A través de los años las obras de esta autora ucraniana-brasileña continúan dejando huella y lo hacen acompañadas por uno de los oficios que trabaja para mantenerlas siempre vivas: la edición. Le dice Clarice, de un modo amoroso. No mencionará nunca su apellido. Lo más lógico sería pensar que la llama así porque así es como se la conoce. Sin embargo, cuando lo pronuncia, deja entrever su cercanía. Ella sabe sus modos, los temas que
Clarice Lispector
El libro es amarrado a una piedra para ser arrojado al lago de la nueva ciudad; es envuelto con una cuerda, ella lo sujeta al peso que le permitirá llegar al fondo, sin volver a la superficie. Los libros son peligrosos, las personas pueden ser detenidas o desaparecer a causa de ellos, como los padres de Clarice. Y en Brasilia el cielo es tan diáfano que, si se quemaran los libros en una hoguera, sería
Vera Giaconi tiene un método. Cuando se sienta a escribir un relato, esa primera versión la hace a mano, en un cuaderno, de corrido, manuscrito, con un lápiz. La táctica la ayuda a que la conciencia fluya. La mano avanza, las ideas acompañan y todo queda registrado. Sin censura. Con esta técnica escribió los cuentos de los dos libros que ya tiene editados y también aquellos que aún no salieron a la luz pero que
Sobre Diario del afuera, de Annie Ernaux. Qué tan difícil puede ser decir algo acerca de uno mismo. Algo realmente nuevo, valioso, que enuncie más allá del carnet, el gentilicio o la profesión. Y que ese algo sea revelador, que abra y que no cierre identidades, y que calle el rosario de fotos que braman desde el árbol genealógico. Bueno es que, para decir, se tenga qué. Entonces podemos buscar un predicado sobre nosotros mismos,
ILUSTRACIÓN: ‘La gallina’, de Clarice Lispector. Por Patricia Gutiérrez. Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo. Por eso