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Attaque 77. Tres décadas y una despedida

La banda más popular del punk argentino comenzó su serie de shows festejando sus 30 años de carrera.

Attaque 77 es la banda más popular que dio el punk argentino y en 2017 está cumpliendo 30 años de vida. Debutaron en vivo en 1987, el mismo año en que los Ramones tocaron por primera vez en el país. Un año después aparecieron en el compilado Invasión 88, la fotografía perfecta de lo que estaba sucediendo en ese momento con el movimiento y sus bandas emergentes, como Flema, Los Baraja y Comando Suicida, entre otras. Y, en 1989, ya tenían su primer disco en la calle, Dulce Navidad, producido por el baterista de Riff, Michel Peyronel. Desde esos tiempos hasta el presente su propuesta no ha parado de evolucionar y su público se ha multiplicado considerablemente, pero no por eso su camino dejó de estar marcado por una serie de dificultades.

invasion 88

La banda tuvo varios cambios de integrantes en esos primeros tiempos en que fueron moldeando una formación sólida, clásica y estable que permaneció durante 17 años, con Ciro Pertusi (voz), Mariano Martínez (guitarra y voces), Leonardo de Cecco (batería) y Luciano Scaglione (bajo). Pero el grupo sufrió una fractura que muchos se apresuraron a aventurar como irreparable que fue el alejamiento de Ciro en 2009, para formar una nueva banda bajo el nombre de Jauría y con la que hasta el momento grabó dos discos. ¿Había futuro para Attaque sin su cantante y principal compositor? No sería fácil, claro, pero sí, existía la certeza de que podrían seguir adelante porque Mariano no sólo cantaba y componía algunas canciones, sino que ya se había convertido en el productor de los discos del grupo, lo cual le daba una mirada global de cómo timonear el barco. A pesar de la desconfianza de muchos, sobrevivieron como trío e incorporaron para sus actuaciones en vivo a Alejandro Flores, en guitarra. Y no sólo lograron encontrarle sentido a esta nueva etapa, grabando un álbum de estudio con canciones nuevas, Estallar, y un disco acústico en vivo en el Teatro Ópera, sino que también consiguieron que visualmente no se notara que allí había una ausencia. La banda, simplemente, había mutado y tenía una nueva formación.

ciro-pertusiPero Attaque 77 no sólo debió enfrentar y superar el alejamiento de una pieza considerada como casi irremplazable, sino que desde sus comienzos, por haber hecho canciones que le posibilitaron alta rotación en las radios, suceso comercial y popularidad, también tuvo que atajar críticas desde los sectores más conservadores -si se quiere- del punk. Y de allí surgió una llamativa paradoja: y es que el argentino, que es considerado el público más fiel de los Ramones, banda de culto pionera del punk mundial, les criticó a los Attaque 77 el incursionar en sonidos más cercanos al pop, algo que jamás se hubiera atrevido a hacer con el grupo de Nueva York, que en la búsqueda de ser “los nuevos Beatles”, o sea, ser masivos y reconocidos en todo el mundo, se sometieron a las locuras de Phil Spector, famoso productor que había trabajado en Let it be, e intentaron con End of the Century (1980) tener el suceso comercial que se les había negado en sus cuatro primeros discos. Fue deliberada la búsqueda, la intención. Y no resultó. En cambio, lo de los Attaque fue un dejarse llevar que de un día para el otro los encontró con el éxito masivo de la canción Hacelo por mí y una gran demanda de replicar esa fórmula, presiones inimaginables unos años antes, cuando ensayaban bajo el nombre de Cabeza de Navaja en la casa de su amiga Alejandra Gravinesi y compusieron su primera canción, de corte nihilista, llamada Ya sé. Pero tanto Ya sé, como Hacelo por mí, fueron canciones que fluyeron como expresiones artísticas de cada momento, por una necesidad y con la espontaneidad propia de su juventud.

