claudio margolin

La realidad y la cámara

*La foto de portada es de Claudio Margolin.

Desde el daguerrotipo hasta nuestros días la fotografía no sólo tuvo como protagonistas a sonrisas y modelos. La realidad social ha quedado detenida en un silencio que habla por sí solo. Cuatro fotógrafos nos describen el momento del click en el que una problemática se transforma en imagen.

 

Una mujer es la viva imagen del abandono en medio de un desalojo. Una Madre de Plaza de Mayo se desorienta entre los gases lacrimógenos de diciembre de 2001. Un grito estalla en una boca que pertenece a un cuerpo de mujer. Una mirada de desolación habla desde la calle más profunda. Un ojo hace zoom en esas realidades. Una lente las capta. Un ser humano hace click. Un fotógrafo ve e imprime esa situación a través de su mirada. Una problemática social se vuelve imagen. ¿Qué nos cuenta? ¿Quién es la voz de esa historia?

Cada año la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina elige las fotos del año y un salón del Palais de Glace se llena de gente que revive 365 días en fotos. La revista Time elige las 100 fotos más influyentes de la historia. Algunas no son particularmente bellas, o técnicamente perfectas, pero movilizan. En la mayoría, un número se transforma en un rostro que nos mira, nos interpela sin la mediación de las palabras. Será que nos quedamos sin ellas.

“En la cobertura del desalojo del barrio Papa Francisco [N de la R: sucedido el 23 de agosto de 2014] me encontré con una imagen desoladora” relata Rolando Andrade, fotógrafo del diario Clarín, en un bar palermitano con un pilón de diarios en la mano. “Una mujer estaba sentadita con todas sus cosas alrededor, su blusita había sido maltratada y se la había amarrado para cubrirse, sentadita en su soledad, en su angustia, en su desesperación, todo lo que tenía ese ser humano estaba ahí, abandonado. Hice la foto. Al fondo estaba el barrio quemándose y la infantería, pero ella estaba en primer plano. Fue la tapa del diario. La fotografía es el silencio del que no puede hablar”.

Andrade

En algún momento el cuarto poder se postuló como el portador de la voz de los que sufrían los avatares de la historia. La fotografía le dio una mirada a esos nadies, como los llamaría Eduardo Galeano. Esos nadies que comenzaron a tener un rostro.

Durante los cacerolazos de 2012 contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner surgió M.A.F.I.A., el Movimiento Argentino de Fotógrafos Independientes Autoconvocados, bajo una declaración de principios muy clara. La explica Florencia Trinchero en un diálogo en el que siempre focalizó la mirada grupal con la que trabaja M.A.F.I.A.: “La idea siempre es personalizar la noticia. Nosotros salimos con un punto de vista subjetivo. Es la mirada M.A.F.I.A. No es la realidad sino lo que nosotros vemos. El encuadre, la mirada y a quién le sacamos la foto es una decisión. Siempre mostrando a las personas que están detrás de los eventos, a la gente tal cual es y en sus escenarios naturales”.

Iluminar el silencio

Eduardo Longoni, maestro de fotógrafos, trabajó para numerosos diarios y agencias de noticias desde la década del ‘70, varias de sus fotos forman parte de la memoria visual de todos los argentinos (incluido el gol con la mano de Diego Maradona en el Mundial de Fútbol de 1986). En 2001 le tocó salir a cubrir las protestas y la posterior represión que dejó 39 muertos y precipitó la caída del gobierno de la Alianza. La tapa de su libro Violencias es una de esas fotos: el blanco de los gases lacrimógenos mezclado con el turbulento aire, el blanco de una pollera y el blanco de un pañuelo sobre la cabeza de una mujer que se lleva una mano hacia el rostro se transformó en un símbolo de lo que fueron esos terribles días.

Hoy Longoni vuelve a mirar esa imagen y comenta: “Cuando hice la foto de la madre con los gases en 2001 me di cuenta de que la cobertura estaba resuelta, agarré a la señora y me la llevé de ahí porque estaba paralizada. Se podían hacer las dos cosas. Hay situaciones que tienen un tremendo impacto emocional. La cámara siempre es tu escudo. Es insólito porque es chiquita y no te protege. Hay un montón de fotógrafos que han muerto pero vos estás escudado en un lugar, como afuera de la situación. No protege tu cuerpo pero protege tu conciencia”.

eduardo longoni

Entonces ¿esta posibilidad de dar visibilidad puede servir para generar un cambio social? Florencia Trinchero aclara que “la fotografía, como un montón de otros medios y formatos, puede colaborar a visibilizar muchas situaciones. Más allá del documento, que es una forma de mostrarlo, la fotografía también sirve para cosas más concretas. Nosotros cubrimos la represión en el Hospital Borda y en la Sala Alberdi [N de la R: sucedidos en abril y febrero de 2013 respectivamente] y esas fotografías formaron parte de una denuncia concreta que se presentó contra el accionar de la Policía. La fotografía es un documento que puede valer si uno atrás de eso pone una acción”.

Desde un lugar más escéptico, Longoni manifiesta: “En mis inicios, la fotografía era una militancia para mí y creía en su fuerza. Hoy no creo que ninguna foto ni ningún texto cambie el sentido de la historia per se”.

