Xavier Güell

Xavier Güell: La música sobre la palabra

  Por Isabel-Cristina Arenas

“La música es el elemento que tenemos para intuir de dónde venimos y para dónde vamos después de la muerte, desvelarla es conocer el secreto de la vida”

Xavier Güell

Xavier Güell

Fotografía: elcorreoweb.es

Entrar en la piel de un compositor y dirigir, entrar en la mente de un compositor y escribir, es lo que ha hecho Xavier Güell (Barcelona, 1956) en Música de la memoria; biografía novelada en primera persona de Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler, siete de los mejores compositores del siglo XIX. El autor ha reconstruido sus vidas basado en hechos históricos pero con la libertad de la ficción. Güell escribe y parece que dirige, habla y parece que dirige; mueve las manos, se emociona, se agita y contagia el entusiasmo con el que ha escrito su primer libro.

Beethoven huye por las noches para evitar que su padre lo obligue a tocar las fugas de Bach que tanto le cuestan. Se sienta frente al Rin y mira las estrellas. Schubert encuentra una mancha roja en el cuello de un joven al que ha visitado varias veces. Él y su amigo Schober se han prometido no repetir con ningún amante. Schumann le dice a Clara Wieck que su relación ha terminado, que él arrojará su alianza al Rin. Dos horas después se lanza al río helado con la argolla de matrimonio puesta. Brahms está sentado en un vagón de primera clase, va de Viena a Bonn al entierro de Clara. Se ha convertido en la tercera B de la Santa Trinidad junto a Bach y Beethoven. Liszt le confiesa sus pecados al Papa Pío IX: “basta, tengo suficiente, confesad el resto a vuestro piano”, y después le concede cuatro órdenes sacerdotales menores. Wagner controla uno de los puestos de fabricación de granadas; también hace de centinela desde lo alto de la iglesia de Frauenkirche en Dresde. El exilio es parte de su vida. Mahler asocia lo alegre y banal con una gran tragedia. Lo descubre durante una sesión de psicoanálisis que tiene con Sigmund Freud.

Ciento cuarenta y un años de historia desde el nacimiento de Beethoven hasta la muerte de Mahler. Xavier Güell quiere que escuchemos nuestro sonido interior a través de la música de estos compositores. Por eso es necesario detener la lectura y oír la obra que él va mencionando. Toma horas y puede tomar toda la vida entender ciertos conceptos, por ejemplo: encontrar una versión en YouTube de la Sinfonía nº 3, “Heroica” de Beethoven dirigida por Hebert von Karajan en 1972 con la Filarmónica de Berlín, pero después leer, en la discografía seleccionada por el autor, que las interpretaciones posteriores a 1963 por el mismo director resultan algo artificiales. Se puede tardar mucho tiempo en notarlo, pero depende del lector: habrá algunos que puedan entender, oír la música en su interior, cuando por ejemplo Wagner diga, en voz de Güell, que compuso el preludio de El oro del Rin sobre un solo acorde en arpegio de Mi bemol mayor que se despliega circular ciento treinta y siete compases. Toda la vida, otra más, pero mientras tanto no es un problema, lo realmente importante es sentarse y escuchar el preludio, la sinfonía, o comenzar por las vida de sus compositores.

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La pasión

El idioma es la patria para muchos escritores, hace unos meses lo decían el colombiano Juan Gabriel Vásquez y el argentino Meir Margalit en una charla acerca del desarraigo y el exilio. Beethoven tuvo que acostumbrarse a su sordera, reconocer al final de su vida que no oír al mundo exterior le dio la oportunidad de escuchar su propia voz; un desterrado que compuso desde su silencio. Existe una anécdota reconocida sobre el estreno de la Sinfonía nº 9 y recreada por Gary Oldman en Mi amada inmortal (1994): al terminar la gente lo aplaude pero Beethoven no se da cuenta pues además de no oír está mirando a los músicos, entonces uno de ellos se levanta y le avisa, la gente lo ovaciona y él reconoce el agradecimiento del público a través de los gestos.

