Por Fernando Pittaro
Si Dios atiende en Buenos Aires, como efectivamente parece ocurrir, sería un imperativo casi ético por su parte que abriese una sucursal divina en Córdoba. Así podría descubrir, por ejemplo, a uno de los poetas más nobles, sensibles y olvidados que dio esa provincia.
Salzano es muchas cosas. Y se lo recordará, al menos, por un puñado de ellas. Por ser inventor de los textos / barrados /. Por ser el hijo de la costurera y el ferroviario. Por ser de Cruz del Eje e hincha de talleres. Por hablarle al tipo común y silvestre al oído y no desde un pedestal, por pintar la memoria de varias generaciones desde la mesa del bar Soracabana. Por ser el letrista de Jairo. Por ser el mejor cronista que la Voz del Interior jamás podrá volver a tener. Por ser el que escribió, entre muchas otras genialidades, que “el amor es como el chorro de vapor que suelta el corazón de las ballenas”. Y por ser el mismo que le aconsejó a un principiante de las letras que “para escribir hacen falta tres cosas: una silla, un lápiz y un papel; después hay que meterle todo para adelante; y cuando ya no haya nada por delante, hay que meterle todo para atrás”.
A ese cronista urbano de relatos costumbristas cargados de nostalgia y sabiduría popular, la endogamia porteña lo ignoró; la fábrica del canon se lo devoró. Sus libros no se consiguen en Buenos Aires. “Me suena que es uruguayo”, “debe estar descatalogado”, “preguntá en alguna de usados”. O preguntale a Dios, que es más o menos lo mismo.
Y es triste que nadie sepa quién es Daniel Salzano, ese poeta que sabe las calles de su ciudad de memoria y las recorre con las manos en los bolsillos y la cabeza cargada de recuerdos.
Salzano, como Manzi, es el poeta de las cosas que se están yendo: las tertulias en los bares, los circos en los pueblos, los cines en los barrios, las calles de tierra, la radio fuerte desde el patio del fondo de la última casa de Alta Córdoba, los próceres que ya son posters, los actores de cine y los escritores que nos dejaron huella en las tripas.
Somos las películas que vemos, dijo Truffaut. Somos los libros que leemos, agregó Carl Sandburg. Somos, también, esos poetas que ignoramos. Eso también somos.
Así escribe DANIEL SALZANO
Algunos pibes de esta ciudad / llevan las manos en los bolsillos / al anochecer / parecen diablitos / con el pelo largo / y los ojos llenos.
Todos los hemos visto / al anochecer / debajo de una estatua / esperando una señal de los padres de la patria.
Algunos pibes de esta ciudad / saben silbarle a la Luna / al anochecer / parecen dibujos / sentados al borde de la Costanera.
Todos los hemos visto / al anochecer / en la puerta de la cancha / esperando el momento de hacerse invisibles.
Algunos pibes de esta ciudad / observan el infinito / al anochecer / parecen maestros / contando las luces / que cruzan el cielo.
Todos los hemos visto / al anochecer / abrir una chipaca / untarla con aire y chuparse los dedos.
Algunos pibes de esta ciudad / se acuestan pibes / al anochecer / se levantan hombres al amanecer / y nunca más / volvemos a verlos.
FOTOGRAFÍA: Diario Día a Día
Qué texto tan personal y expansivo, amiga. Nos conocimos con Salzano en los ’70 (antes del exilio), cuando la historia acompañaba al deseo (o viceversa). Lo encuentro ahora. Una breve charla para darla con algunos poemas pues conservo nada más que uno de sus libros: Versos que escribí para que tocara Jelly. Gracias por la compañía de tu reseña. José Antonio Cedrón
De paseo por Córdoba, donde estudié y ya no vivo hace quince años, ayer me encontré con su estatua en el Sorocabana. Venía del Centro Cultural donde una vez lo entrevisté para un trabajo de mi facultad. Tantos recuerdos me trajo. Sobre todo me trajo recuerdos que no tengo. Nunca leí nada suyo, aparte de sus columnas en la Voz. En Córdoba, en aquellas épocas, nos enseñaban que lo mejor estaba en otro lado. Hoy me alegro de una provincia que reconoce y festeja su identidad más que antes.