El público argentino, así como es especial por lo pasional, también es un público difícil. Y prefirió detectar en Attaque un defecto que no era tal. La melodía, la canción de amor o la reflexión existencialista estuvieron tanto en las obras de los Ramones como en las de Attaque. I don’t want to grow up fue el cover de Tom Waits con que los Ramones abrieron su último disco de estudio, Adiós Amigos (1995), lo que pareció ser el puntapié inicial para que los Attaque, dos años después, hicieran el tema Crecer, en el que pretendían, sin éxito, claro, volver a la niñez y quedarse allí: “Yo quiero juguetes y dulces y buenos tratos, no quiero compromisos ni hacerme cargo”.

attaqueundiaperfectoEl haber conseguido el suceso comercial hizo que los Attaque fueran considerados, por muchos puristas, como los “caretas” o los “vendidos” del punk local y que en muchos conciertos, incluso hoy, se escuche algún que otro grito pidiendo que “hagan temas punks”. Pero, como en la biblia del punk no cabe ser condescendiente, los Attaque lograron, de alguna manera, aleccionar a su público y sentirse más cómodos con su desempeño. Sintieron, en definitiva, que no le debían nada a nadie. “No me subas tan arriba si me querés alcanzar… no hay más vueltas, no me sigas, yo no sé dónde voy, no me mires, no me imites, si aún no sé lo que soy”, decían en Mensaje, de Un día perfecto (1997). Tal vez por eso, por decidir su propio destino y hacer oídos sordos a las críticas despiadadas, fue que llegaron a cumplir 30 años ininterrumpidos de carrera, habiéndose convertido desde hace al menos unos 20 en una banda consagrada que en este 2017 celebra las tres décadas con esta serie de shows íntimos, en salas cerradas y con capacidad reducida, lo que hoy, ante la proliferación de los eventos multitudinarios, se presenta como un bien preciado. Pero este puñado de conciertos no sólo trae aparejada la consigna del festejo de cumpleaños, sino que representa el comienzo de una larga despedida, de acuerdo a lo que insinuó Mariano Martínez, el único miembro fundador que queda y hoy cantante y guitarrista, mediante un video difundido en julio de este año a través de internet: “Seguramente que estos shows y el lanzamiento del disco sean las últimas cosas que hagamos como grupo”.

Esta especie de corolario de la carrera de Attaque 77 coincide con que la llama del punk a nivel mundial se ha apagado definitivamente y todo lo que hoy se haga llamar con esa etiqueta es un mero revival que no inquieta ni cambia el curso de las cosas. Además, la banda vive la víspera de la salida de su demorado nuevo álbum. Mariano Martínez, a propósito, declaró hace un tiempo en un programa de la radio del Salón Pueyrredón que antes de retirarse quería demostrarse que todavía Attaque podía lograr un último gran disco. Y, para ese esperado lanzamiento, el grupo había acordado con la discográfica Sony Music ofrecerlo en tres partes con cuatro temas cada uno y con un espacio temporal de unos meses entre sí. Así salió el primer EP, Triángulo de Fuerza (2016), y cuando se esperaba la segunda entrega, el sello cambió de planes y el trío tuvo que aceptarlo, decepcionado con el incumplimiento de la palabra y un poco hastiado de lo que es la industria de la música. Y esa realidad, que es que la discográfica impusiera la orden de sacar un larga duración de una sola vez, tal vez hizo cambiar los planes a mediano y largo plazo y fue, quizás, el detonante por el cual la banda está transitando sus últimos tiempos de actividad en conjunto.

Yendo ya específicamente a esta serie de shows celebratorios de los 30 años, la consigna del grupo es repasar, en cada uno de esos conciertos, lo mejor de al menos tres discos de su historia. Para arrancar han elegido repasar Ángeles Caídos (1992), Amén (1995), y Un día Perfecto (1997). El primero fue una respuesta al éxito masivo de El cielo puede esperar (1990); el segundo fue una demostración de que podían tener más matices sonoros sin resignar la fuerza de su punk rock; y el tercero elegido para esta ocasión fue directamente un cambio de estilo, con canciones que traían ya un sonido más alternativo y experimental y cuyas letras ahondaban en la introspección, el existencialismo, la añoranza de la juventud y lo lúdico.

Los dos primeros shows tuvieron lugar el 15 y 17 de agosto en Niceto Club, un local donde nunca había tocado Attaque 77 y donde, de hecho, ninguna banda grande había tocado aun. El grupo prefirió eludir las opciones más esperables, como el estadio de Obras Sanitarias, y la explicación estuvo basada en su deseo de estar más cerca de su público y recuperar ese cara a cara que tuvieran durante los primeros años.

