Su vida, en el exilio y el retorno, es tan rebelde y multifacética como su obra. Aquí un breve recorrido por el universo de este poeta chileno.
En Facebook se presenta como “Poète, éditeur, publicitaire, producteur et responsable de projets culturels”. También dice que es “Comandante de bandada de garzas en Universidad de la Metáfora” y que su trabajo es de “astronauta”.
Sus posteos están llenos de comentarios. Tiene un grupo de seguidores que pone “me gusta” en cada una de sus fotos: en un globo aerostático, con un gato negro y una botella de vino, en un bar –que podría ser cualquier bar del mundo–, pero con el texto: “En Cartagena escuchando bachatas”. Su nombre es José María Memet. Aunque no es su nombre real. Es el seudónimo de Pedro Segundo Ortiz Navarrete. “José” por su padre, “María” por su madre y “Memet” por un poema de Nazim Hikmet. En una entrevista de 2015, dio más detalles: “Estaba preso en el regimiento Tucapel, me habían golpeado bastante y la segunda noche entró un oficial con un sándwich y me dijo: ´Cabro, pucha, no somos todos iguales´, y me dejó el sándwich envuelto en un pedazo de papel con cinco versos de Nazim Hikmet”.
Con araucarias en el jardín
Es difícil ubicar a Memet en el mapa de la poesía de Chile. Quizás esto se deba directamente a que no vive en Chile. Memet tiene su casa en Loinville, un pueblo de la campiña francesa, a 45 minutos de París. En el jardín plantó araucarias y frutales que le recuerdan su origen.
Nació en 1957 en Neuquén, Argentina. Cuando tenía un año de edad sus padres se mudaron a Temuco, Región de La Araucanía, Chile. Allí se crió y vivió hasta los 16 años. Dice que su origen, su tierra, es Wallmapu. Sin embargo, rápidamente aclara que no es un poeta mapuche.
“Soy un poeta híbrido mapuche, que además hablo francés, que además he vivido en Europa. Soy más bien cosmopolita, pero la tierra siempre es mi lugar”. Y explica que tampoco es un poeta de la naturaleza o de la frontera. “Soy un poeta político. Absolutamente político”.
En general, Memet identifica cinco caminos en su obra. Por un lado, construyó una poesía política y revolucionaria. También trabajó conceptos del mundo mapuche. El tercer camino que identifica se vincula con el paso del tiempo. Para él, “la velocidad consiste en detenerse”. El cuarto lugar lo ocupa un camino más universal, “que tiene que ver con el fin de la especie humana”. Y finalmente, el quinto camino se relaciona con su trabajo en Chile Poesía: el universo poético como universo colectivo.
“Soy un poeta chileno con raigambre mapuche y latinoamericano. Eso marca una diferencia muy importante, porque no le rindo pleitesía a ningún imperio, porque creo firmemente que la cultura de nuestros pueblos latinoamericanos es de una riqueza y de una profundidad que realmente es abismal”.
“Chile siempre fue violento”
“La primera vez que fui torturado fue en el gobierno de Allende del año ´72, porque el abuso no tenía que ver con el gobierno de Allende. El abuso en Chile, la violencia, es congénita al nacimiento de este país. Estábamos con unos amigos en el año ´72, fumando en unos pitos y nos tomaron presos. Nos llevaron a la comisaría y nos torturaron con electricidad”.
La segunda vez fue por tener el pelo largo y por tocar en una banda de rock. “Llegó el Golpe y lo primero que hicieron las viejas conchas de su madre fue denunciar a estos marxistas que tocaban una música rara y que, por supuesto, ofendíamos a la moral. Entonces nos allanaron y nos llevaron presos”.
Esto ocurrió el 11 de septiembre de 1973. Memet tenía 15 años. Dos meses después se fue a Argentina. Cuando volvió se instaló en Santiago. Allí comenzó a militar en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y a trabajar en la Vicaría de la Solidaridad, un organismo de la Iglesia católica, que prestaba asistencia a las familias y víctimas de la dictadura militar.
Trabajó en la Vicaría durante once años. Después se exilió en París.
En 2001, Memet fundó y fue el director del Encuentro Internacional de Poetas, Chile Poesía. Este encuentro contó con la participación de importantes escritores. Entre ellos, Ernesto Cardenal, Juan Gelman, Antonio Cisneros, Yevgueni Yevtushenko, Hans Magnus Enzensberger, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Raúl Zurita y Miguel Arteche.
“Utilicé como escenario La Moneda. Los poetas recitaban desde el balcón del Ministerio de Economía, de una ventana Ministerio de Justicia. Previamente bombardeé Santiago con tres millones de poemas. Había colocado sirenas y reflectores. Apareció un helicóptero tirando poemas de treinta poetas jóvenes”.
Memet aclara que El Mercurio no tuvo más opción que titular “Ganaron los poetas”. También dice que financió el evento gracias a aportes privados, “Conseguí 300 millones de pesos”, y que se trató del evento cultural con más prensa de la historia de Chile. Advierte que hay poca información en Internet porque él se reservó el material y si bien no rinde pleitesías, lo más probable es que, para incrementar su jubilación, lo venda a una universidad norteamericana.
El camino de la periferia
A lo largo de toda su carrera, Memet obtuvo importantes reconocimientos como el premio Gabriela Mistral en 1977, el Pablo Neruda 1996, la Beca de Excelencia del Consejo Nacional de la Cultura 2006 y el premio José Lezama Lima 2019, de Casa de las Américas, Cuba. Sin embargo, todos sus libros son autopublicados. Dice que las editoriales grandes lo consideran un escritor conflictivo “porque no me callo, porque reclamo mis derechos”. Entonces prefiere autopublicarse. “No necesito ni salir en los diarios, con mis redes vendo montones de libros por todos lados”.
Su último poemario se titula La chica Nabokov y otros poemas (2023). El libro está editado por Luchito Ocelote, que es el nombre de su gato. A lo largo del poemario, Memet consigue llamar la atención varias veces. Además, están presentes muchos de los caminos que identifica en su obra: hay elementos mapuches y de la política revolucionaria, hay menciones al fin del mundo y a la detención del tiempo. Hay también definiciones interesantes. En un poema dice: “Algo de la urraca / y del ciervo / me enseña a tener miedo/ de mí mismo”. En otro: “Levantarse es una opción / luchar es otra opción. / Si el universo es violento / podemos ser como él”. Y finalmente, como una forma de ensamblar la vida entre Francia y Chile, entre el exilio y el retorno, asegura: “Mientras / no haya justicia / soy el dóberman / del tiempo”.