Costó encontrar la casa. Es amena, amplia, prolija, natural y acogedora. Como Lydia. Nos esperaba para hablar de libros. De cómo había tenido que desprenderse de los “libros peligrosos” en el setenta y pico. De cómo ese miedo profundo que nunca había sentido, ni volvió a sentir, la trajo a Varela, un paraje casi tan alejado como el fin del mundo. Lydia nació en 1942 en Buenos Aires, pero pasó sus primeros años en Santa
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