Por Myriam Mohaded
Mujeres es el libro de Pablo Sigismondi con textos de la escritora María Teresa Andruetto donde fotografía la condición humana de luchadoras, artistas, madres, ancianas, niñas, jóvenes. Alumbra en su obra treinta años de viajes por ciudades cosmopolitas y pueblos ancestrales, ese lado oscuro del mundo que no se ve, a partir del consentimiento y vínculo fraterno contraído con sus retratadas.
El tema de las mujeres lo conmueve: “es ella la que lleva el gen de la tierra”, dice. Pablo Sigismondi es geógrafo, reportero gráfico, cartógrafo pero ante todo un viajero empedernido que recorrió 154 países del mundo. “La forma auténtica de conocer un lugar es a través de la mujer porque lleva más la tradición, la cultura, la vestimenta y la idiosincrasia. El hombre, en muchos países del África, del Asia, generalmente migra por una cuestión de trabajo o de política. El libro muestra una mirada holística sobre el planeta a través de la mujer”, reseña el reportero gráfico.
En la portada de Mujeres está Pablo con su madre, hija de inmigrantes sirios, en Lesotho, “un homenaje a quien me alienta y acompaña espiritualmente todo el tiempo”. La foto es de un momento particular, se había enfermado de malaria en África Central y cuando volvía a Sudáfrica la invitó para viajar. “La dedicatoria tendría que ir a todas las mujeres, mis hermanos, y la más importante, la familia de afectos y amigos. Soy la punta del iceberg porque atrás hay mucha gente, toda una energía que me dan quienes me rodean para hacer lo que hago”.
Las imágenes se organizan en capítulos con uno primero de ancianas, “Madres”, “Niñas”, “Jóvenes”, “Artistas”, “Mujeres en lucha”, “Mujeres y creencias”, “Mujeres trabajando”, y “Mujeres con Pablo”. Cientos, miles de ellas, fueron registradas en los lugares más recónditos del planeta. Mujeres en Qana (El Líbano), esperando el paso de cadáveres. Una niña diosa de Katmandú (Nepal), Kumari, elegida por diversas señales para convertirla en diosa hasta la primera salida de sangre -por lastimadura o menstruación- cuando la devuelven a la vida normal. Una que carga leña en un latón ubicado sobre su cabeza en Serjilla (Siria), en las Aldeas de la Muerte. Una madre pasando sus poderes a la hija en un rito de iniciación en Cuba.
“Cuando viajo, encuentro el sentido por el que vine a este mundo, la sal de la vida”, “soy donde estoy”, dice en el texto introductorio de María Teresa Andruetto, editado por Raíz de Dos. Cierta vez, en Afganistán en el 2002, en un puesto norteamericano le velaron los rollos que había tomado con una cámara analógica. Desde entonces, fotografía imágenes con su mirada, lleva su cámara y una bitácora para escribir. “Si hago una retrospectiva de los viajes y pienso en las fotografías que tengo en mi mente no deben ser el diez por ciento del total. No sólo porque hacía fotografía analógica sino porque hay momentos políticos o situaciones que no lo permiten. Con la bitácora saco ese apuntito para escribir impresiones, puntos de vista o ideas que después desarrollo y muchas veces tienen la foto del testimonio y otras no”.
Fotografía autor Pablo Sigismondi
¿Qué es viajar?
Viajar es abrirse a lo desconocido. Un viaje a la aventura hace trasladarte pero no es viajar. El viajar es que además de trasladarte en las coordenadas del espacio lo hagas con las psíquicas para integrarte y eso tiene un proceso. En un primer momento, te sentís solo, aislado, distinto, se produce una ruptura con el mundo habitual para entrar a uno desconocido y recién cuando comienza a agrietarse es posible integrarse con la gente que empieza a mostrar su mundo, su realidad, cosmovisión, y a dar a conocer sus secretos. Por ejemplo, la foto de esa mujer en tapa, en Tali, Sudán del Sur, un lugar inaccesible, en medio de la nada, que se llega después de cuatro días de transporte por carreteras de barro, estar allí y entrar en ese mundo desde la fotografía implicó tiempo e integración con el lugar. Se puede observar en Mujeres que la mayoría de ellas son conscientes y están en un diálogo, en un encuentro con el fotógrafo. Incluso, la mayoría de las mujeres retratadas no tienen idea del idioma que uno habla, éste pasa por la relación de empatía que te comunica o no.
