Es moneda corriente que, de tanto en tanto, el aceitado aparato de marketing de la industria editorial busque acaparar el foco de atención de los lectores con motivo de celebrar la supuesta aparición de una nueva estrella en el firmamento del ecosistema literario. En tales circunstancias, suele también ser común que muchos de nosotros cedamos ante la tentación y ante el deseo de la novedad. ¿Quién no ha sucumbido, acaso, alguna vez, ante el hipnótico y persuasivo influjo de una reseña o de un comentario que le ha despertado la inquietud, la curiosidad y hasta la misma urgencia de ir detrás de tal o cual obra para luego consumirla en unos pocos días? Lo descorazonador del asunto es que, concluida la faena, los lectores muy a menudo nos encontramos con que el cielo sigue encapotado y con que, por mucho que levantemos la mirada, en el firmamento no se llega a divisar ninguna nueva estrella. Cerramos las tapas del inicialmente preciado volumen, ponemos a descansar el tomo en algún olvidado estante de la biblioteca y nos resignamos finalmente ante la decepcionante evidencia de que aquellas melifluas palabras que poco antes se habían hecho dignas de nuestra confianza y que nos habían incluso incitado a efectuar esa suerte de salto de fe no eran más que hiperbólicos, vacuos e infundados cantos de sirena.
De un tiempo a esta parte, un importante sector del periodismo cultural ha venido llamando la atención sobre la obra de Samanta Schweblin. Nacida en 1978 en Buenos Aires, Argentina, en donde estudió cine y televisión, Schweblin comenzó a publicar en el año 2002 y, hasta el momento, es autora de los libros de cuentos El núcleo del disturbio (2002, Primer premio del Fondo Nacional de las Artes 2001), Pájaros en la boca (2009, Premio Casa de las Américas 2008), Siete casas vacías (2015, Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero 2015) y Pájaros en la boca y otros cuentos (2018), y de las novelas Distancia de rescate (2015) y Kentukis (2018). Gracias a su primera novela, Distancia de rescate, recibió los premios Tigre Juan, Ojo Crítico, Tournament of Books y Shirley Jackson y fue seleccionada como finalista del Man Booker International Prize 2017, lo cual le granjeó visibilidad a nivel mundial y condujo a la reedición de varios de sus libros.
Desconocedor de la obra de Schweblin e intrigado por este verdadero fenómeno en ebullición en el ecosistema literario actual, encontré en la reedición de Pájaros en la boca y otros cuentos la excusa perfecta para incursionar en el universo narrativo de esta autora, de modo tal que me dejé llevar por tanta crítica entusiasta y elogiosa, adquirí el libro y me aboqué a su lectura, con la intención de indagar en los motivos de tantas simpatías y adhesiones para con una prosa que, al parecer, posee la magnética virtud de cautivar.
Pájaros en la boca y otros cuentos, publicado por primera vez a comienzos de 2018, acaba de ser reeditado en febrero de este año por el grupo editorial Penguin Random House. El libro, que es una reedición de Pájaros en la boca (2009), añade siete relatos (entre ellos, “Olingiris”, dado a conocer previamente en la prestigiosa revista Granta) a los que componían el título original y, a través de sus veintidós cuentos, busca ofrecer una suerte de panorámica, cronológicamente ordenada, de la narrativa breve de Schweblin. La antología, por lo demás, posee un doble valor agregado, ya que, amén de haber sido realizada por la propia autora, incluye dos cuentos hasta el momento inéditos.
En este selecto muestrario de la ficción breve de Schweblin, el lector se encontrará con relatos de extensión variable (algunos, de apenas poco más de una página, como “Mariposas”, y otros que se demoran a lo largo de veinte páginas, como el conocido “La pesada valija de Benavides”) y de género también muy diverso; el volumen cubre, en lo que a este último aspecto se refiere, prácticamente todo el abanico de opciones disponibles y, junto a cuentos de carácter más bien realista (“Irman”, “Perdiendo velocidad”), presenta otros de tinte fantástico puro (“Última vuelta”, “La medida de las cosas”) o fantástico extraño (“Pájaros en la boca”, “Bajo tierra”), algunos maravillosos (“El hombre sirena”), algunos de tipo policial (“Matar a un perro”) e incluso algunos más cercanos a la ciencia ficción (“Conservas”).
En todos ellos, independientemente de su extensión o del género al cual se los quiera adscribir, Schweblin -haciendo gala de una prosa prolija, sobria y hasta lacónica, alejada de ampulosidades innecesarias, pero también de audacias o de innovaciones técnicas- da muestras de una imaginación díscola ante las prerrogativas de lo real y, a partir de argumentos muchas veces sutilmente delineados, en otras ocasiones nimios, despliega las fragilidades, las frustraciones, los sinsabores y la zozobra de sus personajes, casi siempre seres agobiados que, de repente y sin saber o entender por qué, se encuentran inmersos en alguna suerte de caos que intuyen como definitivo y ante el cual parecieran no contar con otra alternativa más que la de la resignación y la de dejarse arrastrar.
A lo largo de los relatos que componen esta antología, temas como el carácter conflictivo de las relaciones interpersonales, la fragilidad de la familia, la frustración derivada del no poder alcanzar aquello que se desea, la violencia y la incomprensión se reiteran de manera intermitente y contribuyen a delinear un universo creativo unitario y coherente, en el cual es posible detectar aires de familia con el Julio Cortázar de Bestiario (“Última vuelta”, “En la estepa”), con la Silvina Ocampo de La furia y otros cuentos (“Papá Noel duerme en casa”) y con el Juan José Saer de Glosa (“Agujeros negros”), sólo por mencionar algunos referentes del ámbito literario argentino contemporáneo.
Es cierto que en algunos cuentos del volumen el lector avezado probablemente echará de menos, o bien una mayor solvencia en la trama (“Papá Noel duerme en casa”, “Mi hermano Walter”), o bien una mejor y más elaborada resolución, no tan abrupta o tajante (“Irman”, “La furia de las pestes”, “Un gran esfuerzo”), o bien, por último, un mayor trabajo sobre la voz narradora, que permita volverla más potente y, en especial, más verosímil (“Pájaros en la boca”, “Cabezas contra el asfalto”). Pese a ello, quien se entregue a la lectura de Pájaros en la boca y otros cuentos también tendrá la gratificante sorpresa de toparse con textos realmente magistrales, como “Agujeros negros”, en el cual una paciente que acude de noche al consultorio de su médico para pedirle que la ayude a resolver la extraña patología que padece provoca una especie de contagio en cadena y hace que todos los presentes en el hospital terminen padeciendo dicha patología, o “Matar a un perro”, que relata el frustrado rito de iniciación de un postulante a sicario, o “En la estepa”, que gira en torno a una pareja que, obsesionada por la fertilidad, se ve envuelta en una misteriosa búsqueda.
Libro dispar en varios sentidos, Pájaros en la boca y otros cuentos, aun con sus aspectos perfectibles, se presenta como una muy recomendable puerta de acceso al multifacético ecosistema narrativo de Samanta Schweblin, una producción que, plasmada en una particular y estilizada prosa, tiene innegablemente por centro un núcleo de intensa e inquietante imaginación. Se trata, sin lugar a dudas, de un universo todavía en formación, pero que ya en esta etapa de su historia se revela como pujante y supone, cuando menos en lo que al panorama de las letras argentinas se refiere, una verdadera novedad que no debería menospreciarse y que tampoco se debería desaprovechar.