Por Norma Patricia Torres
Fotografía Ana Portnoy
Viñeta 1: Mesa(s) de saldos y retazos
En su texto El domicilio de la aventura (1995) Juan Sasturain enunciaba: “Porque la literatura es, también y acaso sobre todo, una manera de leer”. Veinte años después de la publicación de aquel libro de ensayos, se reeditaron una nueva edición del festival BAN! 2015 (Buenos Aires Negra. Nueve días de enigmas) en el Centro Cultural San Martín. La asistencia de un fluido y variado público a las actividades que se proponen en el marco de este evento parecen dar cuenta de que El domicilio de la aventura sigue habitado por escritores y lectores dispuestos a celebrar el encuentro dialogando sobre interrogantes que se entraman y actualizan ante este producto cultural.
Oportunidad que se torna propicia para mirar, hurgar, explorar en las mesas con novedades y – como todo lector apasionado- en las mesas de saldos y retazos. Mientras hojeamos los textos nos preguntamos: ¿las circunstancias de la Argentina contemporánea son materia “aventurable”?, ¿siempre lo fueron?, ¿ante estos textos se nos imponen nuevos modos de lectura y escritura?, ¿Cuáles son los enigmas a develar?, ¿el hilo de Ariadna se tiñe de rojo (o amarillo)?
Y en una mesa encontramos Manual de perdedores / 1 y Manual de perdedores / 2 de Juan Sasturain, editados por Legasa. Allí se lee: manual, perdedores, historietas, policial, novela, Argentina, 1985, 1983… palabras y representaciones que entretejen interrogantes del presente en los que perviven retazos, saldos de interpelaciones que tienen su génesis en producciones de ese período tan singular de nuestro país en el que la lectura y la escritura convivieron en permanente tensión, porque como diría el autor que nos ocupa: “las palabras ayudan pero también traicionan”.
Viñeta 2: Manuales
Trazos expresionistas (negro, blanco, amarillo, rojo) la figura de un detective (casi fuera del recuadro), el arma, preparada para disparar, un pasillo. Constituyen la tapa del tomo 1. “Etchenaik pensó que un detective era un hombre que camina por un pasillo hacia una puerta entreabierta con un revólver en la mano”. Eso era él, se nos dirá luego en el fragor de la acción.
“Apuntó a las gomas delanteras y disparó a través de la ventanilla”, enuncia el epígrafe de la viñeta incluida en la página 110 del mismo texto en la que el detective, ahora de frente, empuña un arma ya disparada. Ilustración que luego se convertirá en tapa, con tintes amarillos, en el tomo 2.
En la postportada de los dos textos se nos refiere que los prólogos y capítulos se publicaron en forma de folletín en el diario La Voz de Buenos Aires, entre el 10 de enero y el 15 de marzo de 1983 y que las viñetas de Hernán Haedo de aquellas ediciones hoy constituyen las tapas.
Así, una primera aproximación al texto nos coloca ante fragmentos de historietas; un detective y su autor Juan Sasturain, un género, el policial duro interceptado por otro: el manual… de perdedores. Manual: que se ejecuta con la manos, fácil de manejar, que exige más habilidad manual que de inteligencia, casero, fácil de entender, libro en el que se compendia lo más sustancial de una materia, en que los hombres de negocios van anotando, provisoriamente y como borrador las partidas para pasarlas luego a los libros oficiales.
Algunas claves de lectura: lo policial, el manual, la historieta… evasión, entretenimiento. Formas de escritura: el oficio, lo “casero”, producción seriada, confección artesanal, borradores, la materia (lenguaje/s) oficiales o no; los prejuicios y/o el snobismo, géneros menores, funcionales, dependientes, sin esa libertad esencial que supuestamente caracterizaría a la obra de arte.
Sasturain en su estudio sobre El eternauta (1985) sostiene que suele asociarse la aventura al pecado de la evasión y el entretenimiento, como si leer y escribir aventuras o policiales estuviera automáticamente descalificado y no fuera, además, un componente estructural en el relato, una categoría horizontal que atraviesa las diferentes formas de la narrativa, de la literatura y el cine.
