La Soprano

El arte de la conversación crítica

 Por Isabel-Cristina Arenas

La soprano

Pilar Rodríguez en el barrio Gótico de Barcelona. Fotografía: Alejandro Correa.

En agosto de 2010 un director de cine busca a un personaje para hacer su trabajo de final del máster en documental. Camina por el centro de Barcelona e intenta ver en cada transeúnte a su protagonista. Esa es la tarea: mirar, darse cuenta. Pasan los días y la gente. Se emociona con algunos posibles finalistas pero todavía no tiene esa sensación oculta e irracional de certeza. Pasan más días y lo encuentra, la encuentra. Se llama Pilar Rodríguez y canta ópera detrás de la Catedral de Santa Eulalia. En una pausa de la cantante el Director se acerca a ella y le pregunta por su vida ¿Qué ha sucedido para que esté trabajando en la calle? Es octubre de 2010 y el Director pasa largas horas con la Soprano. No puede evitar pensar que su historia parece tener cierto punto de imaginación, quizá de locura, ¿qué tanto es ficción? El Director quiere filmar la realidad, al fin de cuentas está haciendo un documental.

Roberto Valencia publica una charla entre Eloy Fernández Porta y José Luis Pardo en la Revista Quimera también en 2010. Los dos personajes hablan sobre el posible fin de la distinción entre alta y baja cultura. A partir de ese momento surge la idea de seguir reuniendo a pensadores para que dialoguen sobre la creación contemporánea. Cuadrar agendas y eliminar distancias dificultan el proyecto. Sin embargo, la tarea continúa y a lo largo de tres años se logra reunir a otros participantes: Javier Calvo, Juan Cárdenas, Jordi Carrión, Jordi Costa, Miguel Espigado, Agustín Fernández Mallo, Joan Fontcuberta, Jordi Gracia, Román Gubern, Ricardo Menéndez Salmón, Patricio Pron, Ángel Quintana, Damián Tabarovsky, Gonzalo Torné, y Manuel Vilas. En 2014 se publican las conversaciones reunidas: Todos somos autores y público (LETRA ÚLTIMA). 

¿Qué sentido tiene la ficción literaria? Es la pregunta de Roberto Valencia a Gonzalo Torné y a Manuel Vilas; este último opina que la vida real y la ficción ya son lo mismo. La Soprano ha interiorizado tanto la ficción en su vida que todo su pasado es real. No hay conciencia de ficción. El Director oye cada una de las historias de su protagonista y comienza a imaginar las escenas ¿qué tal si vamos a Granada y recreamos sus inicios en Trevélez? No sería ficción literaria, sino ficción cinematográfica. Cada artista y cada poética hacen lo que tienen que hacer, como dice Jordi Carrión en su diálogo con Jordi Gracia sobre la relación entre la literatura y su panorama social y político. La fuerza que mueve al Director no es precisamente la de hacer un discurso, político y social, de los artistas callejeros, pero lo hace en forma paralela. Lo que él busca es trasmitir la pasión del personaje por la música y responder a la pulsión de su yo creador. El artefacto que el Director construye plantea preguntas sobre el destino de alguien al límite de la mendicidad por seguir el camino de lo que considera lo más importante en su vida: cantar.

 La Soprano reúne a su alrededor a turistas y vecinos del barrio Gótico mientras interpreta Carmen, La Traviata o recita a García Lorca ¿Es esto alta o baja cultura? Eloy Fernández Porta y José Luis Pardo discuten sobre este tema en general. ¿Oír ópera en la calle “produce consuelo o produce turbación” (Umberto Eco)?, ¿y si ponemos a Pilar Rodríguez a cantar en la Sagrada Familia o en el Liceu? Mientras tanto, Porta se pregunta: “¿Qué pasa con toda esa gente que defiende la alta cultura contra el gusto popular, pero resulta incapaz de identificar citas de Hamlet y del rey Lear?”

Pilar Rodríguez

 Pilar Rodríguez cantando en la Sagrada Familia de Barcelona. Fotografía: Alejandro Correa.

Los asistentes a un concierto en un escenario público, una plaza del centro, no dudan en tomar fotos o filmar con sus móviles, ver la realidad a través de un aparato y reproducirla en sus redes sociales. No se sabe si el recuerdo que conservan tiene las dimensiones de una pantalla o si son capaces de recordar, por ejemplo, el clima del día, las expresiones de satisfacción de los demás asistentes o si se veía, o no, una parte de la Catedral mientras Pilar Rodríguez cantaba el Ave María. Hay tantas fotos que, como diría Joan Fontcuberta en su charla con Patricio Pron: “La fotografía que hacemos hoy ya no está concebida para durar, para capturar vivencias y preservarlas, sino que se convierte en un resorte de comunicación, fotos de enviar y tirar, todos somos periodistas, escritores, músicos y fotógrafos”. Es decir autores y público, tema que envuelve las conversaciones del libro de Roberto Valencia y que valdría la pena releer en algunos años, tanto para saber cómo han cambiado las opiniones de los protagonistas como para enfrentar la propia de acuerdo a los cambios tecnológicos de los siguientes diez años o menos.

El Director lleva tres años recopilando información sobre Pilar Rodríguez, se cumplió el plazo de la entrega final del máster en documental y se decidió por otro. Piensa que debe trabajar el tema de la Soprano con más calma. Se puede decir que ha perdido la emoción inicial que tenía en 2010. Por eso es que durante este lapso graba solo algunas escenas sobre ella y se dedica a hacer otros cortos de ficción. Filmar la realidad de la Soprano necesita tiempo, tanto para escoger las mejores tomas como para que ella misma evolucione dentro de su personaje ¿Qué mostrar, qué esconder? Ella quisiera contar las veinticuatro horas del día, ver en una pantalla grande cada detalle de su trayectoria. La metaforización de lo real, como dice Gonzalo Torné en el libro, consiste en contar las partes de la vida que tienen interés en la historia. Él habla sobre literatura, pero el concepto aplica también al cine durante el montaje o en la edición de una crónica periodística/perfil.