Yo soy de las que se fueron, pero también soy la que vuelve cada año para poner en foco la nebulosa de mis recuerdos en la docta.
Y me puse a buscar sobre Salzano, y llegué acá. Gracias por este bello texto. Salgo a buscar sus libros.
Hermosa Córdoba y hermosos sus recuerdos. Un gusto que este texto le haya llevado de nuevo a la voz de Salzano. Disfrute sus libros y gracias por contárnoslo.
Hermosa nota, me lleva a mi adolescencia, a mi profe de literatura, así lo conocí a Daniel.»O te gusta o no» me dijo y yo ya estaba enamorada, me gustó su simpleza, su sencillez y me hizo sentir en Córdoba antes de conocerla bien. Hoy trato de encontrarlo en sus calles , para verlo de lejos y admirarlo a la distancia, como hacía en los días que visitaba en Cineclub Municipal, porque siempre me dió vergüenza encararlo y decirle que era un genio. Hoy trato de ubicar sus libros y es realmente difícil (una pena), espero que se pueda a futuro. Por lo pronto me quedan los versos leídos y algunos poemas guardados que siguen enamorándose aún.
Qué hermosa anécdota, Laura. Gracias por compartirla.
Salzano fue un genio, es cierto, ojalá sus libros se difundan más y mejor.
¡Saludos!
Sólo llegué buscando un reseña del autor de Carpintería José. Ahora me quedé con ganas de seguir leyendo sus poemas. Muy buena semblanza…
«Besar como si mordieras uvas… Darle con alma y vida al café… Oler un libro viejo y detenerte… Insistir con la ternura. Aunque fracase… Estamos hechos para esto. Para perseverar… Hasta que en algún momento la vida pega un salto y desaparece».
«Besar como si mordieras uvas… Darle con alma y vida al café… Oler un libro viejo y detenerte… Insistir con la ternura. Aunque fracase… Estamos hechos para esto. Para perseverar… Hasta que en algún momento la vida pega un salto y desaparece». Una genialidad de Daniel (Salzano)
Debo mucho emociones a Daniel. Su forma tan particular de contar, mezcla de filósofo y poeta.
Ciudadano del mundo, Cordobés hasta la médula, que la vivió de adentro y la añoró desde afuera. Agradezco siempre me haya dedicado unos minutos y tener una foto con él. Apenas fallecido me tocó tanto que escribí un humilde tributo.
Adios Maestro.
El Salzano que yo conocí, el hijo de Vicente
el ferroviario que trabajaba en el Belgrano,
que se casó con una modista de Alta Córdoba.
Ese Salzano que los sábados me empañaba los ojos
Cuando lo leía en el Panino de Plaza España.
El Salzano que yo conocí, el que me habló del cine,
De King Kong, de John Wayne y de la Hayworth
El que me contó del Tranvía y el Sorocabana.
El Daniel que yo conocí y recuerdo en estos renglones.
Ese que extrañaba a su papá y decía
“Cada vez que llega el día del padre
y veo un pibe que camina de la mano del suyo
me muero de ganas de mangarlo”
Che pibe, déjame entrar.
Cordoba, 28/12/2014
A Daniel Salzano
Reescuché una canción cantada magistralmente por Juan Carlos Baglietto, «Salzanitos» en los ’80. Una letra de Salzano dedicada a sus hijos…no sabía quien era…me hizo llorar de la emoción… sensibilidad para la pluma y el corazón que no ya no se consigue…un maestro…
Hola! lindísimo el texto. Un aporte, Salzano no es de Cruz del Eje.