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Al no haber material nuevo para presentar, lo interesante aquí es presenciar en vivo la evaluación que la banda hace de su propia discografía y saber cuáles, para ellos, son las mejores canciones de su repertorio. Habiendo reducido la lista a sólo tres discos para esta ocasión, es toda una rareza que abrieran con Como Billy the Kid, seguramente entre los temas que menos podrían ser considerados un hit. Es una apertura distinta, pero no por eso menos efectiva, para seguir con el que desde hace muchos años suele ser el segundo tema de todo show de Attaque. Cambios, de UDP, refleja a la perfección la emancipación mental que se propuso la banda para construir su propia carrera y salirse definitivamente de la sombra ramonera que, en vez de protegerlos, los perjudicó y les hizo ganar miradas despectivas. “Demasiado uniforme vestí, demasiados prejuicios, demasiada bandera y discurso, cuánto tiempo perdido…”, son las primeras palabras de la canción y representan una nueva toma de postura, la de restar importancia a las demandas externas y ser honestos consigo mismos.

El trío se las arregla muy bien con los temas que le agregan adrenalina, energía y pogo al segmento más punk de la noche. Ellos son El Perro y 2 de abril de Amén. Alejandro Flores y Julián Méndez Morgan, los dos guitarristas adicionales con los que cuenta la banda, aportan sus recursos para interpretar aquellas canciones más arregladas y experimentales, como Cinco, con la que Attaque se salió completamente de su eje, en un guiño a la música alternativa o grunge de los noventas. Tres pájaros negros, la mejor de Amén, que aparece casi escondida, siendo el tema 14 de 16 que tiene el disco, es otra de las canciones no habituales que aparecen en la lista de Niceto. Al haberle bajado un semitono, suena deslucida, pero no pierde emotividad al ser coreada por toda la sala. La trayectoria, la soltura, el expertise y el carisma, hacen que Mariano Martínez improvise Fábrica, un clásico del disco Dois de Legião Urbana que Attaque grabó en Amén, y se lleve una gran ovación. Numancia, a puro riff y con una letra completamente inspirada de Ciro Pertusi, jugando con el ganar, el perder y la revancha, es un intenso final para el tramo principal de un show que tuvo como invitados a Claudio Leiva, primer baterista de la banda, Adrián Vera, bajista de su segundo y tercer disco, y la antes mencionada Alejandra Gravinese, bajista de Cabeza de Navaja. Luego de la breve pausa, llega el arresto final con una improvisación de Blitzkrieg Bop, el guiño ramonero de la noche, y los cuatro finales con Ángel, San Fermín, Chicos y perros y Ya me aburrí.

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En Niceto, cada uno de los presentes, entre ellos los músicos, sus asistentes y el público, perciben que se trata de dos noches muy especiales que, más allá de la consigna ya de por sí convocante que es celebrar los 30 años de una banda, quedarán en la memoria colectiva durante mucho tiempo, porque este Attaque 77 luce ajustado, predispuesto, inspirado y muy conectado con su gente, algo que no venía ocurriendo en algunos conciertos más rutinarios de los últimos años. En varias ocasiones de la última década se los notó un poco apagados, brindando shows en que se los notaba meramente cumpliendo una obligación profesional, tocando a las cuatro de la madrugada en el marco de una fiesta en Groove, un local con malas condiciones de sonido, o en festivales con grillas de bandas y horarios poco amigables para su trayectoria o, sin ir más lejos, el caso extremo de haberse tenido que presentar a principios de este año en Costa Rica y México sin Mariano Martínez a causa de un ataque de asma.

En definitiva, todo salió bien y esto fue sólo el comienzo de una larga e intensa celebración por los 30 años de Attaque 77, lo que también se percibe como el ensayo de la despedida de una banda que se inspiró en los Ramones, pero que, a fuerza de críticas despiadadas y miradas despectivas, aprendió a emanciparse, a hacer su propio camino y ganarse el merecido respeto. Llegaron al éxito y se mantienen vigentes y en forma. Quizá por eso ronda en sus cabezas la idea de ponerle un cierre a su carrera en un gran momento, tal como reza Numancia: “Cuando me encuentro en una buena emoción le pido a Dios se apiade y me lleve ahí, en lo mejor”.

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