Las imágenes de Mujeres tienen el consentimiento de sus protagonistas.
Sí, sabemos que la fotografía es política, porque es un recorte de la realidad que tiene toda la carga de conocimiento, ideología y política de quien la saca. Por ejemplo, estuve en París hace tres años, y no es lo mismo hacer fotos de los africanos durmiendo en las vidrieras más lujosas del mundo de la avenida Champs-Élysées que una postal de Montmartre. El recorte es lo que se muestra o no. Más aún si estás en lugares de conflicto o en guerra, porque la gente con justa razón se pregunta ¿quién es éste que nos viene a sacar fotos?, ¿para quién trabaja o responde?, ¿qué va a hacer con la imagen? En el libro busqué el consentimiento de las mujeres, aún en los momentos más difíciles como las que protestan en el D.F. de México. Esa fotografía es importante para mí porque trasunta el que me permitieran tomarla y es que son conscientes de que es en ese lugar de conflicto. Me regalaron su humanidad.
El escritor Guillermo Saccomano dice que la literatura de viajes es un género que oscila entre el turismo y la aventura, pero que también denota cierto malestar cultural. ¿Cómo lo ves vos?
Es muy distinto viajar que hacer turismo. El turismo no te involucra con el lugar por varias razones, ya sea porque el turista sale para desenchufarse y lo que menos busca son problemas, mientras que el viajero, sobre todo el que tiene una mirada etnocéntrica, busca encontrarse con la gente del lugar. Por ejemplo, si viajás a París como turista podés ir a la Torre Eiffel, los campos Elíseos, el Louvre, el Centro Pompidou, la catedral de Sartre, y ver monumentos, paisajes, pero como viajero antropológico buscás historias de vida. Entonces, si estás en París preguntás por los inmigrantes o los excluidos o el choque cultural que se presenta en la Europa tradicional y el Islam y los migrantes. Uno busca problemáticas sociales, ambientales, culturales, para entender desde la gente del lugar. Por otro lado, el turista, a veces viaja en grupo con un paquete adquirido, lo hace en un microcosmos, donde traslada su vida, comida y modos a otro lugar, pero no se integra a lo local. El conocimiento profundo se produce en el encuentro con el otro.
La cara oculta de la realidad
Pablo Sigismondi nació en 1959. Al niño que amaba los mapas, se lo ve andar por las calles de Córdoba con su bici y casco rojo. Basta encontrarse con ese hombre sencillo, que viste bombachas de gaucho, de rostro moreno surcado por los viajes y pelo al viento, para saber que se está frente a un ser despojado, comprometido con las causas sensibles. “La vida es movimiento, espíritu y fuerza para luchar”, dice. Da charlas, cursos, realiza muestras, al son que pergeña nuevos destinos. Cree que contar, mostrar y compartir lo vivido es el modo de sensibilizar, abrir la mirada y el corazón sobre la tierra que nos alberga. Si no, poco y nada tendría sentido.
Fotografía autor Pablo Sigismondi
¿Cómo preparás tus viajes?
El viaje comienza en el pensamiento, la imaginación, en el deseo, las ganas. Antes de viajar estudio mucho: geografía, historia, costumbres, idioma si se puede. Busco tener información porque facilita moverse, aunque, a veces, lo que se aprende poco o nada te sirve cuando estás en el lugar, porque desde lo académico es muy desactualizado o tiene una mirada sesgada. En general, por ejemplo, si buscás fuentes de Ruanda, Sudán del Sur, Afganistán, Irak, Sri Lanka, la mayoría de la información es escrita por gente no afín a nuestra cultura. Es una preparación que no se aprende en la universidad sino viajando.
Estudiaste también cartografía, ¿te ayuda a configurar tus propios mapas mentales?
La cartografía sí porque es mapa, pero lo que más me interesa es la parte demográfica y sociológica que es desde donde se puede arrojar luz. Tener las herramientas del conocimiento y estar en un lugar, por más extraño, permite leer el paisaje y su gente. Es decir, si estamos en Papúa de Nueva Guinea, a partir del conocimiento geográfico, antropológico, cartográfico uno puede deshilvanar ese paisaje. No es todo, porque también están los medios y un periodismo internacional que habla de situaciones y lugares que repiten como loros. Hablar de Kurdistán así estudies y veas un video que analizarlo allí con su gente, no es lo mismo. Esto marca una diferencia abismal.