 

Escena de Mi amada inmortal (1994): Gary Oldman como Ludwig van Beethoven

 

“La vida se asemeja a la vibración de los sonidos y el hombre a la pulsación de las cuerdas. Si el golpe es demasiado duro, la vida pierde su justa resonancia y ya no podrá volver a encontrarla”. Beethoven podía sentir la vibración y él mismo era la pulsación de esas cuerdas, por eso su sordera fue solo lo justa para poder seguir componiendo. Al final de su vida buscaba un heredero y creyó encontrarlo en Schubert, un aliado para luchar contra el Romanticismo que consideraba cursi y artificial. Él era un clásico como Bach, Händel, Haydn y Mozart. Schubert, por su parte, abriría nuevos caminos.

La Oda a la Alegría, el Cuarto Movimiento de la Sinfonía nº 9, está basada en un poema de Friedrich Schiller escrito en 1785 y actualmente es el Himno de la Unión Europea. Cuando Beethoven la compuso causó controversia al incluir coros en una sinfonía, pero en ese momento él ya era Beethoven, altivo, impetuoso, impulsivo, respetado por todos. No alcanzó a terminar su Sinfonía nº 10 pero dejó su testamento: la Sinfonía nº 9, la Misa Solemne y la Gran Fuga, que según Xavier Güell son los ejemplos más claros de su sinestesia. Por supuesto, también la Heroica forma parte de su legado, la misma que fue dedicada y des-dedicada a Napoleón Bonaparte cuando Beethoven supo que éste se había coronado emperador.

BeethovenFuneral de Beethoven. Pintura y grabado de Franz Stöber

 

Miles de personas se juntaron para despedir a Ludwig van Beethoven el 26 de marzo de 1827. El poeta Franz Grillparzer escribió la oración fúnebre: “…él llegó hasta el mismo lugar donde el arte termina…” 

 

El doble

 

La noche está tranquila, descansan las calles,

En esta casa vivía mi amada;

Hace mucho tiempo que abandonó la ciudad,

Pero la casa está en el mismo lugar

(Fragmento de un poema de Heinrich Heine)

 

El lugar de Schubert fue Schober. “Me ofreció vivienda, dinero y amor”. Franz von Schober fue el antídoto contra él mismo, su corruptor y protector. Fue quien lo apoyó para crear sus más de seiscientas lieder (canciones líricas), y el organizador de las Schubertiadas, en donde poetas, músicos, escritores, pintores y filósofos se reunían a debatir sobre diferentes temas acompañados de la música de Schubert como: El rey de los Alisios, Margarita en la rueca, La muerte y la doncella, La novicia, El pastor de las rocas.

La música como único arte abstracto pierde su condición al unirse con las palabras, Schubert lograba fusionarlas, inspirar y someterlas en sus composiciones. Xavier Güell recomienda a Dietrich Fischer-Dieskau interpretando El doble (Der Doppelgänger), basada en el poema de Heinrich Heine.

En sus últimos días de vida Beethoven lee una parte de Viaje de invierno compuesta por Schubert, se impresiona con este fragmento y busca hablar con él. Lo encuentra y se convierte en el confesor a quien le revela quién fue su “amada inmortal”, además de los secretos de muchas de sus obras. Schubert lo escuchó paciente, trabajó en forma incansable y llegó a ser quien conduciría el Clasicismo al Romanticismo. ¿Qué diría hoy Beethoven al respecto? aunque también Schubert siguió su directriz con la sonata clásica.

Un año después de haber cargado el ataúd de su maestro, Franz Schubert muere con 31 años acorralado por la tercera fase de sífilis. No sonó el Requiem de Mozart en la iglesia de la Santa Trinidad, ningún actor leyó un discurso en su honor como un año atrás en el sepelio de Beethoven. Sin embargo, Schubert había cumplido. Los secretos del compositor están en su Adagio del Quinteto en Do mayor: “fraternidad entre ángel y demonio, melancolía arrebata y alegría serena”.

 

 

Adagio del Quinteto en Do mayor – Franz Schubert: Pablo Casals, Isaac Stern, Paul Tortelier, Alexander Schneider, Milton Katims. 