Folletín, novela policial, historietas… pedazos de textos que vertebran la intriga e imponen el ritmo narrativo. ¿También imponen lectores, lecturas y formas de escribir?
Fuente: lavoz.com.ar
Viñeta 3: Etchenique / Etchenaik o las costuras a la vista
“Podría comenzar este relato diciendo que uno no puede jubilarse de lo que ama (…) O mejor: nadie puede jubilarse de lo sueños sin enloquecer. Otra manera de empezar sería: una prestigiosa tarde de otoño, en Parque Lezama”.
Variados comienzos, múltiples historias, una versión oral, la de Tony García, un mozo gallego y jubilado que era “dueño de una historia diferente y cada tarde montaba el espectáculo de su vida ante un auditorio escéptico o respetuoso, siempre pendiente”. Su historia: la historia del verdadero protagonista Etchenaik que el narrador – escritor – personaje Sasturain rearmará a partir de “ráfagas tomadas de los diarios de mediados del 70” y que en el prólogo dos, defenderá ante lectores, como Diego Fierro y sus “lecturas impiadosas” o ante “la firme amabilidad de Ricardo Piglia”.
La voz narradora nos coloca ante los artificios literarios de la ironía intertextual y la metaficción y desde allí nos interpela a posicionarnos como lectores escépticos o respetuosos ante diversos itinerarios (y formas de escritura): las aventuras heroicocómicas de este nuevo Quijote y su Sancho, la violenta balada de Etchenaik (ex policía y actual investigador privado) y Tony García (su ayudante y ex mozo); personajes quijotescos o de novela dura ambientada en Argentina. Lectores que también emprenden un simulacro en estas (re)escrituras.
Piglia, en su texto Crítica y ficción (2001) sostiene que sólo hay libros que cuentan un viaje o una investigación. Escritor y lector inician, en momentos distintos, un peregrinaje hacia un mundo desconocido: el del texto. Y aquí, el espacio textual, se nos presenta como un lugar de encuentro de escrituras superpuestas, fragmentos, que se entretejen en un “manual de/para perdedores”.
Etchenique/Etchenaik es más ausencia que una afirmación, un hueco o una mirada antes que un sujeto que obra efectivamente sobre el/su mundo: él está hecho de retazos. Lorenzo Etchenique, jubilado municipal clase 1912, “viudo desde que se acordaba”, ex integrante de una brigada que fue desintegrada cuando tocó “algún pez gordo”, oficinista en la época de la Libertadora, decide retirarse cuando encuentra “un tipo que flameaba bajo la picana” de otro tipo que él conocía.
“Etchenaik, desde ahora” le dirá a Tony García – “detective privado” es también un lector y allí en “su bibliotequita” están: los cien primeros números de séptimo círculo, dos estantes de Rastros, la Serie Naranja, el Club del Misterio, Míster Reeder; en su imaginario juegan: Robert Mitchum, Cagney, Bogart, todo el cine policial negro, el tango, los boleros, el radioteatro, el folletín. Lector que es leído por otros personajes, que es interpretado en las lecturas/re-escrituras que son sus versiones de las peripecias que vive, alguien que se siente “extraño, casi un personaje hecho”: un gesto de Bogart, un sermón menor de Marlowe, fragmentos de tangos y de boleros. No puede obrar, incidir, cambiar lo que lo rodea. Un verdadero detective de novela negra recurriría a su experiencia empírica y conocimiento del medio, él recurre a sus textos intentando re-escribir su vida y postula: “Hay que enseñar a perder, viejo: con altura, con elegancia, con convicción. Hay que escribir un Dale Carnigie al revés: Como perder seguro o Derrótese usted mismo en los momentos libres, algo así… y sería un éxito, porque le hablaría a la gente de lo que conoce. Eso necesitamos: un manual de perdedores”.