El registro, el recorte, el modo de realizar el viaje, involucrarse, ¿influyen en una estética que va construyendo un modo de mirar?
Sí. Hay gente que me dice, “vos siempre vas a lugares feos, pobres o con problemas”, pero no es que uno sea así de masoquista. Veo la belleza, lo estético, lo que me gusta, pero trato de alumbrar esa otra parte poco conocida, esa cara oculta de la realidad. Además, hay una cuestión política importante y es la mirada parcial que desde Argentina tenemos al mundo porque, por un lado, somos una sociedad que tiene un alto porcentaje de origen europeo y, por lo tanto, una mirada muy eurocéntrica y también sesgada porque éste es un país de la periferia donde se mira el resto del mundo desde los países centrales. Es decir, cuando recibo la información que el 9 de julio de 2011 se independiza Sudán del Sur, es a partir de agencias y cables internacionales de noticias del primer mundo. De Argentina, ningún medio cubrió su independencia y, por lo tanto, lo que se publica, sin contar las malas intenciones que suman, tiene el filtro del país que dominó, excluyó, explotó, masacró, esclavizó a los pueblos de los que después habla. Esa agencia, parte de un sistema de dominación, ¿qué me puede decir? Que son atrasados, terroristas, fundamentalistas, que es peligroso viajar porque el agua es de pésima calidad o hay pestes. Esa demonización no es casual. Por eso, están las mujeres de mi trabajo, que hacen hincapié en ese lado oculto de la tierra. Aún si uno está en el ombligo del primer mundo se presenta el ¿qué quiero ver?
Muchas veces en los medios de comunicación funciona una lógica prohibitiva de mostrar por ejemplo un rancho o imágenes de pobreza.
Y sobre todo ver desde la gente. En el 2006, hice un trabajo donde recorrí toda la frontera de Estados Unidos y se basó en el drama de los migrantes, tratando vivir lo de ellos. Porque por una lado, que el ranchito, el pobre, el excluido no conviene, es parte de una política de insensibilizar, de ocultar. No es casual que digan no lo queremos poner, porque si no lo pongo no lo conozco y ni puedo imaginar siquiera qué sucede. Por lo tanto, lo excluyo, lo hago insensible y además invisible. Zygmunt Bauman habla de los excluidos y los desechos humanos, dice que este sistema de capitalismo feroz que domina el mundo, con todos los males que tiene y que, lamentablemente, parece que se instala de nuevo en nuestra sociedad, necesita invisibilizar, insensibilizar, idiotizarnos, porque, a partir de allí, es cuando no vamos a cuestionarnos siquiera lo que sucede y no veremos los residuos humanos que son productos del nuevo sistema. No es que hay un ranchito, un excluido, un cartonero, un migrante, porque quedaron fuera; el propio sistema genera residuos humanos y es trascendente al analizar geopolíticamente el mundo. No hay un pueblo en la periferia de la humanidad excluida, explotada, en situación terminal porque sólo ese pueblo eligió eso, si no que es consecuencia de un sistema político mayor. No mostrarlo es parte de que siga funcionando y reproduciendo.
Fotografía autor Pablo Sigismondi
Andar, ¿implica algún nivel de despojo para poder ver y abrirse a nuevas realidades?, ¿cómo lo vivís?
Maravilloso. Siempre digo que cuando uno empieza a viajar fluye y de alguna manera se transforma en un niño. Ir a un lugar distinto al nuestro, más allá que uno lleva la propia carga histórica de vida, ese despojo implica dejar preconceptos para entender el lugar. Si viajo a la India, por ejemplo, con nuestra mirada donde el consumo de carne vacuna ha sido uno de los pilares de nuestra dieta, y me quejo porque la vaca es sagrada y creo que los hindúes son tontos porque no comen asado, no voy a poder entender esa sociedad. La norma tiene que ver con la cultura en donde estamos y produce una distancia; para que no exista, debe haber un espíritu de despojo material y psicológico.
Para Sigismondi, la fotografía es un termómetro de cómo uno ve el mundo. En sus primeras fotos, en Japón le interesaban los templos, trenes, y trataba de evitar personas. Admite que ya no es así. Que no todas las montañas son iguales. Y si algún día eso le sucediera, no estaría en el lugar que busca.