“Era yo un río en el atardecer (…). Me atravesaba un río, me atravesaba un río…” J.L. Ortiz El de Plátanos no es un río, es un arroyo. Pero no uno anónimo, sino el Arroyo encantado. A su vera corrió, como un afluente, la vida de César. Elemento esencial para la vida, el agua, evidencia, en su claridad, lo íntimo de quienes habitan la tierra y la constituyen morada. “Sólo aquí reflejarás mi alma”, escribió
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