con su ubicación genérica -esa especie de código que permite observar, clasificar y criticar-  ya que ha imaginado y elaborado, como señalamos, un mundo ficcional paralelo, íntimo, que choca con el mundo exterior. Las contradicciones son cada vez más evidentes, fundamentalmente para él mismo. Con este desajuste su vida ha perdido el equilibrio entre la costumbre y lo nuevo, quizás porque en el fondo él tampoco puede sustraerse al cliché que representa su romántico relato de cinematografía europea. El relato que eficazmente construyó el guión de Guerschuny nos va presentando una atmósfera signada por el extrañamiento que padece su protagonista. Poco a poco, se van dando los signos espirituales de la enfermedad que lo domina, y el cuadro clínico se vuelve más inexplicable mediante la razón.

    El tono de comedia del film no oculta los aspectos nada gratificantes del trabajo profesional del periodista cultural: sus rutinas –la escena de los críticos saliendo de la sala de proyecciones aparece una y otra vez-, la utilización con fines propagandísticos de una de las críticas de Tellez como sostén para la promoción de una película mediocre, el compromiso con la distribuidora del medio gráfico en el cual trabaja, el hacerse guionista por necesidad como algo vergonzante (¿será cierto, como opina un personaje, que un individuo que conoce los trucos de una película puede ser por esto mismo un buen guionista?), la crítica risueña de sus pares, etcétera. Resumiendo, el mercado como dador de valores y compromisos a los que un crítico se encuentra sometido y que le permite a Guerschuny presentarlo, con un sentido marxista, en definitiva como lo que es, un trabajador de la cultura.  

Spregerburd

   Acompaña a la pareja protagónica un reducido abanico de personajes secundarios muy bien delineados, algunos de ellos con historias paralelas como Ágatha, la sobrina de Víctor, quien desde su adolescencia, representa a la espectadora inocente, libre de prejuicios acerca de las películas. Además cobra fuerza propia un director rencoroso, sediento de venganza, que vigila de cerca a Tellez. Protagonista de una historia paralela que se irá develando de a poco y cuyas características bien pueden incluirse en otro género, más próximo a Hitchcock. El crítico como film espejo, con diversos y bien desplegados niveles narrativos que se están referenciando unos a otros -y de más de una forma- sin dejar nada librado al azar. Resulta un fiesta prestarse al juego que nos propone Guerschuny, descubrir las múltiples intertextualidades del cine de arte y comercial, sus personajes extravagantes como el colega de Víctor, símil criollo de Michael Moore o inclusive apelar al calco de la escena esencial de El hombre de al lado, film que impone a Spregelburd como actor cinematográfico, la inclusión breve de Leonardo Sbaraglia, por mencionar solo unas pocas. Como su puesta en abismo permanente y lúcida: el guionista turbado cuando se rebaja buscando el personaje que dé pie a la trama que un productor está necesitando y por la cual le ofrece un buen ingreso. Finalmente caerá en la tentación y convertirá en personajes seres bien cercanos: Arce, el director cinematográfico cuya película Víctor destrozó utilizando sus mejores adjetivos y a quien insulta llamándolo “crítico”, lo filma a él y a su novia convirtiéndolos en personajes de una película incluida en la que estamos criticando, las imágenes de la cámara de seguridad de un edificio pueden pertenecer según los ojos de quien las vea a una película experimental, y los ejemplos pueden seguir. En definitiva, otro buen motivo para ver esta película aunque debemos indicar que tanta condensación intertextual por momentos resulta para los noventa minutos escasos que dura el film.

Dolores Fonzi 

El crítico busca transgredir los cánones de la comedia romántica por medio de recursos originales. Así el modelo clásico de la comedia americana encuentro-enamoramiento- obstáculos- reencuentro final, se tambalea con matices tenues, con reglas propias. Aquí el antagonista del galán, por ejemplo, es él mismo. Pero bueno, “La buena noticia podría ser que esto es una película”, nos previene Víctor desde el mismo comienzo. Claro, es su película francesa. Otra es la película inteligente y muy recomendable de Hernán Guerschuny que espera ahora el juicio personal de sus espectadores.

 

Ir a +ARTE(S) anterior: Lucrecia Martel

Leave a Reply