 

¿Schober? Él lo atendió hasta el final. “No tengas miedo, ven conmigo, deja de sufrir, descansa en mi regazo”

 

 

Florestán y Eusebio

Siempre un día alguien toca a la puerta de la casa, lo hizo Beethoven en la de Mozart y Nietzsche en la de Wagner; a la puerta de los Schumann llamó un joven de veinte años llamado Johannes Brahms.

Robert Schumann firmaba algunos de sus artículos en la Nueva Revista Musical con el seudónimo de “Raro” por la última sílaba de Clara y la primera de Robert. Clara, su esposa pianista y compositora de gran prestigio, había sido su obsesión desde que era una niña. Logró casarse con ella, tenían ocho hijos. En el artículo que escribió Schumann, después de diez años de no hacerlo, recomendó al joven con el que los dos estaban encantados: “un genio, el nuevo mesías, el elegido”. Así describía a Brahms y así mismo firmaba una intensa relación de amistad, de celos, de herencia musical y familiar.

Florestán o Eusebio eran otros de los seudónimos usados por Schumann, le dio estos nombres a sus dos personalidades: Florestán el activo, heroico, carnal; y Eusebio el melancólico, soñador, espiritual. Toda la vida luchó contra su bipolaridad. Carnaval, Kreisleriana, Estudios sinfónicos, Fantasía en Do mayor, fueron su autorretrato. Estudió a fondo la ópera italiana y quería convertirse en un creador del drama alemán a través de las óperas. Admiraba a Carl María von Weber y su Cazador furtivo, a Mozart y La flauta mágica. Escribió una ópera, Genoveva: “solamente la entendió Liszt, nunca más quise escribir una”.

 

Genoveva, Op. 81. Kurt Masur, Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. -Robert Schumann

 

Beethoven de niño se sentaba frente al Rin y miraba las estrellas, Schumann por su parte se lanzó al río en pleno invierno, tenía cuarenta y cuatro años y tuvo la mala suerte de no morir, lo había querido desde que su hermano Julio falleciera en 1833. En sus últimos días recluido en el hospital psiquiátrico de Enderich y mirando como consuelo la estatua de Beethoven en Bonn, Schumann repasaba su vida. Clara nunca pudo ir a visitarlo. ¿Clara Brahms? se preguntaba él y en el fondo quería que así fuera después de su muerte, cuando por fin pudiera alcanzar un segundo nivel de percepción y averiguar la procedencia de la música.

 

Motivo Clara

Cuando Johannes Brahms llegó a casa de los Schumann le abrió la puerta una de sus hijas, Marie. No estaban sus padres, así que regresó un rato más tarde y lo recibió Schumann. Brahms llevaba una carta de recomendación del violinista Joseph Joachim que el anfitrión no abrió, “Las palabras no sirven, solo sirve la música”. Brahms tocó su Sonata en Do mayor, estaba muy nervioso y cometía errores. Schumann lo detuvo y fue a llamar a su esposa. Clara se sentó junto a Brahms y él continuó tocando cada vez más seguro de sí mismo; está la versión novelada de Xavier Güell de cómo se conocieron estos dos compositores. En la película llamada Clara, los últimos años de Robert Schumann, el matrimonio va a una taberna a las afueras de la ciudad y lo oyen por primera vez. La esencia es la misma: atracción musical entre los tres, respeto de Brahms hacia los dos y amor de Brahms hacia Clara. Después de la muerte de Schumann intentaron estar juntos pero la carrera musical de cada uno y los ocho hijos fueron las razones que empezaron a separarlos.

 Schumann

Clara Wieck: Fuente: http://www.library.yale.edu/musiclib/exhibits/schumann/portrait_schumann_clara.html

 

Clara Wieck fue el motivo de Schumann y Brahms.

La composición del Primer concierto para piano en Re menor fue la catarsis de Brahms después de haber renunciado a todo por su música, en especial a Clara. Él fue el compositor más  Clásico de los Románticos, seguidor de Bach, Mozart y Beethoven, opuesto a los progresistas que estaban componiendo la música del porvenir: el grupo Weimar, conformado por Liszt, Wagner y Berlioz.