Viñeta 4: Versiones y simulacros
Etchenaik intentará rescatar a “la chica” en las inmediaciones de “Caminito que brillaba iluminado en la noche como un escenario vacío”. ¿Puede Caminito ser algo más que un “escenario vacío”?, se pregunta Giangreco, escritor y sobrino de Tony (alter ego de Sasturain). Y agrega: “¿la circunstancia Argentina contemporánea, es materia aventurable? Si lo es, ¿cuáles son las reglas del juego – explícitas e implícitas que se le imponen?”.
Él se encuentra con dos anclas posibles: la contemporaneidad de la acción y la ambientación argentina. Pero, re-pregunta y postula, ¿Alcanza con el realismo costumbrista o esto lleva al camino de la parodia? Trasladar la acción al suelo patrio, intercalar palabras del tango en los parlamentos o hacer aparecer regularmente la sombra del obelisco contra el horizonte es estar condenado al realismo y marca las limitaciones de lo imaginario posible, lo verosímil argentino.
Cómo narrar luego del horror, cómo escribir policial en Argentina después de la Dictadura Militar. “La tarea que estaba en el aire era la de conjugar – con reglas del juego claras y abiertas – todo lo disperso; recuperar la creatividad perdida o desorientada, satisfacer a un público mal atendido y sobre todo, entrar en contacto con la historia y la circunstancia argentinas, una cita pendiente que vino a darse -¡oh, paradoja! – cuando el rigor del Proceso militar ponía a prueba las ganas de comunicar más que trivialidades”, responde Sasturain al interrogarse por los nuevos domicilios de la literatura en ese contexto.
La figura del detective privado es poco creíble y por otra parte la barbarie policial hace impensable un héroe que forme parte de sus filas. Etchenaik es “un quijote” que nos lleva a superponer la lectura en el mismo lugar donde pasan las cosas, nuestro entorno, pero es además miradas, una forma de escritura.
Tras / frente a él: infinidad de textos, un amplio repertorio de discursos contemporáneos y circulantes, históricos, canonizados y cristalizados. Todas las modalidades que supuestamente debían estar excluidas aparecen en Manual de perdedores, excluidas por: la descalificación del lector (de folletín , de historietas) por el medio (el diario, el cine, el radioteatro), el género (policial, historieta), un amplio espectro de “los no reconocidos” como parte del sistema literario, pero con un componente lingüístico fértil e innegable: formas orales de la cultura popular y folclórica, la canción popular, el cine, el radioteatro, el folletín. Toda la literatura de kiosco y la cultura de masas.
Pero también nos encontramos con: “Decir como diría”, Borges, Arlt; títulos y personajes que aluden a Cortázar, Piglia; tramas y estilos que remiten a Onetti; el policial argentino contemporáneo… todo un sistema literario ¿oficial?
Escribir/leer escuchando, palabras que evocan otras palabras, lenguaje apoyado en el lenguaje. Juego infinito de alusiones, evocaciones, guiños y referencias a otros mundos, organizaciones verbales y no verbales: lo dicho, lo escrito, lo marcado, lo leído se plantea, así, en Manual de perdedores como único criterio de realidad; un nuevo imaginario posible, parece querer decirnos Sasturain.
Contar – escribir – leer en la Argentina es (¿fue/será?) intentar un diálogo entre “lo ya dicho” y “lo que no ha sido nombrado”. En Manual de perdedores, Sasturain intenta a través de la parodia, el juego intertextual, lo metanarrativo, desde el sostén de modelos que la escritura transparenta (en un acto de escribir y de leer simultáneos) invitarnos a jugar, nuevamente, una partida: ¿es posible la invención de una historia, un estilo, una escritura desde/en el sur del mundo?, ¿todo está dicho y puede volver a decirse?, ¿podemos descifrar el enigma?, ¿existe? O sólo hay versiones, borradores, simulacros pero ¿qué otra cosa es la literatura?
Puede que al aceptar el convite, nuevamente “seamos perdedores” o acaso él nos prometió el libro que Etchenaik no publicó:
-Tiene escrito un libro de ajedrez- dijo Tony a Giangreco. Algo así como “Como ganar partidas rápidas”. Nunca salió pero está terminado.
-Ni va a salir – concluyó Etchenaik volteando las piezas como si fuera un viento definitivo, decretando el final.
Lo demás es “literatura”.