La aventura de la escritura nos permite la creación de un diálogo entre Longoni y Claudio Margolin, fotógrafo con una larga trayectoria de retratos de alto contenido social. A su derecha una cámara de fotos de la década del ‘30 enfoca imaginariamente hacia la mesa donde una taza de café (con una cámara dibujada) se acompaña de algunos retratos obtenidos en su último viaje a Brasil. En medio de esa escena Claudio sentencia: “Cuando uno comunica algo, en realidad no está comunicando la mirada de uno sino que está comunicando la mirada del otro. La fotografía no cambia nada. El cambio está en uno. Vos cambiás a través de la mirada del otro. La cámara es un accidente”.

El diálogo necesario

Junio de 2015. Miles de mujeres se movilizaron para decirle basta a la violencia machista. Un grito que se repetía en sus bocas, en sus cuerpos, en sus rostros cansados pero llenos de la fuerza que les daba estar juntas y en las fotos del colectivo M.A.F.I.A. Así lo describe Florencia Trinchero: “Hay que estar cerca de las personas. Nosotros no usamos teleobjetivos. Siempre tratamos de generar un vínculo con las personas que retratamos. La idea es que sea una fotografía vivencial. Es el producto de un laburo en conjunto con las personas que están retratadas y son las protagonistas”.

ni una menos

“Para poder entender hay que hablar con la gente. Meterse en la situación”, dice Rolando Andrade desde las cientos de protestas que tiene fotografiadas. En el proceso para llegar a la foto se establece un diálogo único de segundos o de horas sin el cual la imagen no es posible. Lo explica Margolin: “La cámara es sólo una excusa que a veces ni siquiera es necesaria para entablar una relación. Lo que ves es consecuencia del diálogo previo. Los retratos que yo saco son con lente corta y para eso tenés que hablar, comunicarte y después sacar la foto. Si yo no siento que tengo la mirada del otro, la fotografía no me sirve”.

Los grandes maestros de la escritura siempre aconsejan pensar qué es lo que uno quiere decir antes de la primera palabra. Los cuatro entrevistados estuvieron de acuerdo en que la actitud del fotógrafo es vital porque, si bien uno no siempre sabe con qué se va a encontrar en la calle, es fundamental saber cómo va a ser ese encuentro entre la realidad y la cámara. “No siempre buscás la foto. Es ella la que te busca, pero hay que estar en el lugar. Hay una cuestión de qué es lo que querés decir con tu cámara. Yo siempre tuve claro que lo que quiero hacer es explicar lo que pasa en el lugar donde vivo”, explica Eduardo Longoni; y continúa: “La cámara es una excusa para hablar con la gente y curiosear. Las únicas dos cosas que tiene que tener un fotógrafo son ser curioso y ser paciente y la cámara es como tu libreta de apuntes”.

Algunas tribus creían que al ser captados en una fotografía eran despojados de su alma. En ese punto nos podríamos preguntar cuáles son los límites y las necesidades a la hora de comunicarse con el fotografiado. Claudio Margolin tiene la costumbre de hacer llegar la fotografía editada a sus protagonistas. Y cuenta por qué: “La foto le pertenece al fotografiado. Lo que siempre nos cuestionamos es por qué no soy yo el que está durmiendo en la calle y en realidad sí lo soy. A Neruda lo podés leer en un libro de 5.000 dólares o en una fotocopia y te llega igual. Con la fotografía pasa lo mismo. El que me diga que no distingue el contenido es porque está absolutamente cerrado”.

Un instante para siempre

CLAUDIO MARGOLIN

Una calle, una remera sucia, una mirada a cámara que transmite una montaña de emociones y en el medio un enrejado. Los ojos perfectamente en foco para que la mirada llegue directo al corazón. La belleza de lo documental se expresa en este retrato de Claudio Margolin que se puede exhibir en una muestra artística o guardarse como el documento de un instante congelado en el tiempo. La realidad no siempre es linda pero la belleza se esconde donde menos la esperamos.

Es un clásico entre los fotógrafos retomar la frase de Henri Cartier – Bresson, que habla de la fotografía como el único medio que fija para siempre el instante preciso y fugitivo. Así lo comenta Margolin: “Ahí está la comunicación y la mirada del otro. En el instante preciso. No es la mejor luz, es la mejor comunicación. Ahí viene si la mirada que mostrás es la tuya o la del fotografiado. Cuando vos apretás el botón es cuando el otro te dice que lo hagas. Estás a mil años o estás ahí. La imagen no engaña si tenés la condición para percibirla”.

La fotografía sobre problemáticas sociales congela esos instantes y los guarda para siempre basándose en la habilidad de estos profesionales: reconocer en una fracción de segundo la significación de un hecho. Pero también para no olvidar ni repetir. “La foto de la señora durante el desalojo tiene belleza, pero también tiene información. Uno cuando cubre estas cosas tiene que ser consciente de para qué está ahí. Si vas a cubrir para hacerte famoso o para tener un registro de la historia para que nunca más lo podamos olvidar. Yo voy para no olvidar. No voy para hacer una historia que no tenga contenido”, sostiene enfáticamente Andrade. En esa misma línea avanza Florencia Trinchero desde el colectivo M.A.F.I.A. : “La fotografía para mí es toda documental. Es un documento de época y de situación”.

Pero ¿qué pasa cuando luego de varios años esa fotografía se transforma en un símbolo? Nos contesta Eduardo Longoni: “A veces tengo la fantasía de que la foto es de plastilina y la vas estirando, pero la foto es la misma. Se va a transformando en una especie de símbolo que se te va de las manos. A mí no me importa mucho si la foto tiene mi nombre o no. Me preocupa que sea un documento para leer la historia argentina. Eso me deja mucho más tranquilo”.

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