 

 Juan Cárdenas y Miguel Espigado discuten sobre los escritores como marca y su permeabilización con la llegada de Internet. Quizás uno de los interrogantes que hace Roberto Valencia y que quedará a merced del tiempo es: “¿hasta qué punto un escritor que se ha generado a sí mismo como marca no cambia necesariamente al interlocutor que tiene en la cabeza cuando escribe?” Habría que preguntarle a otros protagonistas del libro y llegar a un consenso o una tendencia. Pero se puede observar, por ejemplo, que la poética de Jordi Carrión se refleja en su perfil de Facebook, al igual que la de Sergio del Molino con la diferencia que las publicaciones de este último escritor también tienen un tono personal que hacen seguirlo igual que a una serie de televisión. Cárdenas afirma que su vida virtual no tiene nada que ver con su literatura y Espigado está seguro de que Bolaño hubiera tenido un Twitter, Facebook, y un blog, si hubiera nacido en los noventa. Por su parte, el Director de La Soprano tiene un trabajo alimenticio que se relaciona con el marketing en Internet y debe controlar diferentes perfiles de clientes, así que Facebook es de forma natural una de sus principales herramientas para dar adelantos de su trabajo como cineasta. 

 La filmación de la realidad de Pilar Rodríguez necesita momentos clave, ejemplo: los primeros años de su vida en Granada. Una verdad recreada que no por esto deja de serlo. Tal como discuten Román Gubern y Ángel Quintana al hablar de las fotos falsas que hacían los soldados norteamericanos sobre las torturas a los presos de guerra en Irak. Querían archivar la realidad y la actuaban. La discusión de estos dos invitados es quizá la más interesante del libro por las referencias a las que hace alusión y en general porque están resumiendo la historia de la humanidad en imágenes. Inicialmente el tema se enfoca en el campo de la guerra y geopolítica, pero la charla los va llevando por otros caminos hasta terminar en los imaginarios del cine de hoy. La ficción absorbe toda la textura de la realidad y se integra con ella.

 

¿Qué escribiría Juan José Millás en su sección “La imagen” de El País Semanal sobre esta fotografía?

 

Podríamos crear otra realidad: “La mujer de sonrisa sincera mira con emoción/devoción al cura que camina recogiéndose un poco la sotana. Ella tiene un brillo y una transparencia sospechosa, casi fantasmagórica y él una opacidad llena de estereotipos”. La foto es de 2014, fue tomada en el claustro que está detrás de la Catedral de Barcelona, el cura es un amigo de la Soprano y ha sido su apoyo desde que decidió vivir por y de la música.

El realismo y el relato político en particular de la narrativa española actual es el tema principal de la charla entre Ricardo Menéndez Salmón y Damián Tabarovsky,los dos comparten la idea de que la política forma parte de su obra, el primero por principios y el segundo enfocándose en lo político como una forma de interrupción inesperada que politiza la literatura. La Soprano se empezó a grabar solo dos años después del inicio de la crisis económica mundial, la bancaria en España y el estallido de la burbuja inmobiliaria. En ese momento muchos españoles comenzaron a salir del país, y continúan haciéndolo. Un no futuro casi asegurado. En ese contexto se encontraron el Director y Pilar Rodríguez, médico y soprano, que ya llevaba años cantando en la calle y que por lo mismo había perdido un poco su voz. El Director sintió que podría terminar igual que su personaje si no intentaba combinar su profesión de cineasta con la de comunicador que traía desde Latinoamérica. “Lo ideal para ser un creador radical, sería ser rico, vivir de rentas o tener un trabajo en la administración”, como dice Javier Calvo en el capítulo dedicado a analizar las condiciones para la creación en el siglo XXI, tema que comparte con Jordi Costa y Agustín Fernández Mallo, físico y escritor, quien afirma que no se plantea ser radical cuando emprende un proyecto artístico, solo responde a cuestiones puramente creativas. Cine que habla de lo político y de la realidad de los artistas en España.

Isabelle Touton revisa las conversaciones y amplía los cuestionamientos iniciales en la introducción y en los materiales complementarios del libro. Su aporte más significativo es la revisión del canon literario heterosexual, “¿éste es el panorama real de la literatura del siglo XX, sin voces femeninas?” Así es como se nombra a escritoras relevantes de la década entre los años 20 a 60 como Josefina Aldecoa, Concha Alós, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Elena Quiroga, Rosa Regàs, y Esther Tusquets. Su análisis sobre la importancia de las mujeres en la creación contemporánea tendría que ser la puerta a otro volumen de Todos somos autores y público, esta vez con la participación de figuras femeninas de España y Latinoamérica como Isabel Coixet, María Angulo Egea, Cristina Fallarás, Laura Freixas, Leila Guerriero, Claudia Llosa, Rosa Montero, María Ángeles Naval, Elvira Navarro, Laura Restrepo, etc.

Mientras tanto nos queda la voz de Pilar Rodríguez, La Soprano.

 

Todos somos autores y públicoTítulo: Todos somos autores y público

Autor: Roberto Valencia. Materiales complementarios de Isabelle Touton

Páginas: 332

Editorial: LETRA ÚLTIMA

ISBN: 978-84-9911-304-3

 

 

 

Todas las fotografías son de Alejandro Correa.

Leave a Reply