Bajé del automóvil y cerré de golpe la portezuela. ¡Qué concreto, qué rotundo, se oyó aquel portazo en el vacío día sin sol! «¡Guau!», comentó el perro mecánicamente. Apreté el timbre, que vibró por todo mi sistema nervioso. Personne. Je resonne. Re-personne. ¿De qué profundidades de mi mente surgían aquellas tonterías? «¡Guau!», volvió a comentar el perro. Se oyeron pasos apresurados, que se detuvieron de repente, y la puerta se abrió con un seco chasquido, … Sigue leyendo Lolita, de Nabokov
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