- ¿Cuál es tu libro pendiente/postergado más vergonzoso?
Tengo muchísimos libros pendientes y vergonzosos, tal vez no debería ni confesarlos por acá. Uno es Cumbres borrascosas de Emily Bronte, ayer lo conversaba con amigos y amigas en un auto de regreso. Me preguntaban si no me gustaba el escenario de época , intenté defenderme. No hay ningún mensaje oculto en no haber leído los imponderables, simplemente falta de tiempo o distracción. Se va transformando en una obligación, por otra parte, y la ansiedad es superadora y entonces quizás ya no querré leer nunca Cumbres borrascosas.
Pero no sé.
- ¿Cuál es tu T.O.C. en la vida cotidiana? ¿y tú T.O.C. como escritora?
En la vida cotidiana tengo varios, si es que se le puede nombrar así. Algunos son más graves, están arraigados y probablemente no se vayan. La obsesión compañera. Como escritora creo que tiene que ver con algo muy sencillo: el doble espacio en el párrafo. Cuando las líneas están muy pegadas me da la sensación de que no tienen aire, una pequeña claustrofobia visual que se resuelve fácilmente accediendo a “formato interlineado”. Fórmula mágica.
- ¿Alguna vez robaste un libro? ¿Cuál, dónde y por qué?
Solamente una vez me animé a robar un libro. Qué bronca con mi osadía, tan chiquita. Fue a los diecisiete años en calle Corrientes. Me robé Los siete locos de Roberto Arlt. Lo leí con culpa, me gustó, pero ahí atrás estaba la culpa. Después me olvidé. Otra clase de robo es la de recibir libros prestados y no devolverlos nunca más. En ese robo tengo mucha experiencia, no lleva demasiada adrenalina. Es simplemente no volver a tocar el tema.
- ¿Cuál fue el último libro que no pudiste terminar de leer y por qué?
El último libro que no pude terminar de leer fue De vidas ajenas de Carrere; igualmente lo retomé hace un tiempo porque sabía que quedaba algo pendiente. El motivo fue el miedo. Es una novela cercana a la no-ficción y todo lo que narra ahí es triste, posible y muy cercano.
- ¿Qué premio no estarías orgullosa de recibir?
Qué pregunta difícil. Sospecho que no estaría orgullosa de recibir esos premios que llevan como bandera el concepto “del esfuerzo”. Me sentiría un poco expuesta, es como el premio al no premio.
- ¿Cuál fue la primera palabra que pronunciaste?
¿Cuando empecé a hablar? Creo que la misma que dicen todos y todas: papá. Es curioso: incluso en la primera lengua hay dejos de machismo.
- ¿Cuál es tu palabra preferida? ¿Y la más odiada?
Por supuesto que lo preferido y lo odiado está en un cambio constante, porque somos torbellinos mentales que van y vienen y cada tanto se encuentran y hay dialogo posible. Pero no pasa muy seguido. Mi palabra favorita ahora creo que es ripio, y la más odiada es cascarón. Aunque si la repito varias veces, a la odiada, puede terminar por gustarme. Pero en cascarón encuentro algo bobo, poco justiciero. Deberíamos hacer algo al respecto.
- ¿De qué título te hubiese gustado ser autora?
Este título lleva el tótem de favorito hace mucho tiempo: Los galgos, los galgos. Algo de la aliteración, tan sencilla y tan hermosa, me hubiera encantado que se me ocurriera a mí. Pero solo me queda citarla cada vez que puedo.
- ¿Cuál es el libro que más has subrayado?
Subrayo muchos libros y tal vez no recuerde ahora mismo cual fue el que más. Hace poco empecé a leer a la poeta norteamericana Kay Ryan, ganadora del premio Pulitzer en el 2011. Leí Todos tus caballos, editado acá por Zindo y Gafuri. Fue sin una recomendación específica, podría decir que hallazgo individual. Como la poesía es difícil de subrayar, fui doblando apenas las hojas, esperando quedarme con los mejores poemas pero no fue posible: lo que obtuve fue un libro totalmente doblado, por completo. Un poco lo arruiné pero no me arrepiento.
- ¿Recuerdas dónde y en qué época leíste ese libro?
Todos tus caballos lo leí hace dos meses en un viaje en colectivo de San Isidro a Chacarita. Lo terminé en ese momento, y ahí fue que lo hice un bollo de fanatismo.
- ¿Qué frase recuerdas haber subrayado y que haya quedado grabada en tu cabeza?
Subrayé muchas frases y ojalá hubiera una sola que me haya quedado grabada en la cabeza. Tendré que hacer trampa, porque mi cabeza me traiciona mucho. Esto lo escuché en un documental de Nat Geo y lo anoté porque me gustó mucho, todavía no sé bien por qué: “tardaríamos doscientos días en auto para llegar a la luna”. Supongo que algún día, eso, podría convertirse en un cuento.
*Trabajo sobre foto original de Alejandro Guyot.