 

El paraíso

Franz Liszt era el encargado del ostiario, la lectura, los exorcismos y de ser el acólito durante las misas. Estas fueron las cuatro órdenes menores que recibió del Papa Pío IX en el Monasterio de Santa María del Rosario, en el monte Mario de Roma. ¿Liszt el famoso, el que despertaba la histeria colectiva? Wagner, su yerno, se preguntaba qué clase de pecados habría cometido. Lo cierto es que después de la muerte de dos de sus hijos, Daniel y Blandine, Liszt sintió la necesidad de dedicarse a componer música para Dios.

El pianista chino Lang Lang, con millones de fans en el mundo, despierta un furor equivalente al que tuvo Liszt en vida. Lang cuenta en su página web que cuando tenía tres años vio a Tom & Jerry en The Cat Concerto tocando la Rapsodia Húngara nº 2 de Liszt y sintió ganas de imitarlos. Durante los años ochenta este fue uno de los primeros acercamientos a la música clásica de muchas personas, aunque no todos se convirtieron en pianistas. ¿Y si Lang hubiera visto a La Pantera Rosa interrumpiendo de todas las formas posibles la Sinfonía nº 5 de Beethoven para dirigir su The Pink Panther Theme? En temas de marketing Lang Lang está más cerca de Franz Liszt que de Glenn Gould, quien se retiró a los treinta y cuatro años de la vida pública y decidió no dar más conciertos. Hablar de Gould es querer oír sus Variaciones Goldberg de Bach y verlo encorvado en su silla pequeña.

 

La Sinfonía nº 6 – Beethoven-Liszt interpretada por Glenn Gould

 

Liszt quería extender la armonía más allá de los límites naturales, componer música fertilizada de todas las artes: poesía, pintura, literatura. La sinfonía de Dante lo persiguió por años, pero como dice Xavier Güell, qué lástima que Liszt le hubiera hecho caso a Wagner y no escribiera el Paraíso. La relación entre los dos siempre fue muy fuerte, eran familia, eran amigos y músicos. Carolina von Sayn-Wittgenstein, compañera de Liszt por años, le reprochaba la excesiva influencia de Wagner sobre su obra quien en una carta le escribió: “¿Así que nos vas a dar una Divina Comedia?, sin duda es una idea admirable y ya saboreo tu música por adelantado. Sin embargo es preciso que discuta un poco contigo. El infierno y el Purgatorio serán un éxito, en cuanto al Paraíso dudo en pronunciarme”.

Liszt será para siempre parte del núcleo de la “música del porvenir”: Wagner con el drama escénico, Berlioz con la música de programa instrumental y él con sus Poemas Sinfónicos y por supuesto, su tan anhelada música religiosa para el futuro.

 

Tierra alcanzada a punto de azar

Wagner pasó muchos años en el exilio y gracias a la intervención de Liszt pudo regresar a Alemania. Sin embargo, solo un año y medio después de haber llegado, el 10 de diciembre de 1865, tuvo que abandonar otra vez el país. Se refugió en Lucerna, Suiza, en una casa a la que llamó Tribschen. Allí terminó el tercer acto de Sigfrido y comenzó el prólogo de El ocaso de los dioses. Vivió los mejores años de su vida junto a Cósima, hija de Liszt, ex esposa del director de orquesta Hans von Bülow, también recibió muchas veces de visita a Friedrich Nietzsche y al rey Luis II de Baviera quien prometió ayudarle a construir el teatro y poner en marcha el Festival de Bayreuth.

El 13 de agosto de 1876, después de veintiocho años de trabajo, se estrenó El anillo del Nibelungo conformada por: El oro del Rin, La Valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses. Quienes hayan ido al Festival de Bayreuth habrán podido disfrutar de las óperas de Wagner en su teatro con vista desde cualquier punto, donde los músicos permanecen escondidos en un foso frente al escenario para evitar distracciones, tal y como lo dispuso el compositor desde el estreno.

Hoy la ópera está en pleno furor. Por ejemplo, el pasado 18 de julio las filas para entrar al Palau Robert en Barcelona superaron las mil personas para un aforo de seiscientas, todas con el objetivo de presenciar en pantalla gigante La Traviata de Giuseppe Verdi, que también pudo verse desde la playa de la Barceloneta y otros doce lugares más en donde el Gran Teatre del Liceu retrasmitía la obra. Así mismo, el barítono y escritor Ramón Gener con su programa de televisión This is Opera reúne cada domingo en España a más de cien mil espectadores para contarles detalles de una obra específica.

