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Ciencia y arte: La historia tras las esculturas olvidadas de la Facultad de Agronomía

El escultor Juan Carlos Visconti concretó su puesta en valor. Son centenarias y representan caballos campeones de razas de moda en 1900. El trabajo plantea una mirada artística en un ámbito académico. ¿Cómo integrar ambos aspectos en la vida diaria de la institución?

 

A veces, la ciencia y el arte se entrelazan, y en ese cruce, la precisión técnica puede adquirir dimensiones estéticas. A principios del siglo XX, cuando la Argentina era el ‘granero del mundo’, se fundaba la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, que adquirió e hizo traer de Europa pequeñas esculturas de caballos. Estas piezas, usadas para enseñar la anatomía de las razas más valoradas de la época, cayeron en desuso con el paso del tiempo. Sin embargo, en 2019 revivieron gracias al Maestro Juan Carlos Visconti —escultor egresado de la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova—, quien las encontró casi por azar en una oficina del Departamento de Zootecnia. Su trabajo de conservación ofrece una nueva perspectiva: liberadas de su función didáctica, las esculturas se revelan como auténticas obras de arte.

 

¿Cómo fue su primer encuentro con las esculturas?

Llegué gracias a Marina Omacini y Alejandra Mella, docentes de la FAUBA, quienes me comentaron sobre estas pequeñas piezas. Cuando los vi ahí en Zootecnia, tuve una sorpresa inmensa porque esos trabajos son, desde el punto de vista escultórico, buenísimos. Estaban en un cuarto… no diría abandonados, sino más bien olvidados. No tenían daños estructurales graves, solo el descuido de más de un siglo metidos en un armario.

 

Desde su mirada de escultor, ¿qué detalles le revelaron estas piezas?

Empecemos por lo técnico: están hechas a las mil maravillas. Hoy debe haber poca gente preparada para alcanzar semejante nivel. Son reproducciones en yeso —o calcos— de originales en arcilla. Antes, hacer esos calcos requería formarse años en escuelas especializadas; hoy ya no. Además, hay una cuestión histórica. Eran épocas complejas para la humanidad por la Primera Guerra Mundial. Años antes y después de que comenzara, desde Europa llegaron al país —principalmente, al Museo Nacional de Bellas Artes— muchos calcos de esculturas famosas. Y al ver estos caballos en la Facultad, hechos por grandes escultores europeos en esa época, entendí que había pasado exactamente lo mismo. Por otra parte, me atrajo que todo eso se conjugaba con un objetivo científico, digamos, que era usarlos en las clases de la Facultad.

 

Y decidió empezar el proyecto de restauración…

Sí. Una vez que tuve el visto bueno del Departamento de Zootecnia, las traje al taller. Eran seis. Ojo, yo prefiero hablar de conservación, porque una obra se restaura si tiene daños considerables, y no era este el caso.

 

¿Qué pasos siguió en el proceso de recuperación?

El prestigioso escultor húngaro György Vastag Jr.
El prestigioso escultor húngaro György Vastag Jr.

Primero, las estudié. Las revisé en detalle, entendí de qué materiales y cómo estaban hechas, y busqué en internet quiénes eran los escultores. Uno era Max Landsberg, alemán, muy famoso por sus obras de animales de interés agronómico. Varios de estos caballos los firmó en 1891. Otros los hizo por György Vastag Jr., considerado el mayor escultor de animales de Hungría de todos los tiempos. Sus caballos en la Facultad son de 1910. Eran escultores de primer nivel. Las medidas y las proporciones de estas piezas a escala son perfectas. Son animales campeones; representaban a las razas más valoradas en su tiempo. Quienes desde la Facultad recurrieron a Vastagh o a Landsberg sabían lo que compraban: buscaron lo mejor disponible en ese momento.

 

¿Usó alguna técnica especial tratándose de esculturas centenarias?

En general, había faltantes de color. La pintura estaba algo cuarteada por haber sido ‘guardadas’ en lugares inapropiados. Por ejemplo, la capa de goma laca que protegía el color estaba dañada. Para reproducir el color del original usé témpera, que es un material reversible. Si más adelante aparece otro material mejor, puede reemplazar al que uno pone, lo cual es muy bueno. También reparé pequeños faltantes de yeso en las puntas de las orejas, para lo que solo tuve que seguir las líneas.

 

¿Cuál es el grado de avance del proyecto?

Ya terminé y devolví a la Facultad tres de los seis caballos.

Ejemplos de esculturas realizadas por Max Landsberg (fuente: iretro.cz)
Ejemplos de esculturas realizadas por Max Landsberg (fuente: iretro.cz)

 

¿Qué reflejan estas esculturas sobre la valoración del arte en su tiempo?

Pienso que no se compraron con un criterio artístico, sino más bien didáctico-científico. Lo que sí se hizo fue recurrir a buenos artistas, que es algo muy diferente. Creo que el valor artístico se lo estamos dando nosotros ahora. Nuestra mirada es muy distinta a aquella.

 

¿Qué significado personal tiene para usted este proyecto de recuperación?

Primero, me ayuda a comparar situaciones de hoy con el pasado; me ubica en el tiempo. Y segundo, que al ver estos caballos, aprendí sobre algo que me gusta y que apareció casi por azar en mi vida. Estoy feliz de esta situación. También me permitió sacar conclusiones y juntar ideas y documentación para concretar algunas piezas en las que la imagen del caballo es parte fundamental. Por ejemplo, finalicé y expuse una escultura en la que la parte principal es una cabeza equina. En diciembre de 2023, fui invitado a presentarla en la Casona de los Olivera —en el Parque Avellaneda de CABA—, en el encuentro de artistas ‘Entrelazos, 40 Años de Democracia’. Y en agosto de 2024 la expuse en el Centro Municipal de Arte de Avellaneda, en un encuentro organizado por la Asociación Argentina de Artistas Escultores.

 

Además de devolver las esculturas, ¿tiene planeada alguna contribución especial para la FAUBA?

Sí, seguramente. Para mí es importante que estas obras sean expuestas. Incluso, hasta imaginé cómo, dónde y demás. Habrá que hablar con las autoridades y explicarles. Exponerlas, además de darlas a conocer y mostrar su valor, va a ayudar a protegerlas.

 

¿Cómo se puede integrar la conciencia artística en un entorno científico como la UBA?

Como en la historia del arte: muchas obras se hicieron por un hecho religioso y luego pasaron de religioso a artístico. El Louvre está lleno de ejemplos en este sentido. En nuestro caso, estas piezas a escala escaparon de su objetivo educativo original y ahora tienen otro ‘peso’, un plus que, yo pienso, es para mostrar y difundir. A la Facultad de Agronomía —y la UBA, en general— les falta la mirada artística. No es mala voluntad, solo es desconocimiento, y eso se puede solucionar.

 

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