Por Samanta Schweblin
(1) ¿Cuál es tu libro pendiente más vergonzoso?
Tengo muchísimos. Y no se trata solo de grandes autores de la literatura universal. A veces son incluso contemporáneos. Pero como esta pregunta se trata siempre de los grandes ladrillos voy al grano: mi gran deuda es con Moby Dick. Y no es que ya haya cumplido con el resto de las deudas, pero con Moby Dick tengo una deuda especial. Quizá porque todo indica que me volverá absolutamente loca. Y sin embargo siempre pienso que tengo que esperar, que habrá un momento ideal para leerlo tranquila, un momento idílico.
(2) ¿Cuál es tu T.O.C. en la vida cotidiana? ¿y tú T.O.C. como escritora?
No me duermo si no tengo un libro en las manos. Aunque haya vuelto a casa agotada a las siete de la mañana. A veces no llego a leer ni una sola línea, pero si no me acomodo entre las sábanas sosteniendo el divino papel mi cuerpo ni se entera de que hay que dormir. Es ridículo, pero de verdad tengo que sostenerlo.
Como escritora -no sé si es un TOC- pero mientras escribo muerdo de todo. Uñas, lápices, bordes de cuadernos, pedacitos de papel, hasta el celular. Supongo que un psicoanalista tendrá mucho que decir al respecto pero yo preferiría no escucharlo.
(3) ¿Alguna vez robaste un libro?; ¿cuál, dónde y por qué?
Sí, una vez. Lo robé para compensar una injusticia. Una compañera de la primaria me maltrató así que a mí me pareció que estaba en todo mi derecho en devolverle el daño. Le saqué un libro de la mochila durante el recreo, un libro de historietas en inglés. Yo ni siquiera sabía leer inglés, pero para mí fue toda una reliquia.
(4) ¿Cuál fue el último libro que no pudiste terminar de leer y por qué?
Uf, tantos. Soy una lectora abandónica. Pero es feo listarlos, lo que a mí puede no interesarme puede ser bueno para otros. Lo que sí puedo decir es que este año abandoné a muchísimos norteamericanos. Admiro mucho su tradición, creo que me formé con muchos de ellos, pero a veces encuentro a la nueva generación un poco repetitiva.
(5) ¿Qué premio no estarías orgullosa de recibir?
Ah, ¡pero si me encantan los premios! Hay uno que inventaron por ahí los británicos, el premio a la peor escena de sexo del año, supongo que ganar ese premio sería algo bastante vergonzoso. Casi peor que escribir chistes que no hacen reír.
(6) ¿Cuál fue la primera palabra que pronunciaste?
Bueno, acabo de preguntarle a mi mamá por whatsapp y no tengo noticias muy originales. Parece que fue algo así como “ma”, y luego algo así como “pa”. Y en un segundo mensaje mi mamá aclara que también pudo haber sido alguna otra cosa, pero ella solo estaba dispuesta a escuchar alguna de esas variantes.
(7) ¿Cuál es tu palabra preferida? ¿y la más odiada?
Una que me encanta es el “escapista”. ¿Podés creerlo, que el escapista es un tipo que se dedica a arreglar los caños de escape? Hasta que me desasné fue una palabra evidentemente vinculada a la profesión de el acto de escapar, me parecía maravillosa: “el escapista…”
No se me ocurre ahora ninguna palabra que odie, porque siempre hay un contexto en el que podría serme útil. Entonces pensé ¿qué palabra o frase común me cae mal, me cierra el estómago, augura siempre las peores noticias? Y entonces sí lo vi con toda claridad, está en la mitad de mis correspondencias: “Estimado cliente:” (así, con los dos puntos).
(8) ¿De qué título te hubiese gustado ser autora?
Si pudiera elegir, me hubiera gustado escribir los Nueve cuentos de J. D. Salinger a los 17 años. Luego, lograr cierta incursión en las profundidades del alma a los 22, con alguna nouvelle al estilo Muy lejos de casa de Paul Bowles, o Un invierno largo de Colm Tóibín, y retirarme a los 25 con Claus y Lucas de Agota Kristof. Hubiera sido una carrera realmente inolvidable.
(9) ¿Cuál es el libro que más has subrayado?
Mis libros más subrayados los tengo todos en Buenos Aires –creo que El tercer policía de Flann O’Brian es definitivamente el más marcado de todos. Acá en Berlín tengo una relación mucho más desprendida con los libros, porque con la perspectiva constante de que “ya prontito me vuelvo”, los libros pasan por mis manos pero muy pocos se quedan. Así que saco una foto de Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout, que es uno de los pocos que tengo marcados, pero ni comparación con El tercer policía.
(10) ¿Recuerdas dónde y en qué época leíste ese libro?
Lo leí justo antes de dejar Buenos Aires, me lo regaló una alumna de mi taller y lo leí en el avión, por eso lo tengo conmigo. Fue un libro muy especial en ese sentido.
(11) ¿Qué frase recuerdas haber subrayado y que haya quedado grabada en tu cabeza?
Una de Raymond Carver con la que empiezo casi todos mis talleres literarios “Un hombre sin manos toca a la puerta para venderme una fotografía de mi casa”.
Este ejercicio de citar frases siempre me parece difícil, porque en las mejores frases, lo que sucede es que el lector pone en ellas todo el peso que vino juntando una historia, y a veces, fuera de contexto, pierden su fuerza.