 A su vez cada año es posible asistir al Festival Castell de Peralada y al Festival de Lucerna, dos de los más reconocidos en Europa. También existe el Opera Day en donde el fin de semana más cercano al 9 de mayo las casas de Ópera en Europa abren sus puertas. Ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao, Oviedo, Sevilla y Valencia participan por España. El mundo está lleno de escenarios increíbles dedicados a su promoción, nada más dar un vistazo a los siguientes: Guangzhou Opera House y el Teatro Regio en Turín.

El Festival de Bayreuth, controvertido por las preferencias musicales de Hitler —además de los ensayos antisemitas publicados por el propio Wagner—, se celebra cada año del 25 de julio al 28 de agosto. El compositor murió siete años después del estreno del Anillo del Nibelungo. Su tumba no lleva su nombre.

 

 

El Adagio de la Décima

A bordo del trasatlántico Amérika en abril de 1911 Gustav Mahler decidió no quemar su Sinfonía nº 10. Es la versión en Música de la memoria, pero en la discografía, entrevistas y lanzamientos del libro Xavier Güell ha contado que realmente Mahler sí quiso destruirla y afortunadamente Alma, su esposa, no siguió la instrucción. Existen diferentes versiones de quienes se atrevieron a terminarla, el autor recomienda la de Rudolf Barshai como la mejor, pero espera la definitiva.

Mahler alcanzó su reconocimiento como compositor solo cincuenta años después de su muerte gracias a directores como Pierre Boulez y Leonard Bernstein. Boulez dijo en una entrevista hecha por Jesús Ruiz Mantilla que Mahler quiso extender los límites de la sinfonía hasta su desaparición y contar grandes novelas como si fueran obras de Balzac, Joyce o Thomas Mann, y por eso era capaz de armar y destruir la abstracción al mismo tiempo: “Este ha sido su aporte a la modernidad”.

Gustav Mahler tuvo fama de severo, colérico e inflexible al dirigir una orquesta, decía que el mayor problema de los músicos era su poca capacidad de escuchar a los demás. Con este criterio y su determinación llegó a ser director de la Filarmónica y de la Metropolitan Ópera de Nueva York; y tuvo que convertirse del judaísmo al cristianismo para ser aceptado también como director de la Ópera de la corte de Viena. Mahler era consciente de que estaba trasformando la dirección de orquesta, aunque realmente solo quería ser compositor. Se le atribuye la importancia que adquirió el director, quien ya no era un simple guía sino el todopoderoso.

En la sesión de psicoanálisis que Mahler tuvo con Sigmund Freud le contó que en una de las peleas de su padres escuchó cómo la discusión pasaba de la violencia a sonidos extraños; “chillidos parecidos a los de un cerdo”, entonces salió corriendo y escuchó al organillero, el mismo que le haría asociar lo alegre y banal con una tragedia. Igual que con la muerte de su hija María y su recuerdo de las Canciones para niños muertos.

 

Canciones para niños muertos – Gustav Mahler dirigido por Leonard Bernstein 

 

Gustav Mahler murió a los cincuenta y un años sin terminar su Sinfonía nº 10, pero sí logró terminar su Sinfonía nº 8 o Sinfonía de los mil —por el número de intérpretes necesarios— Fue el único éxito como compositor que logró estando con vida.

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Beethoven es el elegido por Dios y cierra su testamento con la Sinfonía nº 9, Schubert espera la entrada al cielo con su Adagio del Quinteto en Do mayor, Schumann —Florestán y Eusebio— saben por fin de dónde viene la música, Brahms sigue siendo parte de la Santísima Trinidad, Liszt mira Melancolía de Durero en el Monte Mario y piensa en Blandine y Daniel, sus hijos muertos, Wagner le entrega el Idilio de Sigfrido a Cósima como regalo de Navidad y Mahler recibe los aplausos de Aguste Rodin, Thomas Mann, Richard Strauss y Stefan Zweig en el estreno de su Sinfonía 8º.

 

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